En honor a Diego Maradona
Un día como hoy pero de 1944 nacía Roberto Alfredo Fontanarrosa, el Negro, humorista gráfico, escritor, guionista, fanático de Rosario Central, inteligente, irreverente, melancólico, espontáneo, creador nato, incuestionablemente argentino; como dijo él mismo con ironía una tarde (pero podemos repetir muchos de nosotros/as): “Estoy comprometido con mi tierra, casado con sus problemas y divorciado de sus riquezas…”.
Sus padres eran Berto, vendedor de seguros, y Rosa, ama de casa, ambos ex jugadores de basquetbol que no pudieron transmitirle su pasión al más pequeño de sus hijos. El Negro siempre fue fiel al futbol. Nació en el centro de Rosario -calle Catamarca y Corrientes-, fue a la primaria en la escuela Mariano Moreno y a la secundaria en el Politécnico. El 1 de agosto de 1954 fue por primera vez a un estadio de futbol. Ese día Rosario Central le ganó 9 a 2 a Tigre con goles de Oscar Massei, Antonio Gauna, Miguel La Rosa, 4 de Juan Portaluppi y 2 de Antonio Zin. Amor a primera vista y pasión eterna por el Canalla.
Su otra pasión: la lectura de revistas como El Rayo Rojo, Puño Fuerte, El Tony u Hora Cero y su adicción por dibujar a sus personajes. La consecuencia: Se anotó en un curso por correspondencia de la Escuela Panamericana de Arte.
En el colegio industrial libró una pelea desigual con matemáticas, física y química y decidió abandonar en tercer año. Su padre, que tampoco había terminado el secundario, lo bancó y junto con su madre -como era natural en esa época- le exigieron que comenzara a trabajar. Tenía 15 años. Su madre insistió en que, además, aprendiera inglés. No hubo enojo. Era algo natural. Pasaba mucho.
En 1963 ingresó en la agencia de publicidad de Roberto Reyna. Le fue bien pero no era de su interés. En 1968 trabajó en Deporte 70 y Revista Boom donde publicó su primer chiste: un policía muestra orgulloso su cachiporra manchada de un rojo sangre y dice, no hay dudas, eran comunistas. En 1971 aparecieron, en unos pocos números de la revista Tinta, los primeros trazos de un personaje de leyenda: Boogie, el aceitoso, parodia de James Bond, el agente secreto 007 y una historieta “a la italiana”, es decir, exageradamente trágica, que se llamó Tadea y sus hijos. En 1972 comenzó a trabajar en Hortensia junto a Caloi, Brócoli, Lolo Amengual, Crist y se afianzó como creador. Equipo de primera A con chances de campeón…
Consolidó a Boogie, el aceitoso. Ya era un mercenario feroz, veterano de Vietnam, con mandíbula estilo bull dog, musculoso, machista, odiador serial de homosexuales, negros, judíos e inmigrantes, que no dudaba en venderse por dinero; un matón barato siempre dispuesto a desenfundar su Magnum 44 deluxe. Dibujo irónico, lamentablemente, no tan irreal.
También dio nacimiento a su otro personaje emblemático: Inodoro Pereyra, el renegau con Mendieta, su perro hablador. Gaucho solitario en la pampa inmensa que mantenía diálogos y conversaciones con su inteligente can y que se fue transformando en un anfitrión de raros personajes ante quienes, su carta de presentación era: Pereyra por mi madre, Inodoro por mi tata, que era sanitario. Un personaje inolvidable que tuvo su tira, su historieta y hasta su libro. Al poco tiempo, comenzó su participación en la revista Satiricón donde publicó historietas sobre cuentos de Borges y películas diversas.
En 1973 inició su experiencia en Clarín en el que publicaba una tira diaria y en donde conformó un equipo de lujo convocado por Caloi con Crist, Rivero, Dobal, Altuna, Ian, Tabaré y Viuti. Época en que para muchos lectores, el diario empezaba por la última página. En 1974 compartió sus horas de trabajo con la revista Mengano donde llevó a la rastra a Inodoro Pereyra. Ese año aparecieron los dos primeros libros con sus personajes estrella publicados por Ediciones de la Flor.
En 1976, Inodoro Pereyra y Mendieta se mudaron a Clarín pero lo hicieron acompañados de Eulogia Tapia, la china que lo acompañó siempre pero ahora con nueva fisonomía. En 1979 Boogie, el aceitoso se instaló en Humor Registrado y La Maga. En 1980, se dio un gusto y los espectadores estuvimos agradecidos: colaboró en la preparación de los espectáculos de Les Luthiers. Qué delantera, Víctor Hugo! En 1981 comenzó su periplo como escritor. Se editaron su primera novela, Best seller y la continuación, Área 18 y su primer cuento, El mundo ha vivido equivocado. De allí en más continúa su prolífica tarea de escriba. Futbol, política, situaciones cotidianas magistralmente descriptas, mujeres, más futbol. Se acumulan los títulos: No sé si he sido claro, Nada del otro mundo (donde se incluye el cuento 19 de diciembre de 1971, en celebración del gol de palomita de Aldo Pedro Poy a Newell`s en la semifinal del Nacional ’71), El mayor de mis defectos, Uno nunca sabe.
Hasta que en 1995 aparece “La mesa de los galanes”, una recopilación de anécdotas, mitos urbanos, diálogos fantásticos, negocios salvadores y sueños incumplidos que amasó durante dos décadas participando de la mesa de amigos que se juntaba diariamente en el bar El Cairo de Santa Fe y Sarmiento, en su querida Rosario, provincia de Santa Fe. En ese bar, conoció a Gabriela Mahy. Muchos coinciden en que fue un amor a primera vista que provocó la separación de Roberto de su primera esposa e inauguró una larga convivencia de pareja y una desgastante relación con su hijo, Franco Fontanarrosa, después del deceso del maestro de la historieta.
En 1984 se suma a la revista Fierro y crea a Sperman, una parodia de Superman. Era un donante de esperma -con un traje delirante- cuya misión era luchar contra la infertilidad y la impotencia y se enmascaraba bajo la apariencia de un campesino llamado Nicholas Colbert, propietario de la firma Hens & Eggs, que nunca podrá conquistar a Laura, virgen y esquiva.
En 2003 le diagnostican ELA (esclerosis lateral amiotrófica) que fue limitando sus movimientos -especialmente de su prodigiosa mano derecha- y lo llevó a usar una silla de ruedas hasta su muerte. Pero tuvo fuerzas y genialidad para participar del Congreso de la Lengua Española, realizado en 2004 en Rosario, en el que pronunció su hilarante ponencia sobre “Las Malas Palabras”, su condición, reputación y uso popular y un minucioso análisis sobre la palabra mierda que desacartonó a los escritores, filósofos, autoridades y expertos presentes. Tuvo resto para escribir otras dos obras: El rey de la milonga y Cuentos de fútbol para los fanáticos del fútbol y dejar escritos sueltos preparados para recopilar en lo que sería su obra póstuma, Negar todo.
Amigo de Serrat, Menotti, Galeano, Sacheri, Horacio Salas, Crist, el Chelo Molina, el Pitufo, el Negro Centurión, Rodolfo Belmondo, Chiquito Reyes, el Pelado Reinoso, Malena Cirasa y La Turca (únicas mujeres en la mesa de los galanes), Chiche Bratch (mozo del bar El Cairo) y muchos más.
Salú Roberto!! Por tu maestría en retratar al futbolista que quisimos ser, nuestras “tradiciones” rurales y urbanas, nuestras complicidades, algunos de nuestros sueños y fantasías. Siempre sacándonos una risa. Un imprescindible de la popular que siempre esperará su retrato magistral…
Ruben Ruiz
Secretario General