Muchos años de buena música y emociones cercanas
Un día como hoy pero de 1951 nacía Carlos Alberto García Moreno, músico, cantante, compositor, multinstrumentista y productor discográfico argentino. Nuestro querido Charly, que influenció notablemente en la música argentina de las últimas décadas y en el gusto estético de millones de argentos/as rockeros y que le puso acordes y palabras a muchas de nuestras alegrías, tristezas, vivencias y sueños que nos acompañan en este país cambiante y aluvional.
Hijo de Carmen Moreno y de Carlos Jaime García-Lange, dueño de una fábrica de muebles de fórmica. A los dos años aprendió a tocar de oído la citarina, a los cuatro ya tocaba el piano. Durante su infancia estudió música en el conservatorio Thibaud Piazzini. A los trece años, se recibió de profesor de piano, teoría y solfeo con altas notas. En 1959, la economía familiar tuvo un cimbronazo importante. La fábrica cerró. Su padre trabajó de profesor de matemáticas y física y su madre fue productora del programa radial “Folklorísimo”. Charly seguía su entrenamiento musical rodeado de dos compañías inigualables: Chopin y Mozart. Música clásica por ever.
Hasta que llegaron Los Beatles. Cambió su cabeza y su oído musical se amplió. Transitó un camino que lo llevó a escuchar a los Rolling Stones, Bob Dylan, Los Gatos, Tanguito, Moris, Almendra, Manal. Mientras tanto, cursaba sus estudios secundarios en el Instituto Militar Dámaso Centeno. Allí formó su primera banda con Juan Carlos Belia, To Walk Spanish.
Años más tarde, conoció en el secundario a Nito Mestre y formaron una banda con Carlos Piégari, Beto Rodríguez y los hermanos Belia, se llamaba Sui Generis. Cuando estaban preparados para su presentación en público, Charly fue convocado a la “colimba” y el inicio se frustró. Cuando volvió con su baja por problemas psiquiátricos se reencontró solo con Nito. Los demás habían tomado caminos diversos. Se animaron y le dieron para adelante.
Conocieron al productor Pedro Bayona (el gordo Pierre) que se hizo cargo de su representación y comenzaron a tocar en fiestas, colegios y en el Teatro ABC. Incorporaron una base rítmica con Belia en guitarra, Alejandro Correa en bajo, Beto Rodríguez en batería y Carlos Piégari en coros y actuaron más regularmente. Fueron teloneros del grupo Huinca, dirigido por Litto Nebbia, y soportes de Pedro y Pablo y de León Gieco. Simultáneamente, Charly fue tecladista de La Pesada del Rock and Roll y participó del primer disco de Raúl Porcheto.
El camino los llevó a Jorge Álvarez, productor emblemático del rock nacional. Junto a Billy Bond produjeron el primer disco de Sui Generis en 1972, Vida, que inmortalizó “Canción para mi muerte”, “Necesito”, “Dime quien me lo robó”, “Natalio Ruiz”, “Quizás porqué”, “Cuando comenzamos a nacer”, “Mariel y el capitán”. Un éxito inesperado y anticipatorio.
Al año siguiente, editaron Confesiones de invierno. Un álbum más elaborado, con mayor compromiso en las letras y un poco más de rock and roll. Quedaron grabados en nuestros oídos “Rasguña las piedras”, “Aprendizaje”, “Cuando ya me empiece a quedar solo”, “Mr. Jones”, “Lunes otra vez”, “Bienvenidos al tren”.
En 1974 grabaron Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. Álbum más afiatado. Piano eléctrico, sintetizadores y letras que denunciaban el clima de violencia y censura que se empezaba a vivir. Destacaban “Las increíbles aventuras del Sr. Tijeras”, “Instituciones”, “Pequeñas delicias de la vida conyugal”, “Para quien canto yo entonces”. Impecable obra.
El 5 de septiembre de 1975 se despidieron en una apoteósica doble función en el Luna Park. Veintiséis mil pibes y pibas nos emocionamos sin disimulo; la gente nos miraba raro, los milicos no entendían nada. El centro de la ciudad estaba agradecido. Un poco de alegría en medio de tanta violencia parapolicial y urgencia económica.
Charly siguió su camino. Participó en “Porsuigieco” y formó “La máquina de hacer pájaros” con Carlos Cutaia, Gustavo Bazterrica, José Luis Fernández y Oscar Moro. Fue una banda adelantada en el tiempo y poco reconocida. Sonido muy trabajado, dos tecladistas simultáneos. “Bubulina” y “Cómo mata el viento norte”, sus canciones abanderadas.
En 1978 Charly explotó y formó Serú Girán con David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro. Un fierro. Lanzaron un primer simple de antología con “Seminare” y “El mendigo en el andén” y luego el álbum La grasa de las capitales, una lúcida crítica a la decadencia urbana y una poesía sobre desencantos, falta de pertenencia, desamparo. “Viernes 3AM”, “Los sobrevivientes”, “Perro andaluz”. Una delicia.
Luego grabaron Bicicleta, un álbum poco exitoso que contenía una exquisita “Canción de Alicia en el país”. Su revancha fue Peperina, álbum imbatible. “Parado en el medio de la vida”, “Cinema Verité”, “En la vereda del sol”, “José Mercado”, “Peperina”. Un lujo. En 1982 realizaron dos recitales para despedir a Pedro Aznar sin sospechar que sería su última actuación de esa época. Surgió así su único disco en vivo, emotivo y sentido, No llores por mí Argentina.
De sobrepique, empezó como solista. Finalizada la guerra de Malvinas, se descascaraba la dictadura. Irrumpió con Yendo de la cama al living y sus temas emblemáticos y pertinentes: “No bombardeen Buenos Aires”, “Inconsciente colectivo”, “Yo no quiero volverme tan loco”. La delantera formaba con Gustavo Bazterrica, Cachorro López, Andrés Calamaro y Willy Iturri. Al año siguiente editó “Clics modernos y demolió con ”Los dinosaurios”, “Nos siguen pegando abajo” y “No me dejan salir”.
En 1984 redobló su apuesta por el rock y salió Piano Bar con “Demoliendo hoteles” y “Cerca de la revolución” como insignias. En 1987, más rock y base polentosa en Parte de la religión y los insustituibles “Necesito un amor”, “Buscando un símbolo de paz”, “No voy en tren” y “Rezo por vos”.
La década del ’90 comenzó con Filosofía barata y zapatos de goma, que incluyó una versión arriesgada, fuerte y respetuosa del Himno Nacional Argentino, cuyo público adoptó de inmediato. Continuó con “Tango 4” junto a Pedro Aznar y del que participaron Sandro, Alfredo Alcón y Jorge Luz. Hermosas “Tu amor”, “Mientes”, “Rompan todo”, “Cucamonga dance”, “Diana”.
Cuando al Diego “le cortaron las piernas” en el Mundial de Futbol 1994, la inspiración de Charly brotó instantánea y compuso “Maradona blues”, melancólico, emotivo, sincero y cercano. En paralelo, compuso su ópera rock La hija de la lágrima con la guitarrista María Gabriel Epumer. El decenio termino con Say no more, Alta fidelidad (con Mercedes Sosa) y “El aguante”. También fueron años de excesos, internaciones, búsqueda de nuevos sonidos y aparición de nuevos públicos.
El siglo XXI arrancó con la recopilación Demasiado ego y continuó con Influencia, _Rock and roll YO”, “Kill Gil” acompañado por Palito Ortega, quien lo había ayudado y contenido en su nueva y prolongada recuperación, y por último, “Random”.
Músico magistral, multifacético, contradictorio, innovador, sensible, provocador, buscador empedernido de ritmos y armonías, asiduo sobresaltado, adorador del sorpasso a los límites, personaje argento cien por cien, integrante de lujo de nuestra popular imaginaria.
Salú Charly!! Por tu genialidad musical, por interpretar con meridiana exactitud y sonidos y letras inolvidables muchos pasajes de la ajetreada y espasmódica vida argentina, por acompañarnos en muchos momentos oscuros y ser parte de los momentos de fiesta.
Ruben Ruiz
Secretario General