El pintor del suburbio, la profundidad del campo y las maternidades
Un día como hoy pero de 1908 nacía Juan Carlos Castagnino, pintor, dibujante y arquitecto argentino que sintetizó vanguardias y tradiciones argentinas y que inmortalizó la imagen más popular de Martín Fierro al ilustrar la edición de Eudeba.
Nació en una habitación de un hotel de la avenida Luro, en la ciudad de Mar del Plata, provincia de Buenos Aires. Hasta 1914 vivió en Camet que quedaba en las afueras de la ciudad donde su padre había instalado una herrería. Su primera infancia estuvo rodeada de un escenario donde desfilaban caballos, carruajes, gauchos, jornaleros, troperos, baqueanos. Y también de la tragedia: su padre murió cuando él tenía siete años. Cursó sus estudios primarios en una escuela rural y el secundario lo rindió libre en la Escuela Nacional de Mar del Plata en solo tres años.
Su talento para dibujar lo depositó en Buenos Aires. Preparaba alumnos en forma particular y diseñaba jardines. Simultáneamente, estudiaba en el taller del muralista y escenógrafo Alfredo Guido y, durante los veranos, trabajaba en la sucursal marplatense de la casa Witcomb, antigua casa de exposición de pinturas y recopilación de fotografías.
En 1928 ingresó a la facultad de Ciencias Exactas de la UBA para estudiar Arquitectura y, además, distribuía una parte de su tiempo en el Taller de croquis de la Mutualidad de Estudiantes de Bellas Artes de Buenos Aires. Años más tarde ingresó en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación “Ernesto de la Cárcova” y se perfeccionó en los talleres de los pintores Lino Enea Spilimbergo y Ramón Gómez Cornet.
En esa época se afilió al Partido Comunista que implicó, no solo una postura política, sino una posición estética que condecía con su sensibilidad y compromiso social, a tal punto que la crítica especializada la bautizó “El pintor social”.
En 1933 formó parte del Equipo Poligráfico, junto a Antonio Berni, Enrique Lázaro y el maestro mexicano David Alfaro Siqueiros, que realizó el mural “Ejercicio Plástico” en el sótano de la quinta que Natalio Botana -dueño del diario “Crítica”- tenía en Don Torcuato. El trabajo duró tres meses, en los cuales Castagnino aprendió a manejar nuevas técnicas y experimentar con ellas. Ese año también recibió el premio Estímulo del Salón Nacional por su fresco “Obreros y campesinos”.
En 1935 ingresó en la Sociedad Argentina de Artistas Plásticos, institución a la que representó como delegado en la Comisión Pro-Ciudad Universitaria y que presidió entre 1952 y 1953. Durante 1939 realizó su primer viaje a Europa. Asistió al taller de André Lhote y perfeccionó su arte junto a Braque, Léger y Picasso. En 1941 regresó a la Argentina, se casó con la artista plástica Nina Haeberle, recibió su título de Arquitecto e inauguró su atelier sobre la Avenida General Paz, en la localidad de Villa Insuperable, partido de la Matanza.
En 1944 recibió el tercer Premio Nacional de Pintura por su obra “La mujer del páramo”, óleo sobre tela que muestra a una trabajadora rural cansada y sonriente en un fondo serrano, ocre, con cielo oscuro y otras trabajadoras a su lado. Es un cuadro descriptivo, duro, digno. Unos años más tarde alcanzó el Primer Premio Nacional de Pintura con “Hombre del río”
En 1946, junto a Berni, Spilimbergo, Colmeiro y Urruchúa realizaron los murales de la cúpula de Galerías Pacífico. Acordaron que las obras expresaran mensajes universales, que reflejaran prácticas cotidianas. Castagnino pintó “La vida doméstica” que hace foco en la figura humana y el caballo y ejecutó una técnica personal en la que funde unos colores con otros. Magistral.
Fue una etapa prolífica donde los frescos ocuparon gran espacio. “La ofrenda de la nueva tierra” en el Salón Blanco de la Sociedad Hebraica Argentina, “Elogio al Río Uruguay”, en Salto, “En el amanecer de la ciudad” en la galería San José de Flores, “Hombre, espacio y esperanza” en la galería París del barrio de Caballito. Mientras tanto sus pinturas fluían. “Huella”, Chacarera”, “Cimarrones en el pajonal”, “Chacras de Coria”, “Los quinteros”, “El nacimiento del bagual”, “Salida de fábrica”, “Trabajadores de la tierra”, “Pescadores del río”, “La María”, “Chico y perro”, “Compadrito”, “Chimango”, “Nocturno”, “Endomingada”. Interminable representación de imágenes de la vida cotidiana y paisajes autóctonos que representaban la argentinidad cercana y la dinámica social.
En 1952 viajó a China e incorporó las técnicas orientales de dibujo. En 1960 cambió de rumbó y se aquerenció en México donde aprendió el uso de acrílico. Su curiosidad y formación eran permanentes. En 1961 recibió el Gran Premio de Honor Salón Nacional por su obra “Quemazón”. Tensión entre figuración y abstracción. Aparecieron esas manchas impactantes que representaban fábricas, personas o caballos desesperados. Movimientos brutales. Fuerza pictórica, energía y color, arte total.
La década del ’60 también fue prolífica. En 1962 fue convocado por EUDEBA para ilustrar su edición de Martín Fierro y despliega toda su imaginación y sensibilidad para representarlo. Surge así la imagen icónica del gaucho perseguido, de mirada limpia, expresión firme. Los trazos sacuden, nos interpelan. Luego, su serie de maternidades en acrílico, óleo, pastel y tinta. El “Sudario América”, en el que incorpora al Che delante de la imagen de la crucifixión; la serie “Napalm”, denuncia original de las atrocidades de la guerra de exterminio que ejecutaron los yanquis en Vietnam. Explosión de color contra la barbarie de los poderosos con pies de barro.
Hasta último momento fue consecuente con su pensamiento. Días antes de su despedida hizo su último aporte. Probablemente, en algunos veteranos/as haya quedado grabado el afiche con ilustración de Castagnino por la Marcha del Hambre, ocurrida el 28 de abril de 1972 contra la dictadura de Lanusse, en el que se convocaba a una jornada de lucha por el Día Internacional de los Trabajadores y por la libertad de Agustín Tosco y los demás presos sociales. Trazos despejados, rostros claros, sufrimiento y dignidad.
Salú Juan Carlos! Por tu búsqueda de la representación del ser humano total, por tus paisajes despojados, por tus rostros dolientes y esperanzados, por tu arte cercano, por tus caballos indómitos, por tu argentinidad sin espamento, por tu consecuencia sin alharaca.
Un integrante con colores propios en nuestra popular imaginaria.
Ruben Ruiz
Secretario General