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Efemérides 06 de Marzo – Miguel Ángel

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Genio y figura. Arte que eriza la piel y pega en el corazón

Un día como hoy nacía Michelangelo Buonarroti, escultor, pintor, arquitecto y poeta italiano, número diez del arte de la humanidad, creador de figuras y escenas que siguen impactando, perfeccionista obsesivo, autor de obras que reflejaron una época de realce del humanismo y de la importancia de la individualidad, de crecimiento de las artes y algunas ciencias y que, a la vez, se deslizaba hacia las guerras religiosas y la represión de la Contrarreforma.

Nació en 1475 en Caprese, un pueblo cercano a Arezzo, en la Toscana. Hijo de Francesca di Neri del Miniato di Siena y de Ludovico di Leonardo Buonarroti di Simoni, que desempeñó varios cargos gubernamentales. Su madre padecía una enfermedad grave por lo que vivieron en Settignano hasta su fallecimiento. Miguel Ángel fue cuidado por un picapedrero y su esposa, nodriza del pequeño. En 1481 se mudó con su padre y hermanos a Florencia. Estudió gramática con el maestro Francesco da Urbino pero su vocación innata era el arte. 

Eso produjo las primeras discusiones con su padre. No obstante, a los doce años ingresó al taller de Doménico y Davide Ghirlandaio para aprender pintura. Al año siguiente, bajo la tutela de Bertoldo di Giovanni, pudo ingresar al jardín San Marcos, de los Médicis, y estudiar las esculturas antiguas. Sus primeras obras despertaron asombro y Lorenzo de Médici, gobernante en las sombras de Florencia, lo cobijó en su palacio. 

Conoció a varios humanistas, incorporó las ideas de Platón que cultivaría toda su vida y tuvo algunos enfrentamientos. Uno, con el escultor Pietro Torrigiano que le pegó una trompada que le produjo la fractura de la nariz, marca que arrastraría de allí en más. Tras la muerte de su mecenas, huyó a Venecia y luego se trasladó a Bolonia donde esculpió varias obras.

En 1496 se afincó en Roma. Fue una década notable. Con 23 años realizó su primera gran obra. “Baco”, una escultura de mármol de dos metros que representaba al dios del vino y recuperaba un mito clásico con una mezcla de sexualidad expuesta, mirada furtiva, gestos distendidos y picardía representada en la figura del sátiro escondido tras el racimo de uvas.

Al año siguiente, inició “La Piedad”. Escultura de mármol -que Miguel Ángel buscó en las canteras de los Alpes Alpuanos-, que representaba el ideal de belleza y expresión mayúscula de misericordia. La Virgen María con Jesús muerto sobre sus rodillas que, intencionalmente, aparenta mayor edad que ella. El cuerpo inerme del hijo asesinado entre la expresión piadosa de la madre y los pliegues armónicos de su vestido.  Mixtura de dolor, belleza y juventud. Es una obra que se puede ver desde cualquier ángulo y de un acabado notable. Su autenticidad fue puesta en entredicho por lo que Miguel Ángel, por única vez, esculpió su firma.

Regresó a Florencia y se encontró con un desafío mayor: esculpir un bloque de mármol de seis metros de altura que se encontraba en el departamento de Obras de la catedral. Los canteros lo llamaban “El gigante” y ningún escultor lo había podido trabajar en los anteriores 40 años. Solo Agostino di Duccio lo había intentado y su resultado fue un agujero enorme que había malherido la pieza. Miguel Ángel estuvo mirándolo durante varios días desde todos los ángulos hasta que ideó la figura en su cabeza y atacó con el cincel y el martillo. Era setiembre de 1501.

Trabajó durante cuatro años en esta pieza de 5,17 metros de altura y cinco toneladas y media de peso. Su traslado hasta la Piazza della Signoria implicó el trabajo de 40 hombres durante cuatro días. La presentación fue un evento popular. Cuando retiraron el velo la gente quedó anonadada. La exclamación fue unánime. Hacía su aparición en escena su obra maestra de la escultura, _El David_ y, de allí en más, Miguel Ángel sería conocido como _El divino_. Lo que estuvo concebida como una obra religiosa fue apropiada como una imagen de libertad. La desnudez explícita y la figura justiciera de David fueron un símbolo popular de cambio cultural.

Las proporciones del cuerpo, la perfección de los músculos, venas y uñas, la tensión de los rasgos, la plasticidad de su posición, el ceño fruncido y su gesto de disposición a combatir, hacen de esta obra algo único que irradia una sensación de plenitud plástica difícil de igualar.

En 1505 fue convocado por el papa Julio II que le encargó su monumento fúnebre y la decoración de la bóveda de la Capilla Sixtina. Miguel Ángel se negó al segundo pedido ya que se consideraba escultor y no pintor. Las presiones del papa fueron regulares y de peso (llegó a amenazarlo con la excomunión). Finalmente el genio aceptó la propuesta en 1508. 

Construyó una estructura pintada que simulaba las dimensiones de la bóveda. No era un experto en pintar frescos y tuvo algunas dificultades con la obra. Además, las discusiones con el papa sobre los temas elegidos y la impronta de los bocetos eran permanentes. También tardó cuatro años en finalizar su obra maestra de la pintura. Trabajó solo y mejoró la técnica con diversos consejos profesionales recibidos de Giuliano da Sangallo y de Francesco Granacci. 

Es una representación neoplatónica de la historia del mundo y de la humanidad antes del nacimiento de Cristo. En su parte central se encuentran las imágenes de la _Génesis_ que representan la creación del mundo, la del hombre y su expulsión del Paraíso y la historia de Noé. Intercalados con desnudos masculinos de gran libertad de movimiento y juego de brazos y piernas que sostienen los medallones con pequeñas escenas bíblicas. Acompañados por los profetas y las sibilas, las imágenes de la salvación del pueblo de Israel en las pechinas y los lunetos con las imágenes y los nombres de los antepasados de Cristo.

La paleta de colores está dominada por los amarillos azafranados, verdes, carmines y azul ultramar que impregnan las imágenes de una intensidad homogénea. Una genialidad integral.

En 1516 el papa Clemente X le encargó el proyecto de la fachada de la Basílica de San Lorenzo, obra en la que invirtió cuatro años pero quedó trunca. No obstante, construyó dos obras magistrales: la Biblioteca Laurenciana, con su escalera de aspecto monumental, y la Capilla Medicea (Sacristía Nueva) con las figuras del Día, la Noche, la Aurora y el Crepúsculo.

En 1527 formó parte del gobierno de la República de Florencia en el cargo de gobernador y procurador general de la fabricación y fortificación de las murallas, y fue parte de la defensa de la ciudad asediada por las tropas papales. Luego de la derrota republicana en 1530, obtuvo el perdón papal y se dedicó a sus obras arquitectónicas inconclusas. En 1534, en oposición a la situación política reinante en Florencia se mudó definitivamente a Roma. 

Allí, recibió el encargo del papa Clemente VII para trabajar en el altar en la Capilla Sixtina y realizó el fresco que representa “El juicio final”, recreación de la visión religiosa del supuesto fin de la humanidad que está dominado por un fondo celeste de notable expresividad. En sus últimos años realizó los frescos “La conversión de San Pablo” y “Crucifixión de San Pedro” en la Capilla Paulina, dirigió la remodelación de la Piazza del Campidoglio, de la capilla Sforza de San María Mayor y la finalización del palacio Farnese y de la Basílica de San Pedro.

Falleció en 1564 en compañía de su secretario Daniele da Volterra y de su amigo Tommaso Cavalieri que comunicaron a la familia su último deseo: ser enterrado en Florencia.

Artista excepcional, enérgico, de mal carácter, sanguíneo, solitario, obsesivo, adicto al trabajo, cultor del amor platónico, eternamente mal vestido y transpirado, de pocas pulgas.

Salú Miguel Ángel!! Por tu creatividad genial, por tu técnica depurada, por tu vitalidad arrolladora, por hacernos disfrutar el arte y emocionarnos con tus obras que nos dejan sin palabras.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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