La pionera de la paleontología moderna
Un día como hoy pero de 1847 se despedía Mary Anning, cazadora de fósiles, paleontóloga autodidacta y coleccionista inglesa que produjo un cambio sustancial en la manera de entender la vida prehistórica en el planeta Tierra.
Nació en 1799 en Lyme Regis, condado de Dorset, sur de Inglaterra. Hijo de María Moore (Molly) y Richard Anning, ebanista y circunstancial vendedor de fósiles a los turistas. Tuvo nueve hermanos/as, de los cuales sobrevivió solo uno. Integró una familia muy pobre y discriminada porque eran disidentes religiosos (protestantes no anglicanos). Por esa razón no fueron aceptados en las escuelas. Desde los seis años Mary acompañaba a su padre a recolectar fósiles y junto a su hermano Joseph tenían una mesa en la parada de la diligencia del pueblo donde los vendían a los curiosos. Era una forma de sumar recursos para vivir.
En 1810 murió su padre y la situación económica de la familia se agravó. Hasta ese momento recolectaban amonitas que vendían a buen precio. Pero en 1811, su hermano encontró un cráneo grande de ictiosaurio (pez lagarto). Mary continuó excavando durante un año hasta que descubrió el esqueleto completo. Más de cinco metros y 60 vértebras. El revuelo fue grande. La chica había descubierto un “monstruo” de la antigüedad. Un curioso lo compró por 23 libras. Con esa suma podían vivir algunas semanas. Los ingresos empezaron a mejorar.
El hallazgo demostró que los animales y el planeta mutaban y que la Tierra era más antigua que lo escrito en las escrituras. En 1818 Mary le vendió otro ictiosaurio al coleccionista Thomas Birch quien organizó una subasta de fósiles y entregó lo recaudado a Mary y su familia. Esta vez fueron 400 libras. La vida empezó a cambiar y Mary comenzó a ser considerada en el mundo de los geólogos. Poco, porque su condición de pobre y mujer no le facilitaba el ingreso a ese mundo selecto y de varones. No obstante, había dado un paso gigante.
Los yacimientos costeros con restos del período Jurásico fueron su capital. Su perseverancia e intrepidez constituyeron el éxito de su silencioso trabajo. Su paciencia y su capacidad para aprender y describir, su aporte a la ciencia moderna. En 1823 un esqueleto casi intacto de plesiosaurio (que significa parecido al lagarto) obtuvo el interés del geólogo William Daniel Conybeare quien realizó una descripción minuciosa y una clasificación precisa.
Mary sabía leer y escribir pero fue perfeccionando sus conocimientos sobre el mundo de la geología. Su instrucción autodidacta se asentaba en la literatura científica a la que accedía y devoraba. Se concentró en la interpretación correcta de lo que encontraba y el significado científico que le asignaban a sus hallazgos. Mantenía una relación epistolar con varios científicos con los que comparaba conceptos y, a su vez, desmontaba falsedades e injurias sobre la verosimilitud de sus descubrimientos.
La gente conocía ese perfil que caminaba diariamente por las playas de manera solitaria: vestido de falda larga, sombrero, chal, martillo y cesta colgante de su brazo. Su bitácora crecía en descubrimientos y descripciones. Su prestigio crecía pero la sociedad conservadora inglesa le jugaba en contra. Su nombre y apellido rara vez aparecía en las noticias. Ese mundo estaba destinado a “los caballeros de la ciencia”. Poco le importó, aunque no fue simpático ni justo.
En 1826 logró comprar una casa con un ventanal a la calle que transformó en vitrina de exhibición y de presentación pública de su tienda: “El almacén de fósiles Anning”. Allí se congregaron geólogos, coleccionistas, reyes y periodistas que adquirían esqueletos y caparazones o tomaban apuntes inesperados para sus notas. Sus aportes a la comprensión de lo que había sucedido hacía millones de años fue modificando creencias centenarias y abría nuevas hipótesis.
En 1828 descubrió los restos de un pterosaurio (lagarto alado, que luego se denominaría pterodáctilo). El primer espécimen de ese estilo en Inglaterra. También se dedicó al estudio de los coprolitos (heces fosilizadas) que ya había hallado en las costas en 1824. Esta vez las descubrió en lo que se suponía habían sido los intestinos de un fósil y pudo descifrar el tipo de alimentación que tenían esos enormes seres prehistóricos.
También estudió los sacos de tinta fosilizada que encontró en el interior de las belemnites (especie de calamar con esqueleto interno). Descubrió que mezclada con agua retomaba su estado original y se podía utilizar para pintar. Fue el furor de los pintores de la zona.
En 1830 se produjo una crisis económica en Inglaterra, una de cuyas consecuencias fue la declinación en la compra de fósiles. Fue entonces que su amigo, el geólogo Henry de la Beche, pintó en acuarela _ Duria Antiquior (Un Dorset más antiguo)_ en la que retrataba la vida prehistórica del lugar basada en los fósiles encontrados por Mary y encargó litografías para venderlas entre amigos, científicos y coleccionistas. Lo recaudado se lo dio a Mary que pudo surfear sus problemas financieros del momento. Se iniciaba el paleo arte.
Al año siguiente halló un nuevo esqueleto de plesiosaurio que vendió en 200 libras. Pero en 1835 realizó una mala inversión y perdió casi todos sus ahorros. Nuevamente, sus amigos la pudieron ayudar. El geólogo William Buckland logró que la Asociación Británica para el Avance de la Ciencia le concediera una pensión por sus contribuciones científicas. Fueron 25 libras mensuales que le permitieron tener alguna estabilidad económica.
En 1839 se dio a conocer su única nota pública en vida. Fue una carta en el “Magazine of Natural History” para cuestionar que un hallazgo reciente de un esqueleto de tiburón prehistórico denominado Hybodus se diera a conocer como una nueva especie. Ella ya lo había descubierto una década y media antes, tanto con dientes rectos o en forma de gancho, pero no la habían tomado en cuenta.
Trabajó o mantuvo correspondencia con actores reconocidos de la ciencia erudita como William Conybeare, William Buckland, Richard Owen (inventor de la denominación dinosaurio que significa lagarto terrible), Adam Sedgwick, Gideon Mandell o el suizo Louis Agassiz. Pero nunca fue aceptada como miembro de la Sociedad de Geología de Londres. Su pertenencia a la clase trabajadora y su condición de mujer fueron vallas insalvables en esa época. El reconocimiento fue posterior a su muerte. Una costumbre muy occidental…
A los 47 años falleció como consecuencia de un cáncer de mama.
Sus descubrimientos fueron claves para iniciar una disciplina diferenciada de la geología que tratara de entender la historia del planeta a través de fósiles con los que reconstruir organismos extintos y los ambientes en que se desarrollaron e interactuaron. Esa disciplina se llamó Paleontología y hoy goza de buena salud.
Salú Mary Anning!! Por tu curiosidad, por transformar una necesidad vital en una forma de vida y en ciencia, por superar el ninguneo de tus contemporáneos, por ayudarnos a ingresar en el medio prehistórico y descubrir un mundo apasionante.
Ruben Ruiz
Secretario General