Julius Fučík
Un día como hoy pero de 1942 era ahorcado por los nazis el periodista y escritor checoslovaco Julius Fučík. En honor a su ejemplo se conmemora en esta fecha el Día Internacional del/ la Periodista. En el tramo final de su vida combatió con la palabra ante la crueldad de sus torturadores y ante la inevitable condena a muerte. Trabajosamente pudo escribir su calvario y encontrar un camino para que sus escritos salieran de la cárcel, que años después, fueron publicado con el título de “Reportaje al pie de la horca”, una obra traducida a más de ochenta idiomas.
Nació en 1903 en Praga. Hijo de María Mottlová y de Karel Fučík, tornero, inspector de ópera y ballet, cantante lírico y bajista de ópera. Estudió Filosofía en la universidad de Pilsen. A los dieciocho años se afilió al Partido Comunista. Simultáneamente inició su carrera como crítico literario y teatral. En 1929 ingresó como redactor y corresponsal de los diarios “Rude Pravo” y “Tvorba” en los que publicó notas periodísticas en las secciones de sociedad y cultura. Fueron famosas sus escritos sobre las posibles consecuencias del advenimiento del nazismo.
A comienzos de la década del ’30 realizó dos viajes a la Unión Soviética, tras lo cual publicó una obra documental titulada _En un país donde mañana ya es ayer” (1932).
En 1938 se casó con la escritora Augusta Kodericova, luego conocida como Gusta Fucikova. Ese mismo año, el gobierno checo cedió la región de los Sudetes al gobierno nazi e impuso una estricta censura sobre el hecho. Al año siguiente la República de Checoslovaquia fue invadida por los nazis y su territorio partido en dos: el Protectorado de Bohemia y Moravia y la República Eslovaca. Julius Fučík fue una de las plumas que se opuso a ambos acontecimientos con vehemencia y precisión literaria.
Se enroló en las filas de la resistencia antifascista y comenzó a escribir bajo el seudónimo de “Profesor Horák”, recuperando a personajes patrióticos de la historia checa que habían enfrentado otras invasiones y a figuras importantes de su cultura.
Ante la carta abierta del ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels que invitaba a los intelectuales checos a someterse al invasor y ofertaba abrir al mercado el cine, el libro y otras producciones culturales, Julius Fučík se opuso públicamente y redactó una pieza de respuesta pública en la que les enrostraba: “…precisamente ustedes, quienes arrasan bárbaramente con toda nuestra producción literaria confiscando y reduciendo a cenizas las mejores obras de los escritores checos.”
En febrero de 1941 integró el Comité Central del Partido Comunista en la clandestinidad. Su función fue la publicación y distribución de las publicaciones ilegales. En abril de 1942 fue detenido por la Gestapo junto a otros seis miembros de la Resistencia. Fue una redada en la que no lo buscaban a él pero alguien se quebró, lo delató y unos días después descubrieron que habían apresado al “profesor Horák”.
La prisión de Pankrác fue su siniestro domicilio. Las torturas sistemáticas fueron su compañía atroz. Su entereza fue la coraza con la que enfrentó a sus torturadores. Su integridad le permitió ingeniar una estrategia para tener contacto con el futuro a pesar de su segura muerte.
En junio de 1942 la Resistencia logró ajusticiar a Reinhard Heydrich, el “carnicero de Praga”, máxima autoridad nazi en la nación checa, en un atentado en el suburbio praguense de Liben. La respuesta de la bestia parda fue feroz. Más de 10.000 arrestos y ejecuciones, especialmente en las localidades de Lídice y Ležáky, que fueron arrasadas. La crueldad en la cárcel de Pankrác creció y fue despiadada. En ese contexto, Julius Fučík describió su calvario y el de sus compañeros de prisión, la barbarie, las pequeñas cuotas de esperanza y solidaridad, la traición, la resistencia, la desesperación, la muerte lenta, la nostalgia por la lejanía de su esposa.
Escribió con lápiz en papeles de cigarrillo, en trozos de papel higiénico y pequeñas hojas que le acercaba sigilosamente un guardiacárcel que también era miembro de la Resistencia. Sus compañeros recogían los escritos, los escondían, los entregaban al guardiacárcel para ser externados de la prisión y distribuidos entre los compañeros/as de lucha.
Escritos de estilo cinematográfico, de frases precisas, minimalistas, con sesgo casi poético.
Fueron 158 hojas manuscritas rescatadas por su esposa Gusta Fučíková, sobreviviente del campo de concentración de Ravensbrück, en un minucioso trabajo de recolección llevado a cabo en los meses posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial y que se transformó en la obra literaria Reportaje al pie de la horca. Algunos fragmentos son para la vitrina del coraje:
“Algunas veces fui a los interrogatorios en autocares de la policí¬a, en los que los guardianes se conducí¬an con moderación. A través de las ventanillas contemplaba las calles, los escaparates de los comercios, los quioscos de flores, la masa de peatones, las mujeres. Si logro contar nueve pares de bonitas piernas, me dije una vez, no seré ejecutado hoy”.
“Que la tristeza jamás se una a mi nombre. Ese es mi testamento para vosotros, padre, madre y hermanas mí¬as; para ti, mi Gustina, y para vosotros, camaradas; para todos aquéllos a quienes he querido. Llorad un momento, si creéis que las lágrimas borrarán el triste torbellino de la pena, pero no os lamentéis. He vivido para la alegrí¬a y por la alegrí¬a muero. Agravio e injusticia serí¬a colocar sobre mi tumba un ángel de tristeza”.
“Has tardado mucho en llegar, muerte. Pese a todo, esperaba conocerte más tarde, después de largos años. Esperaba vivir aún la vida de un hombre libre: poder trabajar mucho, amar mucho, cantar mucho y recorrer el mundo. Precisamente ahora, cuando llegaba a la madurez y disponía todaví¬a de muchí¬simas fuerzas. Ya no las tengo. Se me van agotando. Amaba la vida y por su belleza marché al campo de batalla. Hombres: os he amado. Fui feliz cuando correspondí¬ais a mi cariño y sufrí¬ cuando no me comprendí¬ais. Que me perdonen aquéllos a quienes causé daño. Que me olviden aquéllos a quienes procuré alegrí¬as”.
Al final de su encierro decidió cambiar de estrategia: dio datos falsos o imprecisos. No funcionó. Sus esbirros se enfurecieron. El 25 de agosto de 1943 un tribunal de Berlín lo condenó a muerte. Quince días después lo ahorcaron junto a otros 155 detenidos en tandas de a ocho.
En 1958 el IV Congreso de la Organización Internacional de Periodistas (OIP) estableció el 8 de septiembre como el “Día Internacional del Periodista” en honor al escriba checo.
Salú Julius Fučík! Por tu integridad ante la tortura y la muerte, por tu enfrentamiento visceral contra la locura del nazismo. Porque tu escritura esperanzadora nos ayuda en momentos confusos de desmemoria colectiva y anomia social.
Ruben Ruiz
Secretario General