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Efemérides 04 de Noviembre – Ezequiel Martínez Estrada

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El profeta en el desierto

Un día como hoy pero de 1964 se despedía Ezequiel Martínez Estrada, escritor, poeta, crítico literario y biógrafo argentino. El ensayista del siglo XX autóctono, el cultor del oxímoron, el centrojás de la polémica y la discusión profunda, el lingüista emocional, el masajista de la paradoja, el incansable generador de propuestas para comprender nuestra enigmática realidad.
Nació en 1895 en San José de la Esquina, departamento Caseros, provincia de Santa Fe. Hijo mayor de una pareja humilde, en 1900 se muda con su familia a Goyena, sudoeste de la provincia de Buenos Aires donde su padre abre un almacén de ramos generales. Su educación es autodidacta. Sus libros de cabecera son El Quijote de La Mancha, Historia de España del escritor satírico español Modesto Lafuente (fray Gerundio) y Misericordia de Benito Pérez Galdós. Su aula: la llanura. Su escenografía: las tardes soleadas, las tormentas, los anocheceres. Su impulsor docente: el afán por leer.
Cuando tenía doce años sus padres se separaron y Martínez Estrada su mudó a la casa de su tía Elisa, en la ciudad de Buenos Aires. Ingresó al Colegio Nacional Nicolás Avellaneda pero por problemas económicos tuvo que abandonar los estudios. Comenzó a trabajar en el Correo Central donde desempeñó tareas hasta su retiro en 1946.
Su trayectoria literaria comenzó con artículos en revistas culturales y luego en el campo de la poesía. Publicó Oro y piedra (1918), Nelifelibal (1922), Motivos del cielo (1924), Argentina (1927) y Humoresca (1928) con la que ganó el Premio Nacional de Literatura.
En 1921 se casó con la pintora y escultora ítalo-argentina Agustina Morriconi con quien formó pareja hasta sus últimos días. En 1924 comenzó a dictar clases en el Colegio Nacional de La Plata, cargo que mantuvo hasta 1945. Entre sus alumnos se contaron René Favaloro y Ernesto Sábato.
Lentamente fue abandonando la poesía, se deslizó hacia la narrativa y el teatro y se aquerenció en el ensayo, que fue su marca en el orillo. Se zambulló en un terreno espeso, polémico y agitado: la cuestión del ser nacional. Transitó este arduo camino con sus influencias compinches: los filósofos alemanes Georg Simmel y Oswald Spengler, el neurólogo austríaco Sigmund Freud y el escritor franco-argentino Paul Groussac de quien tomó un principio inalterable: “…la verdad, aunque fea y desagradable, es siempre un bien infinitamente mayor que la piadosa mentira”.
En 1933 publicó su ensayo identitario: Radiografía de la pampa, que también recibió el Premio Nacional de Literatura. Un ensayo de respuesta al entorno opresivo de la dictadura instalada en 1930 que influyó en su escritura. Un análisis riguroso y pesimista de la crisis argentina que, con lamentable actualidad, nos sigue interpelando. Un intento de explicación de las causas de nuestra decadencia recurrente que nacen en la existencia de estructuras y evidencias que continuamente se niegan y, por lo tanto, no se desechan sino que se solapan con fruición. Un estudio a contraluz para develar lo que está oculto y convive con un latente engaño colectivo.
Su diagnóstico, certezas y conclusiones son dramáticamente actuales.
Un país ilusorio que atrajo al invasor con promesas de riqueza fácil, su desilusión indecible y la construcción de una pseudorealidad en la que la frustración no le recuerde la derrota. Una geografía que absorbe al habitante de este paisaje desértico, que lo coloniza, que le produce un cansancio cósmico; las distancias enormes, la población mínima y la inmensa soledad cotidiana. Estos elementos Martínez Estrada los sintetiza como el “factor telúrico”.
Otro aspecto en su análisis es la marginalidad americana. El desarrollo asimétrico y la desconexión entre los pueblos originarios, la incomunicación y el aislamiento suponen factores decisivos. La ignorancia de los conquistadores completa el cuadro. Esa realidad lleva, entonces, a la construcción de permanentes fronteras que son muros civilizatorios frente al acecho “permanente” de los pueblos o naciones vecinas y nos aísla de la dinámica histórica global.
Por último, el factor económico. El sojuzgamiento de los centros de poder sobre América es un factor desencadenante de su tragedia. La metrópoli nos considera marginales y presiona para que seamos colonias o factorías de los recursos que necesitan y no producen. Otro factor inestimable es la construcción de seudoestructuras institucionales que no soportan la presión de la realidad pero que sobreviven y nos envuelven en una ficción permanente.
El desafío, pronuncia Martínez Estrada, es construir un ideal colectivo que enfrente el destino de dependencia, combata la pulsión al aislamiento y defina un perfil nacional capaz de resolver sin hipocresía una fisonomía sólida ante los poderosos y defina un rumbo de mayorías no tuteladas, que superen un síntoma histórico transformado en trauma: el miedo y sus reacciones autodestructivas. Cualquier similitud con el presente es mera casualidad…
En 1940 publicó La cabeza de Goliath en la que diseccionó en forma microscópica a la ciudad de Buenos Aires, su peso político, la realidad de la urbe, las fachadas y relaciones ficticias, la coyuntura histórica de la época, la relación con la modernidad, la distancia entre la vida urbana y rural, los desequilibrios del espejismo social y su potencial degradación futura.
Su tránsito por estos temas espinosos continuó con Sarmiento (1946), Los invariantes históricos en el Facundo (1947) y _Muerte y transfiguración del Martín Fierro (1948), un detallado estudio del poema nacional escrito en dos volúmenes. Paralelamente publicó obras críticas como Panoramas de las literaturas y Nietzsche, filósofo dionisíaco.
En 1949 se mudó a Bahía Blanca y trabajó como profesor de la Universidad Nacional del Sur. En 1951 publicó El maravilloso mundo de Guillermo Enrique Hudson y, tras cartón, sufrió una neurodermatitis melánica, afección de origen psicosomático que lo mantuvo postrado durante cuatro años en varios nosocomios. Mediante diversos tratamientos y terapias de sueño prolongado logró superar la afección.
Cuando despertó ya había ocurrido el golpe de estado de 1955 y volvió por sus fueros. Martínez Estrada fue un antiperonista convencido y un argumentador implacable. No obstante, también se enfrentó a la brutalidad golpista. Desplegó una serie de escritos de encendido contenido políticos que llamó “Catilinarias”. Uno de ellos, produjo una polémica intensa: _Qué es esto? _. Una crítica profunda al papel jugado por la intelectualidad argentina durante el gobierno peronista y, a la vez, un reconocimiento de la vitalidad del movimiento popular y -casi en soledad- el convencimiento explícito de su capacidad de sobrevivencia política.
En 1957 asumió la presidencia de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. En 1959 volvió a la poesía con Las coplas del ciego y Otras coplas del ciego. Su enfrentamiento con gran parte de la intelectualidad lo llevó a autoexiliarse en México donde trabajó como profesor en el Instituto de Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Autónoma de México. En 1960 publicó Análisis funcional de la cultura con la que obtuvo el Premio Casa de las Américas. Viajó a Cuba a recibir el galardón y quedó prendado con los principios de la Revolución Cubana. Su estadía se extendió, publicó Diferencias y semejanzas entre los países de América Latina en la que también fijó semejanzas con los pueblos africanos y asiáticos y fue designado director del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Casa de las Américas en La Habana.
La efervescencia intelectual con la marcha de los acontecimientos en Cuba marcó su etapa de notas y artículos más precisos sobre el colonialismo y el imperialismo y un estudio sesudo sobre la obra de José Martí al que dedicó tres libros de publicación póstuma. A finales de 1962 retornó a Bahía Blanca y continuó la saga de su experiencia cubana con otros tres volúmenes. Sus últimas obras fueron una crítica literaria titulada Realidad y fantasía en Balzac y el poemario Tres poemas del anochecer, publicados en 1963.
En el verano de 1964 falleció en su casa de Bahía Blanca, producto de graves dolencias físicas.
Polemista de fuste, amante de la paradoja, cultor de la intervención crítica de los intelectuales en la realidad, literato cuidado y ampuloso reivindicado masivamente en forma póstuma.
Salú Ezequiel Martínez Estrada! Por tu honestidad frontal, por tu pluma variada e incisiva, por tu confrontación con la hipocresía social, por tu trabajoso estudio para desentrañar las causas reiteradas de nuestros fracasos y la firmeza para buscar salidas y épicas necesarias.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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