img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
home2
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_18
img_home_13
img_home_13
img_home_12
img_home_11
img_home_7
previous arrow
next arrow
Shadow

Efemérides 18 de Febrero – Martín Lutero

Compartir

 

El reformador imprevisto

Un día como hoy pero de 1546 se despedía Martín Luther, teólogo, filósofo y fraile agustino alemán que impulsó un movimiento de renovación religioso y cultural denominado Reforma protestante, del cual se constituyó en figura central. Dicha Reforma rechazaba la autoridad del papado y exhortaba a un retorno a las enseñanzas originales de la Biblia; acabó con la supremacía unívoca de la Iglesia de Roma en Europa, dio nacimiento a la formación de iglesias protestantes con diversos perfiles (especialmente en el norte continental) y tuvo un profundo impacto en la vida social, económica y política de Occidente.
Martín Lutero nació en 1483 en la localidad de Eisleben, actual región de Sajonia-Anhalt, en territorio del antiguo Sacro Imperio Romano Germánico. Hijo mayor de la pareja formada por Margarethe y Hans Luther. Su padre era un campesino que había vendido un terreno y comprado una mina de cobre. Con el tiempo fue dueño de media docena. No obstante, la constante familiar fue una vida humilde en un ambiente rural duro, primitivo y devoto.
En 1484 la familia se mudó a Mansfeld, localidad rural donde se encontraban las minas de cobre. Lutero cursó sus primeros estudios en ese pueblo y luego concurrió a instituciones de Magdeburgo y Eisenach. Su padre pretendía que fuera funcionario civil pero los caminos de la vida rumbearían para otros lares. En 1501 ingresó a la universidad de Erfurt. Alcanzó el grado de bachiller al año siguiente y obtuvo el título de Magister Altium en 1505. Ingresó a la facultad de Derecho pero no le pareció interesante. Se volcó a la filosofía y tampoco se sintió atraído.
Un episodio fortuito cambió su visión de la vida. Camino a la facultad se produjo una tormenta eléctrica. Un rayo cayó muy cerca de él. Asustado, se encomendó a Santa Ana y prometió convertirse en monje si se salvaba. Tomó la promesa como un juramento, vendió sus libros e ingresó al monasterio agustino de Erfurt. La relación con su padre se tensó pero no aflojó.
Su vida se remitió al ayuno, el rezo, la peregrinación y la confesión. En 1507 fue ordenado sacerdote; al año siguiente se recibió de bachiller en Estudios Bíblicos y comenzó a dar clases de Teología en la universidad. En 1511 fue trasladado a la universidad de Wittenberg donde continuó su tarea docente y sus estudios. En 1512 se graduó como Doctor Biblicus. Tres años más tarde fue ordenado vicario y tuvo a su cargo la dirección de once monasterios. Al mismo tiempo, estudió griego y hebreo que fueron de gran utilidad para sus futuras traducciones.
Lutero tenía terror a la muerte y no conciliaba su devoción hacia un Dios implacable y todopoderoso con las debilidades humanas que inevitablemente llevaban a no lograr el perdón. Comenzó un estudio profundo de las Escrituras, a develar nuevos sentidos de términos como penitencia o probidad, a encontrar un camino para superar sus dificultades espirituales y descubrir un espacio de comunión con la deidad. Los escritos le dieron pistas concretas para alcanzar ese estado más armónico que no había encontrado en las enseñanzas de la iglesia.
Influido por esa vocación humanista, su acercamiento al sentido bíblico primitivo y la doctrina de la justificación solo por la fe llegó a la conclusión de que la iglesia de su época comprendía en forma incorrecta el Evangelio de Jesús, introdujo una distinción clave entre la interpretación que se hacía de la Ley de Moisés y de los Evangelios que, según su opinión, creaban errores teológicos severos y cuestionó la visión del dios que promovía la iglesia medieval.
Se comenzó a preguntar ¿Qué objeto tenían las reglas y diezmos que la iglesia imponía a sus creyentes?, ¿en qué lugar de los textos se justificaba el purgatorio y los tormentos que debían sufrir los pecadores?, ¿Cuál era la justificación bíblica para la existencia del Papa?
Además, observaba cotidianamente la frivolidad y el dispendio con que vivían las autoridades eclesiásticas y empatizaba con el descontento que existía entre los creyentes por la degradación visible de la iglesia. No fue el primero. Ya en la Edad Media baja (siglos XIV y XV) alzaron su voz el inglés John Wyclif (que fue desenterrado y quemado postmortem por considerarlo un traductor hereje) o el bohemio Jan Hus (que fue quemado en la hoguera y cuya muerte desató la rebelión de los husitas) con críticas similares a las producidas por Lutero.
Su punto de inflexión fue la venta indiscriminada de las indulgencias (bulas o documentos mediante los cuales supuestamente se reducían los tiempos en el purgatorio que debían pasar los pecadores o las penas temporales en vida por los daños producidos). Cuando más grande era el pecado más oneroso era el perdón. Surgió así la frase popular “Tan pronto suena la moneda que se echa en la caja un alma sale volando fuera del purgatorio al cielo”. Desde su puesto de predicador y confesor de la iglesia de Santa María combatió esa práctica que, sostenía, alejaba a los fieles del arrepentimiento verdadero.
Lutero predicó tres sermones contra las indulgencias sin éxito. El 31 de octubre de 1517 clavó en la entrada de la iglesia del Palacio de Wittenberg su famoso “Cuestionamiento al poder y eficacia de las indulgencias”, conocido en el llano como “95 Tesis”. Era una invitación pública a debatir sobre el alcance de esas bulas y contra la avaricia y el paganismo. La reacción de la jerarquía eclesiástica fue pertinaz. Las posiciones de Lutero se afirmaron y la tensión creció.
Su astucia, su determinación y la imprenta le jugaron a favor. En dos semanas su obra se había diseminado en Alemania y en dos meses en varios países de Europa. Ya era un influencer.
Publicó “Sermón sobre la indulgencia y la gracia”, enfrentó las doctrinas de la “Tesorería de la iglesia” y “De los méritos”, se opuso el concepto de las “buenas obras” y sus enormes erogaciones, puso en duda la autoridad y el poder papal, solicitó un concilio (sínodo donde los obispos deben resolver controversias). Completó su vuelco doctrinario con “Llamamiento a la nobleza cristiana de la nación alemana”, “La cautividad babilónica de la Iglesia” y “Sobre la libertad cristiana”. Finalmente, fue excomulgado por hereje. Se refugió un año en Sajonia bajo la protección de Federico el Sabio y se dedicó a traducir el Nuevo Testamento.
Liberado de su obediencia la iglesia católica diseminó sus ideas reformistas. La traducción de sus obras al alemán fue un acontecimiento cultural, dotó a su travesía de cierta cercanía y permitió la aparición de divulgadores que leían la doctrina a miles de analfabetos y enseñaban a leer. La palabra (escrita o hablada) y la música fuera de los recintos fueron otros aliados.
Nacía la Reforma protestante. Algunos pilares fueron claves: el hombre puede salvarse sólo por su fe y por la gracia de Dios y no alcanza con las buenas obras; la relación directa del individuo con Dios que implicaba la desaparición del papel mediador de la Iglesia y el monopolio exclusivo del clero; validó como sacramentos el bautismo y la eucaristía y rechazó los demás; proclamó la independencia de las iglesias nacionales (nacieron doctrinas teológicas locales en la propia Alemania, Inglaterra, Suiza, Bohemia); impulsó la abolición del celibato. Con el tiempo fueron surgiendo versiones más sectarias, más conservadoras o más fanáticas.
En 1523 se casó con Catalina de Bora, monja escapada de un convento y convertida al luteranismo con quien tuvo tres hijas y tres hijos y fue figura relevante en la nueva doctrina.
Su oposición a las autoridades eclesiásticas le dieron legitimidad entre los campesinos y también entre algunos nobles alemanes deseosos de mayor independencia del poder instituido, tanto monárquico como religioso. Sin embargo, fue dubitativo ante la lealtad de los más pobres y fue refractario ante hechos decisivos como la “Guerra de los Campesinos”. Algo similar pasó con sus posiciones antisemitas o respecto a la práctica de la magia y la brujería.
La aparición de la Reforma y la reacción de la iglesia católica, utilizadas con perversión por intereses políticos y económicos, desató las “guerras religiosas” (Guerra de los Treinta Años) con un saldo de ocho millones de muertos. Un precio muy alto en vidas que no pudo evitar la consolidación del protestantismo en el norte europeo y su correlato en territorios colonizados.
En el invierno de 1546 murió en su natal Eisleben. Fue enterrado en la iglesia de Wittenberg.
Un personaje disruptivo, polémico, decidido que cambió en forma radical una parte de la historia occidental y puso en jaque las jerarquías que parecían inamovibles y todopoderosas…

Ruben Ruiz
Secretario General 


Compartir
Volver arriba