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Efemérides 25 de Febrero – Lidia Poët

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Primera abogada en Italia

Un día como hoy pero de 1949 se despedía Lidia Poët, docente y abogada italiana, luchadora consecuente por la igualdad de derecho de las mujeres, por el sufragio femenino en su país, por el derecho de los menores y los presos y cuya inhabilitación para desempeñar su profesión originó un movimiento ciudadano para exigir que las mujeres pudieran ejercer la abogacía y ocupar cargos públicos.
Nació en 1855 en la localidad de Perrero, situada en el valle Germanasca, región de Piamonte. Hija de una pareja de confesión valdense (pertenecientes a una rama del cristianismo occidental muy perseguida por la Iglesia, de características ascéticas y que rechazaban la veneración de imágenes, de la cruz, de las reliquias y de María; las oraciones a los santos, la conversión de las sustancias del pan y el vino en sustancia del cuerpo de Cristo, la existencia del Purgatorio, el arrepentimiento de última hora, la necesidad de que la confesión fuera realizada por sacerdotes, las misas por los muertos y las indulgencias papales).
Cursó sus estudios en el Collegio delle Signorine di Bonneville, en Aubonne (Suiza) y después en la escuela secundaria Giovanni Battista Beccaria, en Mondovi. Obtuvo el título de Maestra Superiore Normale, el de Maestra de inglés, alemán y francés (idiomas que hablaba y escribía con fluidez) y el certificado de Estudios Clásicos. Además, dominaba el griego y el latín que había estudiado en forma independiente.
A los 17 años quedó huérfana de padre pero recibió el apoyo irrestricto de su madre para continuar los estudios. Se mudó a Turín junto a su hermano Giovanni Enrico y se inscribieron en la facultad de Derecho de la Universidad turinesa. Se graduó en 1881 tras cursar la carrera y defender la tesis que tituló “La condición de la mujer en la sociedad y el derecho al voto femenino”. En los siguientes dos años continuó su perfeccionamiento en el estudio del abogado y senador Cesare Bertea, ubicado en Pinerolo. Asistió a sesiones en los tribunales y realizó prácticas forenses.
Aprobó un examen complementario de calificación para ejercer la abogacía y solicitó el ingreso a la Orden de Abogados y Fiscales de Turín. Hubo oposiciones en la institución pero finalmente hubo acuerdo y Lidia Poët pudo inscribirse el 9 de agosto de 1883.
Ante esa decisión, el Fiscal General del Reino apeló con el argumento de que las mujeres no podían ejercer la abogacía porque era un cargo público y su admisión requería un artículo específico en la ley que no existía. La norma no permitía ni negaba esa posibilidad. Había un gris que fue aprovechado para bloquear su ingreso a la judicatura.
Lidia Poët presentó una apelación ante el Tribunal de Casación. El 11 de noviembre de ese año el tribunal confirmó el fallo del tribunal inferior, determinó que la inscripción en cuestión era ilegal y la inhabilitó para ejercer la abogacía.
Los argumentos eran brutales: “…la abogacía sólo podía ser ejercida por varones, mientras que las mujeres no debían inmiscuirse porque sería de mala reputación y feo ver a las mujeres descender al gimnasio forense y agitarse en medio del clamor de los juicios públicos». O “…que se verían obligadas a ocuparse de asuntos que difícilmente correspondieren a mujeres honradas». O “…la incompatibilidad entre la toga y el extraño y estrafalario atuendo que suelen llevar las mujeres, con el riesgo de distraer con su presencia el curso regular de las vistas”.
Posteriormente, en la discusión pública se incorporaron otros argumentos falaces: “que debido a la menstruación, una vez al mes una mujer no tendría la objetividad y serenidad necesarias para atender adecuadamente a sus clientes” o “que, según el Código de Familia, las mujeres no podían acceder a cargos públicos ni gozar de autonomía económica (en cabeza de los hombres) o desplazarse de forma independiente y frecuentar lugares normalmente vetados al género femenino con lo que se condicionaría gravemente su trabajo, minando su fiabilidad y eficacia profesional y perjudicando así a su cliente”.
El revuelo fue generalizado y la mayoría de los medios de comunicación se posicionó a favor de que pudiera trabajar como abogada. No obstante, la sentencia no se alteró.
No abandonó la profesión. Se incorporó al estudio de su hermano y, a pesar no poder asistir a vistas judiciales ni firmar documentos judiciales, colaboró en los escritos y en el armado de la ingeniería jurídica del bufete. Se implicó en la defensa de los derechos de los menores, las mujeres, los presos y los marginados. A finales de 1883 participó del Congreso Internacional de prisiones donde puso en evidencia la ineficacia de las normas punitivas y sostuvo que la educación y el trabajo eran los pilares de la rehabilitación. Propuso cursos de formación y medidas prácticas para la reinserción en la sociedad de los reos liberados. Los congresos posteriores tomaron muchas de sus propuestas. Nacía el moderno sistema penitenciario.
En 1903 se incorporó al Consejo Nacional de Mujeres Italianas en cuyo programa logró incluir temas como el sufragio universal, la emigración y la educación. Dirigió la sección jurídica de los dos primeros Congresos del Consejo realizados en 1908 y 1914.
La Primera Guerra Mundial implicó profundos cambios sociales. Al reclutamiento de hombres para combatir en el frente le sucedió la incorporación de las mujeres en el manejo de los negocios y el cuidado de la familia. Lidia Poët se incorporó como voluntaria a la Cruz Roja y, simultáneamente, impulsó las movilizaciones por el reconocimiento de los derechos femeninos. La presión de las mujeres y la propia realidad hicieron que algunas cosas cambiaran. El 17 de julio de 1919 se aprobó la ley número 1176 (ley Sacchi) titulada «Normas relativas a la capacidad jurídica de la mujer», que eliminaba la hegemonía masculina sobre las relaciones maritales y en su artículo 7º fijaba el derecho de la mujer a ingresar en el empleo público, con exclusión de las funciones en el poder judicial, la política o el ejército.
Esa ley permitió que en 1920 Lidia Poët fuera admitida en la Orden de Abogados y Fiscales de Turín y se convirtiera en la primera abogada de Italia. Tenía 65 años.
Su lucha por la legalización del voto femenino nunca decayó. En 1922 fue elegida presidenta del Comité Pro-voto de Mujeres de Turín. El objetivo final se pudo cumplir cuando fue derrotado el fascismo. El 1º de febrero de 1945 el gobierno provisional firmó el decreto legislativo Nº 23 que otorgó el derecho al voto a las mujeres italianas que tenían al menos 21 años. La presión continuó y el 10 de marzo de 1946 el gobierno firmó el decreto Nº 74 que les confería el derecho a las mujeres a ser electas. Ahora sí eran sujetos de pleno derecho. En las primeras elecciones políticas y constituyentes del 2 de junio de 1946 la participación femenina fue abrumadora y fueron electas 21 mujeres, entre las que se encontraron la democristiana María Federici, las comunistas Nilde Iotti y Teresa Noce y la socialista “Lina” Merlín.
En el invierno de 1949 su corazón dejó de dar batalla en la localidad de Diano Marina, Liguria.
Salú Lidia Poët! Pertinaz, paciente, decidida, digna abogada turinesa matriculada.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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