Ordenador del idioma español e impulsor de una lengua compañera del saber
Un día como hoy pero de 1522 fallecía Antonio Martínez de Cala y Xarana (que luego agregó Elio en honor a los caballeros romanos que se casaban con andaluzas y de algunos emperadores como Adriano y Trajano procedente de la provincia Bética y que finalmente añadió -en mérito a su lugar de nacimiento- el topónimo Lebrissa que derivó en Nebrija). Historiador, gramático, filólogo, lingüista, traductor, impresor, editor, lexicógrafo, pedagogo, cronista real, escritor y poeta español que escribió la primera gramática castellana, el primer diccionario latino-español y un posterior español-latino en el ámbito de las llamadas lenguas vulgares (lenguas vernáculas preferentemente orales empleadas por el pueblo en la vida cotidiana en lugar de la lengua literaria latina).
Nació en 1444 en la villa de Lebrija, provincia de Sevilla. Hijo de Catalina Martínez de Jarana y de Juan Martínez de Cala, el Viejo, campesinos que habían eludido la servidumbre. Hasta los quince años vivió en su pueblo natal hasta que emigró para cursar estudios superiores en la universidad de Salamanca. Luego de cinco años como bachiller de Artes cambió de rumbo y enfiló hacia Bolonia con una beca concedida por el obispado de Córdoba, para estudiar Teología. Ingresó en el Real Colegio de España de la universidad boloñesa.
Pero allí descubrió otra novedad: la disputa por una nueva gramática que recuperara el latín clásico y se introdujera en la edición crítica de textos de autores antiguos. Las obras de Lorenzo Valla, Angelo Poliziano, Pomponio Leto y de otros humanistas lo sedujeron y lo convencieron. Fueron diez años de estudio y observación sobre la decadencia en el uso de la lengua latina.
En 1470 retornó a España. El arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, lo hizo secretario y preceptor de su sobrino (posteriormente obispo en Badajoz, Córdoba, Palencia y Burgos). Su centro de operaciones fue la capilla de la Granada, situada en el Patio de los Naranjos. En 1473 se radicó en Salamanca. Inició su carrera académica como lector de Elocuencia y Poesía y luego ganó el cargo de docente de Gramática y Retórica en la prestigiosa Universidad de esa ciudad.
Notó la necesidad de recuperar el buen uso de la lengua latina y su pasado cultural. El trabajo docente lo enfrentó a una realidad inesperada: no le podía proponer a sus estudiantes ningún manual porque no existía ninguno que se ajustara a sus ideas y su método. Había que crearlo. Sostenía que era necesario combatir la ignorancia imperante, la deformación tanto del concepto de ciencia como la didáctica en otras disciplinas y el empobrecimiento de la lengua. Su herramienta insignia fue la Gramática. Su bastión la universidad de Salamanca.
En 1481 publicó su primer libro impreso: Introducciones latinas. Una obra novedosa que describía y ordenaba las conjugaciones y declinaciones; listaba preposiciones, adverbios, conjunciones e interjecciones más habituales y sostenía su minucioso estudio sobre tres pilares: letras y sonidos, palabras o vocablos, y sintaxis o construcción sintáctica.
Fue un punto de partida para sus alumnos: tenía observaciones breves sobre las letras, la sílaba, los diptongos, se detenía con sencillez en la sintaxis, desgranaba las pautas de uso de las palabras griegas volcadas al latín y un capítulo final dedicado a su combate frontal contra el barbarismo y el solecismo (el error en la combinación de las palabras o en el orden en que se colocan en una frase). Estaba acompañado por un glosario sobre nombres propios, comunes y verbos del griego con aclaraciones en latín y su correspondiente información gramatical y un breve diccionario con explicaciones en latín y su correspondencia en castellano.
Se convirtió en un best-seller. Los primeros mil ejemplares se vendieron como el pan. Luego llegaron las impresiones en el resto de la península ibérica, Países Bajos, varias ciudades de Francia, Venecia, Amberes, Colonia.
En esa época se casó con Isabel de Solís con quien tuvo siete hijos. La Iglesia le retiró inmediatamente su asignación económica y sobrevivió a duras penas con el sueldo de profesor de universidad. En 1487 consiguió el mecenazgo de don Juan de Zúñiga, Maestre de Alcántara, en Extremadura. Se trasladó a Zalamea de la Serena, abandonó la carrera eclesiástica y se sumergió en la filología. Fue una etapa muy productiva y de gran relevancia.
En 1492 publicó Gramática castellana. Una obra profusa y decisiva para la masividad de esta lengua, dividida en capítulos en los que se ocupó de la ortografía, la prosodia y la sílaba, la etimología y la dicción, la sintaxis y el orden de las partes de la oración y, en el último, sobre «introducciones de la lengua castellana para los que de extraña lengua querrán aprender».
Fue la primera obra dedicada a una lengua vulgar en Occidente. Descubrió las reglas gramaticales del castellano, las ordenó y transcribió en forma precisa, entendible y confiable. Y propuso un principio rector: adecuar la escritura a la pronunciación.
Ese mismo año publicó el Diccionario latino-español, una obra bilingüe cuyo objetivo era recuperar el caudal léxico del latín clásico en contraposición al degradado latín medieval y mejorar el conocimiento del latín entre las personas cultas. Un verdadero diccionario integral, sistematizado y moderno, con un lema latino y su equivalente en castellano en cada entrada y con abreviaturas que indican el registro y la variante a la que pertenece cada palabra.
En 1494 revirtió el procedimiento y publicó* Vocabulario, de romance en latín*, una obra lexicográfica impresa en lengua española, que recopiló términos en lengua propia y sus equivalentes en latín, incluyó vocabulario referente al Derecho, la Medicina y la Teología y estableció parámetros para sentar las bases del estudio y estandarización del idioma español.
En 1502 comienza su intervención como latinista en un proyecto del arzobispo de Toledo, Francisco Giménez de Cisneros, que se había trasladado a Granada en plan de evangelización. Ese proyecto era la edición de una Biblia que reuniera las versiones en sus idiomas originales, hebreo, arameo, griego, junto a su traducción latina y se llamó Biblia políglota complutense. Nebrija sostenía que se necesitaba una revisión de la Vulgata, traducción del texto bíblico al latín realizado por San Jerónimo mil años antes. Esa posición encontró una fuerte oposición del equipo teológico y Nebrija se retiró.
Pero la Inquisición no perdonó y le inició un proceso en su contra para evitar la prosecución de sus estudios filológicos que retomaran la versión original de los textos bíblicos y para que los teólogos tuvieran la primacía de la versión pública de la Biblia. El proceso fracasó gracias a la intervención del cardenal Francisco Giménez de Cisneros.
Fue absuelto y en 1507 publicó Apología, que fue su público alegato de defensa ante el Santo Oficio en referencia a sus concienzudos estudios. Fue una pieza literaria y jurídico-política ante las graves acusaciones sufridas por ser un gramático y no un teólogo quien pretendiera enmendar el texto de las Sagradas Escrituras. Se transformó en una obra en favor de la libertad de pensamiento, de conciencia, de expresión y contra la represión eclesial y real, la censura y el control ideológico. Un hito de las corrientes humanistas en el Renacimiento.
Despreciado en su intento por retornar a la universidad de Salamanca su mecenas, Francisco Giménez de Cisneros, le ofreció la Cátedra de Retórica en la universidad de Alcalá. Un lugar propicio para continuar escribiendo. Como ejemplo publicó Sobre las letras hebreas con algunas anotaciones sobre las sagradas escrituras_Tabla de la diversidad de los días y horas, Reglas de ortografía en la lengua castellana, Diccionario latín-francés, Reglas de ortografía en la lengua castellana (póstuma) y otras obras pedagogía, medicina, derecho, numeración, pesas y medidas, cosmografía, teología, arqueología. Un todoterreno.
Un verano de 1522 su pluma, su búsqueda literaria y lexicográfica y su curiosidad detuvieron su marcha. Las letras, palabras y frases quedaron tristes sin su compañía señera.
Salú Elio Antonio de Nebrija! Por enseñarnos que la lengua siempre es una empedernida compañera del saber.
Ruben Ruiz
Secretario General