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Efemérides 08 de Febrero – Brassaï

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El fotógrafo nocturno que se convirtió en el ojo de París

Un día como hoy pero de 1984 se despedía Gyula Halász (cuyo seudónimo era Brassaï en honor a su lugar de nacimiento), fotógrafo autodidacta, periodista, ilustrador, escultor, escritor y cineasta húngaro considerado uno de los más grandes artistas de la lente del siglo XX que retrató como pocos la vitalidad y el lado oscuro de París.
Nació en 1899 en Brassó, ciudad de Transilvania que en esa época pertenecía al imperio austro-húngaro y hoy se denomina Brașov y pertenece a Rumania. Hijo mayor de la pareja formada por Mathilde Verzar, de ascendencia armenia y religión católica y de Gyula Halász, profesor de literatura. Cursó sus estudios en su ciudad natal donde demostró gran talento para el dibujo y dominio del húngaro, el francés y el alemán.
Durante la Primera Guerra Mundial se refugió con su familia en Budapest donde terminó sus estudios secundarios y se graduó. A pesar de la continuidad de las hostilidades prosiguió estudios de pintura y escultura en la Academia Húngara de Bellas Artes en Budapest. En el otoño de 1917 fue convocado al servicio militar y se incorporó al regimiento de caballería austrohúngaro, pero un esguince de rodilla y su posterior período de recuperación en un hospital militar, evitaron su participación en los combates. Finalizada la conflagración se alistó en el Ejército Rojo húngaro, en apoyo de la efímera República Soviética de Hungría, que duró tan solo 133 días y fue reemplazado por un gobierno conservador con su secuela represora.
Huyó a Berlín, donde trabajó como periodista para periódicos húngaros e ingresó a la Academia de Bellas Artes de Berlín-Charlottenburg en la que profundizó sus conocimientos de pintura, música, teatro, literatura y poesía. En 1924 viró su brújula y enfiló hacia París. Se reencontró con amigos húngaros de su estadía berlinesa y se instaló en Montparnasse.
Perfeccionó su francés y reincidió en su trabajo periodístico para diarios alemanes y húngaros. Incorporó caricaturas y fotografías dibujadas a sus artículos. Era una época en que la fotografía comenzaba a reemplazar a las ilustraciones. Creó su propio estudio y luego se asoció con la agencia de fotografía alemana Mauritius Verlag. En 1925 llegó a París el experimentado fotógrafo húngaro André Kertész. Se pegó a Gyula, lo introdujo en los secretos de la fotografía nocturna y colaboraron con el semanario francés Vu. Abandonó su inclinación por la pintura y la escultura y se sumergió en el mundo de la fotografía. Nacía Brassaï.
Fue parte de una pléyade de fotógrafos de entreguerras que, por razones desconocidas, eran casi todos húngaros: László Moholy-Nagy, György Kepes, André Kertész, Károly Escher, Martín Muncácksi, Zoltán Glass, Ata Kandó, Lucien Hervé y el gran Robert Capa (Endre Ernö Friedmann) quien llegó a decir. “Para ser un gran fotógrafo, primero y antes que nada, se necesita ser húngaro.” Su grupo de amigos, a quienes también retrataba, se ensanchaba: los pintores Pablo Picasso, Henri Matisse, Joan Miró, el escultor Antonio Giacometti, los escritores Jean Genet, Henry Miller, León-Paul Fargue, los poetas Jacques Prévert, Henri Michaux.
En esa época conoció al gran fotógrafo de la arquitectura y las calles parisinas de fines del siglo XIX y principios del veinte, Eugène Atget, quien ejerció una gran influencia en su estilo.
Las imágenes de Brassaï eran cada vez más requeridas. Comenzó a colaborar con “Paris Magazine”, “Pour lire à deux”, “Scandale”, “Voilá” y “Regards”. Su fuerte: la combinación de mundo delictivo y sexualidad. También trabajó en la revista de arte Minotaure, refugio de los surrealistas en donde trabó amistad con Man Ray, Salvador Dalí, Paul Éluard, André Breton. Otro mundo, otra visión, una oportunidad de conocer los misterios de ese universo mágico.
En 1933 lanzó una recopilación de fotos en su libro titulado Paris de nuit (París de noche). Fue un impacto al plexo. El mundo del blanco y negro, el reino de los adoquines, las veredas parisinas, las sombras, las siluetas sugerentes, el imperio de la lluvia y la niebla, elegancia y sordidez, paz y misterio. Una revolución técnica para una época ansiosa de arte desacralizado.
Dos años más tarde publicó Voluptés de Paris (Placeres de París). Retrató a las prostitutas callejeras, los bailes gays, maleantes con trajes y gorras oscuras, la vapuleada comunidad portuguesa, trabajadora y pobre junto “Kiki” la reina de Montparnasse, al Casino de Paris y otros lugares de encuentro citadino. Su intención artística se vio enfrentada a la interpretación superficial y voyerista que tuvo su trabajo. Fue un aprendizaje para futuros retratos.
Con esos reparos continuó su búsqueda de imágenes en el submundo parisino y en los encuentros de la aristocracia y la burguesía. Clubes, burdeles, prostitutas esperando clientes con dignidad y elegancia callejera, bares y cafeterías con mujeres fumando desafiantes y seductoras, cuerpos inertes en la calle, policías pétreos, amantes, besos robados en esquina solitarias y faroles tenues, pasos perdidos y otro mundo paralelo: desfiles de moda, vestidos caros, salones de fiesta, restaurantes, plateas de teatro. Cotidianeidad, disloques sociales, lejanías, la nocturnidad variopinta, retratadas sin filtro.
Su manera de trabajar con la cámara era personal. En las escenas exteriores, su tiempo de obturación tenía como medida de tiempo la duración de un cigarrillo. En interiores, colocaba su cámara en un trípode, abría el obturador y, en forma aleatoria, disparaba un destello de luz.
De golpe, se presentó la Segunda Guerra Mundial. Resistió en París. Obtuvo documentos rumanos falsos y trabajo en un encargo clandestino de su amigo Picasso: fotografiar esculturas para un libro en ciernes. Además, se enfrascó en el dibujo, también por impulso de su amigo malagueño. En 1945 pudo exponer esas ilustraciones en su ciudad adoptiva con relativo éxito.
En 1949 adquirió la nacionalidad francesa y se casó con la fotógrafa francesa Gilberte-Mercédès Boyer que tuvo gran influencia en su estilo de trabajo futuro. Trabajó para la revista estadounidense Harper’s Bazaar que le permitió encontrarse con nuevas realidades que implicaron otros desafíos artísticos. Diferentes estéticas y realidades callejeras y arquitectónicas en EE UU, Brasil, España, Escocia, Italia, Marruecos, Grecia, Turquía.
En 1956 estrenó el film Mientras haya animales que recibió el premio a la película más original del Festival de Cannes. Tampoco se privó de escribir. Publicó diecisiete libros entre los que se destacaron Historia de María y Conversaciones con Picasso En 1961 publicó Graffiti. Colección de fotografías de los gritos y arañazos en las paredes parisinas, capturadas durante tres décadas. Coleccionista empedernido de imágenes y objetos pudo generar una secuencia fotográfica que puso a esa veta artística en otra escala de consideración.
Fue uno de los primeros retratistas en considerarlo un arte.
Brassaï dejó de tomar nuevas fotografías profesionales en 1962, coincidente con el momento del fallecimiento de Carmel Snow, la editora de Harper’s Bazaar en Nueva York. Au revoir…
Si Eugène Atget capturó la esencia del viejo París y Robert Doisneau capturó el lado más leve del París diurno en la posguerra, Brassaï retrató el mundo saturado de entreguerras, a sus criaturas nocturnas, luz difusa que emana belleza húmeda, intriga, violencia, amor, espesura.
En el verano de 1984 guardó su cámara definitivamente en Beaulieu-sur-Mer, Alpes-Maritimes, sur de Francia. Quizás fue de noche. Rodeado de mundos retratados con maestría directa y de una instantánea enorme llena de personajes anónimos que lo saludaron agradecidos.
Salú Brassaï! Por iluminar la enigmática oscuridad nocturna que no solo es luna y estrellas…

Ruben Ruiz
Secretario General 


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