Un virus trastocó los modos de vida, relaciones sociales, prácticas sanitarias y económicas, prioridades, certezas y preguntas de la humanidad. Se afianzaron la solidaridad y la importancia de los trabajadores/as de la salud, de los servicios públicos tanto en las emergencias, en el mantenimiento y la operación o mediante el teletrabajo (luz, gas, agua, telecomunicaciones), de transporte de personas y de cargas, recolección de residuos, de los supermercados, almacenes y farmacias, de los laboratorios, de la producción de alimentos, de la educación a distancia, de los bancos, de quienes trabajan en empresas de aplicaciones y todavía no son considerados trabajadores/as plenos ante la ley, de los informáticos, de la seguridad ciudadana. Y también, se afianzó la necesidad de contar con un Estado fuerte y eficiente, con inventiva privada en función del bienestar colectivo y con la impostergable cooperación internacional.
Por otra parte, se percibe con claridad la inutilidad del individualismo, de las guerras, de la codicia por ganar dinero a costa del sufrimiento de los demás (remarcando precios, escondiendo productos o cobrando intereses impagables en una economía muy achicada). También, la injustica de haber condenado a millones de personas a la pobreza e indigencia, la falta de políticas públicas sostenidas en salud, educación, ciencia, tecnología e innovación, y la persistencia de una corrosiva desigualdad social y económica que agrava los riesgos de todos ante crisis como esta.
Nos sentimos más frágiles, pero a la vez, podemos ser más conscientes de lo que es en verdad necesario. La cuarentena es vital para cuidar nuestra salud y, simultáneamente, la economía necesita intervenciones eficaces. El gobierno tomó medidas concretas para los más vulnerables: Bono Familiar de Emergencia, pago extraordinario para trabajadores de la salud y la seguridad, bonos extraordinarios para una parte de los jubilados y para la AUH, eximición del pago de contribuciones patronales a los sectores más afectados por la crisis, Repro ampliado para que las empresas más necesitadas puedan pagar sueldos, congelamiento de alquileres, prohibición de desalojos, postergación del pago de tarjetas de crédito y cuotas de préstamos personales e hipotecarios.
Será necesario tomar otras. Por ejemplo, exigir al Banco Central y a todos los bancos préstamos a tasa cero, por montos equivalentes a la nómina salarial, para empresas sin ingresos o con deudas que no puedan refinanciar. También, prohibir despidos y suspensiones, eliminar el impuesto al salario y controlar efectivamente los precios máximos.
Esto permitiría que se mantenga una razonable dinámica económica, que millones de compatriotas puedan hacer frente a sus necesidades básicas y al pago de obligaciones y servicios, que el Estado no se paralice por falta de recursos y que algunos empresarios destierren la excusa de ausencia de fondos para mantener las fuentes de trabajo. Son soluciones posibles mientras desentrañamos la incógnita que nos presentó este virus minúsculo y letal que nos obliga a combatirlo y a pensar en otra forma de sociedad.
Ante este desafío, los trabajadores/as somos claros: son necesarios mayores niveles de solidaridad, continuidad de las medidas de salud y de contención social y coraje e inteligencia para mantener en movimiento la economía en todo el país.
COMISIÓN DIRECTIVA APJ GAS