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Efemérides 01 de Febrero – Vivian Maier

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La humilde niñera que se convirtió en la mejor fotógrafa callejera

Un día como hoy pero de 1926 nacía Vivian Maier, fotógrafa urbana estadounidense que retrató con minuciosidad la vida cotidiana de miles de habitantes de Nueva York y Chicago. Mantuvo su trabajo en secreto durante toda la vida y sus fotografías fueron descubiertas en forma fortuita en una subasta pública lo que implicó una enorme popularidad póstuma.
Nació en Nueva York aunque pasó gran parte de su infancia y adolescencia entre EE UU y la villa alpina de Saint-Bonnet, Francia, donde vivían sus abuelos maternos. Hija de una pareja de refugiados judíos: la francesa María Jaussaud y el austríaco Charles Maier. Cuando era pequeña, su padre abandonó a la familia y durante una temporada, Vivian y su madre, se mudaron con la fotógrafa surrealista Jeanne Bertrand quien probablemente ejerció gran influencia en la joven.
Su infancia estuvo marcada por la disfuncionalidad y la violencia familiar de la que pudo escapar con determinación en su juventud. Padre alcohólico, ludópata y violento y madre narcisista y distante. Un combo que marcó su estilo de vida futura. Soledad extrema, repulsión al contacto físico y trastorno de acumulación.
En 1949, adquirió una máquina Kodak Brownie de mano, con la que realizó sus primeras fotografías. El escenario eran los Alpes Franceses y algunos de sus habitantes.
En 1951 decidió afincarse en EE UU y separarse de su madre. Trabajó de niñera casi toda su vida y dedico el resto de su tiempo, obstinadamente, a la fotografía.
Rápidamente consiguió trabajo en una casa de familia de Southampton, estado de Nueva York. Con sus ahorros logró comprar al año siguiente una cámara Rolleiflex que le permitió adaptar su estilo a la fotografía urbana y retratar la dinámica de la vida ciudadana.
El sello distintivo de su obra.
En 1956 se mudó a North Shore, un suburbio de Chicago y fue contratada por la familia Gensburgs para cuidar a sus tres hijos. Allí se mantuvo hasta 1972; desde 1968 trabajó simultáneamente en la casa de la familia Raymonds realizando similares tareas de cuidado.
Ese tipo de tareas le permitía dar largos paseos por diferentes puntos de la ciudad y tomar fotos de vendedores ambulantes, lugares históricos, calles, vidrieras, niños/as, discusiones callejeras, vagabundos, puestos de diarios, personas en la cola del colectivo, artistas callejeros, mujeres con sus exuberantes tapados de piel, familias indigentes, objetos, gestos, actitudes.
Siempre con su cámara fotográfica al cuello.
En la casa de los Gensburgs tuvo su habitación y un baño que transformó en laboratorio de revelado. Cuando dejó esa casa, dos décadas después, deambuló por otras pero ya no pudo revelar por su precaria situación económica.
No obstante, logró comprar una cámara alemana Leica IIIc. Luego incursionó en las fotos a color y adquirió otras cámaras réflex que utilizaban películas Kodak Ektachrome. La imposibilidad de revelar implicó que se acumularan los carretes en cantidades exorbitantes. Su interés estaba centrado en fotografiar.
El destino de sus miles de instantáneas sería harina de otro costal.
Sus otras obsesiones eran coleccionar esquelas, periódicos, volantes publicitarios, entradas de espectáculos y libros de arte, junto a las fotos impresas y los carretes. De su mensaje variopinto también se inspiraba. Se especializó también en la realización de autorretratos frente a espejos o escaparates en distintos puntos de las ciudades en las que vivió o utilizando objetos que la reflejaran como papeleras metálicas, máquinas expendedoras de cigarrillos, tostadores plateados, puertas de chapa metálica de contenedores de hielo.
Mujer alta, de gesto serio, ojos tristes, corte de cabello liso y recto, camisa de hombre, botas altas, sombrero de ala ancha, abrigos más grandes que su talle, cámara al cuello con visor superior que le permitía fotografiar sin llevar la máquina hasta los ojos y retratar gestos más espontáneos o situaciones inesperadas.
Sus fotos exhalan precisión y ternura. Conmovía su escala humana, el minimalismo de la cotidianeidad que reflejaba el día a día de los y las comunes que habitaban Nueva York y Chicago. Conexión inmediata, empatía con los/as ciudadanos anónimos.
Una característica fue su calidad técnica, su simpleza y limpieza visual, el manejo de la luz y las sombras y su sensibilidad social para detectar esas perlas que nos alegran el día o nos acompañan diariamente y, a veces, preferimos no ver o soslayar. Niños/as jugando o llorando, linyeras con sonrisas mordaces, mudanzas desordenadas, trabajadores/as que mueven la rueda, famosos, rincones emblemáticos o desconocidos de la ciudad, abrazos, caras de asombro o decepción, imágenes del boom económico de posguerra o de miseria a flor de piel.
Su actividad secreta finalmente salió a la luz. Fue de casualidad.
Corría el 2007. John Maloof, hijo de anticuarios, comprador y vendedor de objetos usados, agente inmobiliario, fotógrafo y arqueólogo barrial (del Northwest Side de Chicago más precisamente) compró en un remate un lote de negativos por un valor de 380 dólares. Resultó ser parte del archivo fotográfico de Vivian Maier. Le produjo curiosidad y cierta conexión. Comenzó a revelar una parte del lote y escanearla. Constató que no le servirían de mucho para su investigación barrial pero no se pudo separar de ellas. Las comenzó a vender por internet hasta que el historiador de fotografía Allan Sekula se comunicó con él y lo convenció de que no siguiera por ese camino de desperdicio de esa valiosa obra inédita.
En ese momento Maloof entendió que tenía un tesoro artístico en sus manos. Buscó y compró otros lotes fotográficos y alcanzó la cifra de 143.000 negativos, rollos de películas, impresiones, audios caseros. Comenzó una investigación exhaustiva sobre la vida de Vivian Maier y su obra desconocida y se dedicó a recuperar y proteger el archivo. Se contactó con productoras, galerías y museos para darle un destino a su tesoro pero no tuvo éxito.
Ante esa realidad decidió crear un blog y una cuenta de Flickr y subió las fotos. Se transformó en un fenómeno popular de inmediato, muy a pesar de su autora que había fallecido meses antes por un golpe en la cabeza cuando caminaba sobre una vereda cubierta de hielo y una larga internación consiguiente. Por efecto de las redes y los medios tecnológicos Vivian Maier se convirtió en una blogger involuntaria. Luego vinieron las muestras en EE UU, Canadá, Europa, Sudamérica y Asia, los libros, las notas periodísticas y la cobertura televisiva.
En 2013, Maloof junto a Charlie Siskel, filmaron el documental Encontrando a Vivian Maier, que catapultó la fama de la niñera fotógrafa y compitió por el Oscar en ese rubro.
Salú Vivian Maier!! Por develar gestos, rincones y realidades cotidianas que conmueven, que le pone imagen a los anónimos y a sus vidas y que acerca en medio de la impasible jungla urbana.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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