Homero Manzi
“Poeta máximo de Pompeya, hito cultural de la ciudad y las calles suburbanas”
Un día como hoy pero de 1907 nacía Homero Nicolás Manzione Prestera, autor de tangos y milongas insuperables, poeta, director de cine y político argentino que reflejó postales maravillosas de nuestra vida cotidiana y de nuestros sentimientos y jugó activamente en los acontecimientos sociales de su época.
Nunca olvidó que había nacido en Añatuya, provincia de Santiago del Estero, y en más de una ocasión firmaba bajo el seudónimo de Arauco (rebelde, en el idioma quichua).
A los nueve años se mudó con su madre al barrio de Pompeya, en la ciudad de Buenos Aires. Su tutor fue el hermano mayor, Luis. Empezaba a dar sus primeros pasos de porteñidad. Su padre se había quedado trabajando en Añatuya y se reencontraban en los meses de verano.
Cursó sus estudios en el colegio Luppi. Caminaba todos los días contiguo al paredón, construido para evitar las inundaciones, hasta llegar al terraplén del ferrocarril. Ese escenario de ciudad y pampa que se mimetizaban, definió su estilo y su pluma arrabalera y romántica. A los catorce, compuso su primera canción, “¿Por qué no me besas?”.
Continuó sus estudios y se recibió de profesor de Castellano y Literatura. Ingresó a la facultad de Derecho y, simultáneamente, trabajó en la redacción de los diarios “Crítica” y “El Sol” y la revista “Radiolandia”. Finalmente logró un puesto de profesor de literatura en los colegios Mariano Moreno y Sarmiento.
Era un militante radical reconocido en Pompeya y en Boedo aunque nunca se afilió a la UCR. Sus centros de operaciones eran el café “Dante”, el bar “El aeroplano”, la peña “Pacha Camac” y la librería de Munner. La coincidencia de arte y política se producía en el “Canadian”, de San Juan y Boedo, (hoy “Esquina Homero Manzi”). Su militancia política, su defensa de la autonomía universitaria en la facultad y sus posturas políticas a favor del gobierno de Yrigoyen le trajeron problemas. Tras el golpe de estado de 1930 fue expulsado de la facultad y exonerado en sus puestos de trabajo.
En 1931 formó parte del Movimiento de Continuidad Jurídica, junto a Arturo Jauretche y Juan Fleitas. Hacían reuniones en el domicilio de Hipólito Yrigoyen luego de su liberación y daban forma a su enfrentamiento público contra la dictadura de Uriburu.
En 1935 participó de la fundación de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) junto con Arturo Jauretche, Gabriel del Mazo, Juan Fleitas, Luis Dellepiane, Raúl Scalabrini Ortiz y Jorge del Río, se enfrentó a los gobiernos de la década infame y, paulatinamente, se acercó al peronismo. Sostenía, desde su radicalismo original, que Perón era el reconductor de la obra inconclusa de Yrigoyen y actuó en consecuencia.
Fue electo en la Comisión directiva de FORJA, participó de la elaboración de su Declaración de Principios y del primer documento de la agrupación: “Manifiesto al pueblo argentino”, cuyo lema era “Somos una Argentina colonial. Queremos ser una Argentina libre”. Sin embargo, sus inclinaciones artísticas pudieron más y renunció a su cargo. Continuó siendo un pilar fundamental en la agrupación pero declinó cualquier representación.
La poesía y la música ciudadana lo atrajeron definitivamente.
Jerarquizó la milonga y la presencia de la poesía en las letras de tango, utilizó la metáfora sin exagerar y prescindió del lunfardo. Definió como pocos al barrio pobre, al espacio suburbano, sin apelar a la crónica social ni a las consignas morales. Presagió la ola romántica que invadió al tango y unió el amor perdido con la nostalgia que producía el cambio acelerado de la ciudad. Letras audaces, tangos ambiciosos, descripciones precisas de personajes cotidianos e imágenes cercanas.
Formó un dúo imbatible con Aníbal Troilo, “Pichuco”, que el arte ciudadano siempre agradecerá.
Autor de tangos y milongas que son parte de nuestra identidad urbana: “Sur”, “Milonga del 900”, “Barrio de tango”, “Malena”, “Milonga sentimental”, “Romance de barrio”, “Monte criollo”, “El pescante”, “Después”, “Ninguna”, “Recién”, “Discepolín”, “El último organito”, “Che bandoneón”, “Mano blanca”.
Director de la película Pobre mi madre querida y guionista de La guerra gaucha, El viejo Hucha, Todo un hombre, Su mejor alumno, Pampa bárbara, El último payador, Escuela de campeones.
Fue elegido dos veces presidente de SADAIC desde donde dio pelea contra la supresión del lunfardo que impuso el gobierno a partir de 1943. Se entreveró en discusiones, denuncias, reuniones con funcionarios y con el presidente Perón para derogar esa norma, hasta que en octubre de 1953 se logró la aprobación de la Ley de Radiodifusión, en la que no había restricciones sobre el uso del lenguaje popular.
Fiel a su primer amor futbolero fue un consecuente hincha del Club Atlético Huracán.
Un cáncer traicionero se enquistó en su cuerpo y en abril de 1951 perdió la batalla. Pero antes de partir, fiel a su costumbre, esbozó su último poema:
“Puedo cerrar los ojos
Lejos de las pequeñas sonrisas que conozco.
Escuchando estos ruidos recién llegados.
Viendo estas caras nuevas.
Como si de pronto los mil lentes de la locura
Me trasladaran a un planeta ignorado.
Estoy lleno de voces y de colores
Que juraron acompañarme hasta la muerte.
Como amantes resignadas
Al breve paso de mi eternidad.
Sé que hay recuerdos que querrán abandonarme
Sólo cuando mi cuerpo hinche un hormiguero sobre la tierra.
Sé que hay lágrimas largamente preparadas para mi ausencia.
Sé que mi nombre sonará en oídos queridos
Con la perfección de una imagen.
Y también sé que a veces dejará de ser un nombre
Y será sólo un par de palabras sin sentido.
Estoy lleno de voces y de colores. Unas veces
Recogidos en el sonambulismo de la marcha.
Otras, inventadas tras mi propia soledad.
Con ello se integra un cortejo final de despedida.
Se cambiarán en lágrimas y palabras piadosas.
Pero hoy, en medio de lo que todavía no he podido amar,
Evoco a los marinos encerrados en las paredes altas de la tormenta;
A los soldados caídos sobre hierbas lejanas;
A los peregrinos que duermen bajo la sombra de árboles innominados;
A los niños que yacen contemplando el yeso de los hospitales
Y a los desesperados, que entregan el último gesto
Frente al paisaje final e instantáneo de la demencia”
Salú Homero!! Por tu poesía fina y, a la vez, arrabalera, por tu coherencia, por estar siempre del lado de las mayorías silenciosas o ruidosas, de las que hacen la mejor historia.
Un integrante imperdible de nuestra popular imaginaria…
Ruben Ruiz
Secretario General