Juicios de Nuremberg
Un día como hoy pero de 1946 el Tribunal Militar Internacional, formado por jueces de EE UU, Unión Soviética, Francia y Gran Bretaña, emitía sus sentencias en el juicio contra los máximos dirigentes, funcionarios y colaboradores de la maquinaria nazi que masacró a millones de personas durante la Segunda Guerra Mundial.
Estos veredictos estuvieron referidos al Juicio Central dado que, posteriormente, se desarrollaron los Juicios contra los doctores y contra los jueces, que habían dotado de atrocidades médicas y bestialidades jurídicas al régimen genocida, contra los ministerios y contra el alto mando, entre otros. Durante los procesos de Nuremberg hubo un total de 4850 peticiones de juicios individuales; se consustanciaron 611 enjuiciamientos y se los dividió en dos grupos: organizaciones no criminales (gobierno y ejército) y criminales (la Gestapo, la SS y el partido Nacionalsocialista).
Los juicios de Nuremberg tuvieron una importancia jurídica relevante porque hasta ese momento no existían antecedentes de enjuiciamientos universales. Encontrar una razón jurídica válida para llevarlos adelante también fue un desafío legal y político.
Nació, entonces, una jurisprudencia específica para condenar las atrocidades ocurridas en guerras de agresión y los conceptos de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad (difusamente nombrado en la Convención de La Haya de 1907). Además, fue de gran importancia para la redacción de la Convención contra el Genocidio y la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), las Convenciones de Ginebra de protección a las víctimas en los conflictos armados (1949) con sus diversos protocolos (1977) y se constituyó en un antecedente ineludible para conformar el Tribunal Penal Internacional en 1998.
Este epílogo no estuvo exento de discusiones entre los vencedores sobre qué hacer con los nazis después de su derrota. El gobierno británico con Winston Churchill a la cabeza quería detener a los jerarcas nazis que se pudiera, someterlos a juicios sumarísimos en el lugar por parte de la máxima autoridad militar presente y ejecutar a los que fueran declarados culpables en un lapso de seis horas.
Los soviéticos con Josef Stalin a la cabeza se opusieron. Exigieron que se los juzgara, que el mundo conociera las atrocidades cometidas y que se demostraran las responsabilidades políticas del régimen nazi en toda la extensión posible. Los gobiernos de EE UU y Francia, con Franklin Roosevelt y Charles de Gaulle a la cabeza, no apoyaron la posición británica.
El 8 de agosto de 1945 se comunicó la conformación del Tribunal Militar Internacional (IMT, siglas en inglés) y se dio a conocer su estatuto en la Conferencia de Londres. El 6 de octubre, los fiscales principales del IMT (Robert Jackson de EE UU, Roman Rudenko de URSS, Hartley Shawcross de Gran Bretaña y François de Menthon de Francia) acusaron formalmente a 24 jerarcas nazis de alto rango.
Las acusaciones fueron precisas: conspiración para cometer crímenes contra la paz (participación en la planificación y ejecución de una guerra de agresión en violación de tratados internacionales), crímenes de guerra (violación de las reglas de guerra internacionalmente acordadas) y crímenes de lesa humanidad (asesinato, exterminio, esclavitud, deportación y otros actos inhumanos contra la población civil antes o durante la guerra, persecución por razones políticas, raciales o religiosas).
Los acusados fueron: Hermann Göring (comandante de la Luftwaffe y sucesor de Hitler), Rudolf Hess (lugarteniente del partido nazi), Joachim von Ribbentrop (ministro de asuntos exteriores), Wilhem Keitel (jefe de las fuerzas armadas), Wilhem Frick (ministro del interior), Ernst Kalterbrunner (jefe de las fuerzas de seguridad), Hans Franck (gobernador general de la ocupación de Polonia), Konstantin von Neurath (gobernador de Bohemia y Moravia), Erich Raeder (jefe de la armada).
También fueron acusados Karl Doenitz (segundo de Raeder), Alfred Jodl (coronel general de las fuerzas armadas unificadas o Wehrmacht), Alfred Rosemberg (ministro de educación y de los territorios orientales ocupados), Baldur von Schirach (líder de las juventudes hitlerianas y gobernador de Viena), Julius Streicher (director del diario nazi Der Stürmer), Fritz Sauckel (jefe plenipotenciario para la asignación de trabajos forzados y gobernador de Turingia), Albert Speer (ministro de armamento y producción de guerra), Arthur Sayss-Inquart (jefe de la ocupación en los Países Bajos) y Whalter Funk (ministro del Reich para la economía).
Por último, fueron acusados: Gustav Krupp (empresario del acero y dueño de Krupp AG que no pudo ser procesado por su estado de salud), Hans Fritzsche (jefe del departamento de prensa del ministerio de propaganda, absuelto), Hjalmar Schacht (financista del nazismo y presidente del Reichsbank, absuelto), Franz von Papen (presidente del partido conservador que operó para elegir a Hitler como canciller y fue embajador en Austria y Turquía, absuelto), Martin Bormann (jefe del partido nazi y secretario privado de Hitler, fue condenado a muerte en ausencia aunque luego se develó que había muerto el 2 de mayo de 1945) y Robert Ley (filósofo y sindicalista, jefe de central obrera nazi frente alemán del trabajo, se suicidó antes del veredicto).
Otros jerarcas nazis no pudieron ser juzgados: Joseph Goebbels (ministro de propaganda) y Heinrich Himmler (capitán general de las SS y encargado de los campos de concentración) porque se suicidaron. Adolf Eichmann (oficial de las SS y encargado del plan de deportación de judíos/as que luego fue secuestrado en Argentina y juzgado y condenado a muerte por un tribunal israelí) y Josef Mengele (oficial de la SS y médico asesino de Auschwitz) porque huyeron.
El martes 20 de noviembre de 1945 a las 10:03 horas comenzó la primera sesión de los juicios en el palacio de justicia de Nuremberg, el mismo lugar donde Hitler hacía grandes actos partidarios. La defensa esgrimió el principio de que el juicio no se podía celebrar porque los crímenes acusatorios no estaban tipificados con antelación a ser cometidos. Los jueces rechazaron la pretensión.
El 21 de noviembre los acusados comparecieron ante el tribunal para declarar su inocencia o culpabilidad. Todos se declararon inocentes. Durante noviembre y diciembre se sucedieron situaciones que develaron errores de los acusadores como de los defensores. Los meses siguientes se utilizaron para acusar y defender individualmente a cada reo, hecho que demoró el proceso.
Finalmente, el 1 de octubre de 1946 se conocieron las sentencias: 12 condenados a muerte en la horca, 3 cadenas perpetuas, 2 condenados a veinte años de prisión, uno a quince y uno a diez años, 3 absueltos, uno declarado no apto para ser sometido a juicio y uno no condenado por suicidio previo.
Las condenas a muerte por ahorcamiento fueron traducidas por los intérpretes en forma simultánea en los cuatro idiomas empleados durante el juicio: “To death by hanging (inglés), “Kazn cherez poveschenie” (ruso), “Condamné à la pendaison” (francés) y “Tod durch den strang” (alemán).
Simultáneamente, se desarrollaron los juicios de Tokio con características homologables contra las masacres perpetradas por las fuerzas armadas japonesas en Asia.
Los juicios de Nuremberg no estuvieron exentos de polémica. Algunos especialistas concluyeron que las primeras acusaciones se basaban en evidencias y no en pruebas, otros pusieron de manifiesto la hipocresía de los vencedores que habían bombardeado poblaciones civiles del este alemán al final de la guerra o habían utilizado la bomba atómica cuando la contienda estaba decidida o habían realizado masacres en Polonia a su paso. No obstante, ninguna de esas críticas pudo soslayar la tragedia que significó el nazismo, su consecuencia de destrucción masiva, devastación planificada y alienación sistemática que vivió gran parte de la humanidad por su acción depredadora y delirante.
Como dijo el escritor italiano de ascendencia judía Primo Levi, sobreviviente de Auschwitz: “los Juicios de Nuremberg constituyeron una simbólica, incompleta, parcial y sagrada representación” que le produjeron una satisfacción íntima.
Los juicios fueron una huella para no olvidar en momentos como estos en que la desesperación colectiva por el imperio de una sociedad global profundamente injusta incita a miles de seres humanos a buscar caminos muy peligrosos alimentados por cierta amnesia histórica.
Ruben Ruiz
Secretario General