Un olvidado pionero del concepto de izquierda nacional en América Latina
Un día como hoy pero de 1951 se despedía Manuel Baldomero Ugarte, poeta, escritor, diplomático y político argentino, difusor de contundentes ideas antimperialistas y cultor de la identidad latinoamericana sustentadas en la relación del sujeto con su territorio y en el desarrollo de la cultura emergente de las diversas resistencias populares ante las políticas de dominación ejercidas en nuestro continente, fundamentalmente, por Estados Unidos.
Se inscribió en el mundo de las ideas socialistas aunque se enfrentó en diversas oportunidades a la línea política del Partido Socialista Argentino y fue modificando su pensamiento hacia posiciones gradualistas cercanas al reformismo social. No renegó de sus ideas internacionalistas pero no la superpuso a la noción de identidad nacional que enmarcó dentro del ideario continentalista sostenido por San Martín y Bolívar, entro otros/as.
Polemizó sobe la importancia que tenía el patriotismo en la lucha de los pueblos contra los diferentes modos de dominación. No, un patriotismo egoísta que lleva a los pueblos a la guerra fratricida ni al que supone una superioridad intrínseca ni al ancestral que sostiene rémoras instintivas o costumbres oscurantistas sino un patriotismo integral que fuera herramienta de defensa contra las intervenciones extranjeras y guía de una autonomía nacional y regional que permitiese el goce de los derechos conquistados y la posibilidad concreta de autogobierno.
Nació en Buenos Aires en 1875. Hijo de Sabina Romero y Floro Ugarte, administrador de propiedades. Cursó sus estudios secundarios en el Nacional Buenos Aires, fue un ávido lector y escritor precoz. Abandonó sus estudios para sumergirse en la actividad literaria. Siguió su instinto, publicó poemarios con la silenciosa ayuda económica de su padre (“Palabras”, “Poemas grotescos”, “Versos y serenatas”) y fue redactor y director de “La revista literaria”.
En 1897 viajó a Europa. Ancló en Paris, realizó cursos de filosofía y sociología, contactó con autores como Rubén Darío, Amado Nervo, Enrique Gómez Carrillo, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez, Blasco Ibáñez y publicó notas periodísticas en “El Tiempo”, puntapié inicial de crónicas y artículos sociales, políticos y culturales para medios rioplatenses y europeas que años más tarde (después de la quiebra financiera de su padre) serían su base de sustento económico.
Fue testigo del “caso Dreyfus”, un acto de antisemitismo infame, nacionalismo retrógrado y complicidad judicial, militar y política en nombre de una supuesta “razón de estado” que lo impactó. Al año siguiente se produjo la intervención yanqui en Cuba que mereció el repudio de comunidades de latinoamericanos esparcidos por el mundo, entre quienes se encontraba.
Fue el comienzo de su interés en la política y en los conflictos sociales y su acercamiento al socialismo bajo la influencia de la figura de Jean Jaurés.
Tras cartón, se trasladó a Nueva York donde estudió la historia estadounidense y visitó varias ciudades en ese país. Sin intermediación descubrió el trato desigual y violento que recibían los pobres y los trabajadores/as, la discriminación racial imperante, la estrategia de dominación territorial yanqui, la anexión sin pruritos de territorios de naciones vecinas y su apetito insatisfecho por continuar conquistando como uno de los ejes de la construcción de su poder. Al abandonar EE UU recorrió el norte mexicano y visitó Cuba donde ratificó sus convicciones sobre el accionar de la potencia norteamericana y consolidó dos pilares de su ideario político: el antimperialismo y la necesidad de luchar por la unidad latinoamericana.
Regresó a Paris, participó de los debates en la Casa del Pueblo, se sumergió en los postulados de Jean Jaurés y abrazó la causa socialista. Al mismo tiempo, liberó su pluma y publicó Paisajes parisienses y Crónicas del bulevar, textos sobre la bohemia y amores juveniles pero también sobre aspectos de la cotidianeidad de la ciudad examinados desde una visión periférica, desde un observador sudamericano.
En 1903 retornó a la Argentina. Su amistad con José Ingenieros y Alfredo Palacios fue un puente para su afiliación al Partido Socialista. Mixturó la veta política con la literaria y trabó amistad con Florencio Sánchez, Alberto Gerchunoff y Emilio Becher, entre otros. Participó de la exitosa campaña que culminó con la elección de Alfredo Palacios como primer diputado socialista de América y comenzó una antología de prosistas y poetas hispanoamericanos. Fue una estadía corta y fructífera. A finales de marzo de 1904 se aquerenció en París y fue designado delegado argentino al Congreso de la Internacional Socialista de Ámsterdam, a pesar de haber polemizado con la dirección de su partido por la partición ficticia de Panamá impuesta a la nación colombiana para que EE UU construyera y explotara el Canal sin escollos.
Ya había publicado Cuentos de la Pampa, texto de interrogantes sobre las tensiones del mundo urbano y la influencia de la modernización y el mundo rural o sobre los conflictos emergentes que impactan sobre quienes emigran o buscan refugio en las ciudades y avanzaba por los palos con una nueva obra titulada Joven literatura hispanoamericana.
En 1907 fue parte del Congreso de la Segunda Internacional realizada en Stuttgart. Se discutió ferozmente sobre la posición ante una posible guerra mundial y la actitud ante el colonialismo. Fue un varapalo para Ugarte. La socialdemocracia se inclinó ante el militarismo y aceleró su decadencia. A partir de aquí sus diferencias con la conducción socialista argentina crecieron. La cuestión de las diferencias entre el patriotismo en un país desarrollado que permuta en imperialismo y en un país débil que puede devenir en herramienta de defensa ante el imperio era la clave. Ugarte se afirmó en la idea de que el socialismo latinoamericano debía tener un alto componente nacional para resistir y enfrentar al dominio colonial anglosajón.
Sus textos de esa época transpiran compromiso político y disección de los problemas sociales, la configuración de una cultura autónoma latinoamericana y la ética que debía asumir el artista-escritor como promotor de un arte comprometido con su entorno. Obras como Enfermedades sociales, El arte y la democracia, Burbujas de la vida, _Las nuevas tendencias literarias, Los cantos de la prisión y el destierro y su obra política más importante: El porvenir de la América española en la que desentrañó el carácter destructivo del imperialismo para nuestros países y develó el carácter reaccionario de las oligarquías nativas asociadas al capitalismo extranjero, fueron su testimonio.
Entre 1911 y 1913 recorrió quince naciones latinoamericanas con su ideario político en el que diseccionaba al imperialismo y a las clases dominantes autóctonas y reafirmaba la necesidad de la unidad continental. En todos los foros la asistencia fue multitudinaria y los problemas con algunos gobiernos fueron paradigmáticos de la situación de sometimiento existente.
Posteriormente, la asamblea general del Partido Socialista Argentino resolvió su expulsión por sus posiciones públicas contrarias a la línea política partidaria. Su primera respuesta fue la conformación de la Asociación Latinoamericana que movilizó contra las nuevas intervenciones yanquis en México, exigió que los yacimientos petrolíferos descubiertos en las inmediaciones de Comodoro Rivadavia quedaran en la órbita estatal, apoyó la Reforma Universitaria, denunció y movilizó contra la intervención estadounidense en Nicaragua, impulsó la política de neutralidad durante la Primera Guerra Mundial y apoyó la decisión del gobierno de Hipólito Yrigoyen de mantener esa posición contra todas las presiones. Otra respuesta fue la creación del periódico “La Patria” desde donde denunció las políticas lesivas del imperialismo británico hacia nuestra Nación, defendió la industria nacional e impulsó una reforma cultural profunda.
En 1922 publicó dos obras de gran importancia Mi campaña hispanoamericana y La Patria Grande. En 1935 regresó a la Argentina sin dinero y sin trabajo. La insistencia de sus amigos logró su reafiliación al socialismo argentino pero duró poco tiempo. Las posiciones volvieron a colisionar. Su nuevo y polémico apoyo a la neutralidad ante la Segunda Guerra Mundial tuvo menos eco, su decepción fue grande y emigró a la ciudad chilena de Viña del Mar.
Ante el triunfo del peronismo en 1946 retornó a su patria e hizo público su apoyo a la nueva experiencia política emanada del voto popular. Fue designado embajador en México, luego en Nicaragua y finalmente en Cuba pero el reemplazo del ministro de Relaciones Exteriores, Juan Atilio Bramuglia, por el conservador Atilio Paz y el cambio de perfil de la política internacional del gobierno produjo su renuncia y su retorno a Niza donde trató sus problemas de salud. En 1951 volvió a la Argentina solo con el propósito de votar la reelección del general Juan Domingo Perón y retornó a su casa francesa donde falleció unos días después.
Un personaje de enorme trajinar que bregó por un camino propio hacia una nueva sociedad.
Salú Manuel Ugarte! Por tu coherencia, tu ingenio político y tu energía derrochada en pos de la unidad latinoamericana más necesaria que nunca en estos tiempos oscuros.
Ruben Ruiz
Secretario General