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Efemérides 02 de Septiembre – Mikis Theodorakis

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El arte de resistir con el cuerpo y la música

Un día como hoy pero de 2021 se despedía Mikis Theodorakis, compositor, intelectual y político griego, integrante de la resistencia contra el nazismo y la “dictadura de los coroneles” que asoló a Grecia entre 1967 y 1974. Sus composiciones musicales se transformaron en himnos de la resistencia griega, en piezas que dieron vuelos memorables a películas comerciales y versiones de música clásica de gran impacto.
Nació en 1925 en la isla de Quios, sobre el Mar Egeo, cercana a la frontera con Turquía. Hijo de un alto funcionario del Ministerio del Interior, su infancia y adolescencia fue un continuo trajinar. Vivió en diversas ciudades griegas: Mitilene, Ioannina, Cefalonia, Pirgo, Patras y Trípoli. Desde pequeño colaboró en las celebraciones de la liturgia ortodoxa, convivió con la música folklórica y ensayaba composiciones antes de recibir lecciones de música.
Su inclinación era clara. A los trece años ingresó al Conservatorio de Atenas para estudiar composición y dirección musical. Su otra inclinación también era clara: la política. Al principio se vio seducido por el gobierno conservador y autoritario encabezado por Ioannis Metaxas que devino en dictadura hasta que fue derrocado en 1941.
Para ese entonces Grecia había sido invadida por el ejército nazi, el fascista y el búlgaro. Fue una ocupación repentina y salvaje, mas de 300.000 personas murieron de hambre, otros miles por la represión y la economía se derrumbó. Ante esa ocupación humillante, Theodorakis dejó los estudios y se incorporó a la resistencia griega que fue una de las más eficaces de Occidente.
Se incorporó al Partido Comunista y al Frente de Liberación Nacional cuyo componente más importante era el Ejército de Liberación Nacional (ELAS) dirigido por los comunistas. La lucha desigual contra las fuerzas de ocupación se saldó con un gran esfuerzo colectivo que, junto a la inestable situación de Yugoslavia, atrasaron la avanzada nazi hacia el sur de la URSS. Una valiente guerra de guerrillas y las redes de espionaje fueron la respuesta eficaz de los griegos.
En esas luchas estaba sumergido Theodorakis lo que no impidió que compusiera su primera canción: “El capitán Zacarías” que se transformó en el himno de la resistencia helénica. En 1943, mientras ayudaba a familias judías a huir de la persecución nazi-fascista, fue detenido por las fuerzas italianos. Encarcelado y torturado, logró sobrevivir y ser liberado en 1944.
Finalizada la Segunda Guerra Mundial, las diversas facciones de la resistencia se enfrentaron. La presión de Gran Bretaña y EE UU fue continua para que existiera un gobierno afín. La Guerra Civil duró desde 1946 hasta 1949. Theodorakis, que combatía en las filas comunistas, fue nuevamente encarcelado, enviado a un campo de concentración y confinado a la isla de Icaria. Finalmente, las fuerzas monárquicas triunfaron y en 1950 fue liberado.
Retornó a Atenas, completó sus estudios y compuso el ballet “Carnaval” que se estrenó años después en la Opera de Roma. En 1954 obtuvo una beca de perfeccionamiento y estudió análisis musical con el organista Olivier Messiaen y dirección de orquesta con el compositor y director Eugène Bigot. Le imprimió intensidad a sus estudios pero su inquietud compositora no decreció y compuso el ballet “Antígona” y diversas piezas sinfónicas y de cámara.
En 1960 retornó a Grecia. Ya tenía un conocimiento amplio de la música clásica y se propuso mixturarlo con la música popular griega. Realizó un minucioso trabajo de recuperación del folklore griego e incorporó un elemento histórico en la cultura helénica pero poco utilizado: la poesía. Colaboró con Yannis Ritsos y Iakovos Kambanellis (dos sobrevivientes de los campos de concentración nazis) y lograron restablecer tradición, pulso poético y rasgos comunes que tenían como marcas identitarias ideales de igualdad y libertad.
Lograron una proeza: impulsaron la renovación de la música, la lengua y la cultura de la Grecia Moderna. Theodorakis fundó la Pequeña Orquesta Sinfónica de Atenas y recorrió el país con decenas de conciertos. Puso música a los poemas de los premios Nobel Yorgos Seferis y Odysseas Elytis. Textos complejos y música cercana fueron adoptados por el pueblo griego que los aprendía de memoria y sentía verdadera conexión con su tierra y sus artistas.
En 1963 se produjo el asesinato de Gregoris Lambrakis a manos de las fuerzas parapoliciales del gobierno derechista. Thoeorakis respondió políticamente: fundó el “Movimiento Democrático Juvenil Grigoris Lambrakis”, formó parte de la Unión Democrática de Izquierdas (alianza entre comunistas y socialistas) y fue electo diputado al año siguiente.
En ese tiempo compuso la música de la película Fedra, de Jules Dassin. Tras cartón tuvo su éxito planetario: la música de Zorba el griego, que se inmortalizó como una señal identitaria de Grecia. Algunas generaciones retenemos en la memoria esa escena final en que Anthony Quinn invita a bailar a su jefe cuando ya todo está perdido en las arenas de la playa de Creta.
Para ese final Thedeorakis se basó en la versión lenta del hasapiko, danza griega milenaria. Inventó otra danza llamada sirtaki, dado que Anthony Quinn tenía una lesión en la rodilla y no podía ejecutar todos los movimientos del baile original. La síntesis fue genial. Energía pura.
Años más tarde, compuso la música de las películas “Zeta”, “Las Troyanas”, “Estado de sitio” y “Sérpico”, entre otras, que lo consagraron como un compositor popular y multifacético. No se privó de generar sus versiones de ballet: “Los amantes de Teruel”, “Orfeo y Eurídice”, “Electra”, “Siete danzas griegas”, ni música en escena: “Lisístrata”, “Prometeo encadenado”, “Edipo rey”, “Medea” ni musicalizar “Canto general”, de Pablo Neruda y el “Romancero Gitano”, de Lorca.
En 1967 cayó sobre el pueblo griego la “dictadura de los coroneles”. Otro varapalo dramático. Theodorakis fue censurado, se le impidió trabajar y fue perseguido. Formó el Frente Patriótico Antidictatorial y pasó a la clandestinidad pero fue descubierto, encarcelado y torturado. Inició un larga huelga de hambre y fue desterrado con su mujer Myrto Altinoglou y sus dos hijos, Margarita y Yorgos, al pueblo de Zatuna, en el Peloponeso. Luego fue confinado al campo de concentración de Oropos. Su entereza se asoció con su creatividad para crear canciones contra la dictadura que lograron llegar hasta cantantes exiliadas como Melina Mercouri o María Farandouri que las interpretaron por el mundo.
La corriente de solidaridad internacional para lograr su libertad fue enorme y variopinta: Arthur Miller, Yves Montand, Laurence Olivier, Harry Belafonte, Leonard Bernstein, Dmitri Shostakóvich, entre otros. En 1970 fue excarcelado y partió a Francia. Cuatro años más tarde volvió a su patria. La dictadura había caído y fue recibido como un héroe.
Fue elegido diputado en 1981 y reelecto en 1989 en la lista del Partido Comunista Griego (KKE). Tras la “caída del muro” se distanció del KKE, en 1990 fue designado ministro de un controvertido gobierno de centro derecha y director musical de la televisión griega. Formó el “Movimiento Independiente del pueblo” (Spitha) y participó de las luchas contra la “troika” europea (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo) que aniquiló la economía griega.
En el otoño de 2021 un infarto agudo de miocardio lo atrapó en su casa de la colina de Filopapo, enfrente de la base de la Acrópolis, cerca de la prisión donde Sócrates fue obligado a beber la cicuta. Un sitio acorde al genio que unió historia milenaria y sensibilidad popular.
Músico excepcional, estudioso, polémico, aguantador, cultor de la síntesis entre realismo y magia, entre lo devenido en el tiempo y la modernidad, firme junto al pueblo. Arte puro.
Salú Mikis Theodorakis! Genio y figura.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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