Un científico que superó a su tiempo
Un día como hoy pero de 1833 nacía Carlos Juan Finlay y Barrés, médico, oftalmólogo e investigador cubano que demostró que la fiebre amarilla era transmitida por un vector biológico, la hembra fecundada por el mosquito Aedes aegypti y fue el primer investigador en Occidente en teorizar sobre la transmisión de enfermedades a través de mosquitos.
Nació en Puerto Príncipe, actual Camagüey, República de Cuba. En ese momento era la Capitanía General de Cuba, que formaba parte del Reino de España. Hijo de Elisa de Barrés de nacionalidad francesa y de Edward Finlay, médico escocés que había luchado junto a Simón Bolívar. Vivió su infancia entre La Habana y el cafetal de su padre enclavado en la zona de Alquízar. Era un niño que padecía enfermedades en forma recurrente. Recibió una educación casera hasta que en 1844 fue enviado a estudiar a la ciudad francesa de Le Havre, en Francia pero contrajo una enfermedad y retornó a Cuba dos años después.
A los 15 años fue enviado nuevamente a estudiar a Europa. Estuvo dos años en Londres y luego ingresó a un liceo en Rouen pero su salud lo volvió a complicar y regresó a Cuba, convaleciente de un ataque de fiebre tifoidea. Se recuperó e intentó cursar en La Habana pero sus estudios en tierras europeas no fueron convalidados. Entonces, en 1853 ingresó en el Jefferson Medical College de Filadelfia, EE UU, donde se graduó dos años más tarde. Rechazó el ofrecimiento de ejercer la medicina en ese país y, en 1957, retornó a Cuba donde revalidó su título y realizó prácticas de oftalmología. Luego perfeccionó sus conocimientos de medicina en París durante un año y trabajó un tiempo en Lima, Perú. En 1865 se casó con Adela Shine, oriunda de la isla de Trinidad (en ese momento colonia inglesa), con quien tuvo tres hijos.
Se estableció en La Habana donde abrió un consultorio de medicina general y oftalmología y, paralelamente, realizaba investigaciones científicas sobre transmisión de enfermedades. En 1879 la Comisión de Fiebre Amarilla de la Junta Nacional de Salud de EE UU visitó Cuba y lo nombró miembro integrante de la institución. Los estudios que existían hasta ese momento concluían que “el agente capaz de transmitir la fiebre amarilla debía encontrarse en el aire”. Ese puntapié inicial y estudios microscópicos en víctimas de esa enfermedad inclinaron a Finlay a investigar centralmente sobre los vasos sanguíneos y el insecto que los inoculaba.
En 1881 presentó las conclusiones de sus estudios en la V Conferencia Sanitaria Internacional, realizada en Washington y en la Academia de Ciencias de La Habana que tituló “El mosquito hipotéticamente considerado como agente transmisor de la fiebre amarilla». En el mismo develó que el mosquito Culex fasciatus (hoy conocido como Aedes aegypti) era el agente transmisor de la fiebre amarilla y que, si dicho mosquito picaba a una persona enferma, podría picar luego a una persona sana e infectarla.
No hubo aplausos ni abucheos, solo silencio y estupefacción. Es que esa teoría revolucionaria era una disrupción que hizo crujir las concepciones establecidas en la medicina internacional, según las cuales la transmisión solo podía producirse por contacto directo entre las personas o por influencia de un factor ambiental. De sobrepique, fue tildado de maníaco y viejo loco.
No obstante la virulencia de sus colegas, dedicó dos décadas a probar su hipótesis para lo cual realizó más de cien inoculaciones experimentales en pacientes voluntarios. Finalmente, sus conclusiones fueron aceptadas y, además, descubrió que cuando un individuo era picado por un mosquito infectado quedaba inmunizado contra futuros ataques de la enfermedad.
Las guerras entre EE UU y España en Centroamérica en el siglo XIX implicaron una cantidad elevada de muertes por fiebre amarilla. Los médicos del ejército norteamericano enviaron a Cuba al doctor Walter Reed quien se entrevistó con Finlay, compartió sus estudios y comprobó que tenía razón luego de realizar pruebas con mosquitos nacidos de huevos de insectos que transmitían la enfermedad. Inmediatamente, el doctor William Gorgas, funcionario del gobierno interventor yanqui en Cuba, fue nombrado jefe superior de Sanidad en la isla, ordenó una fumigación masiva en La Habana y, en consonancia con las recomendaciones del sabio cubano, la destrucción de las larvas, especialmente en las acumulaciones de agua estancada.
En siete meses la fiebre amarilla pudo ser controlada. En 1905 se erradicó en La Habana y en 1909 en toda Cuba. Fue el primer país del mundo donde se erradicó la fiebre amarilla.
En 1902 Carlos Finlay fue designado Jefe Superior de Sanidad en su país. Confeccionó el primer código sanitario de Cuba, estableció la obligatoriedad de la vacunación contra la viruela, prohibió los baños en diversas áreas del litoral norte habanero que desbordaban de aguas contaminadas, creó protocolos para prevenir el tétanos en los recién nacidos orientados a la desinfección obligatoria de las manos e instrumentos usados por personal médico encargado de cortar y retirar el cordón umbilical, elaboró mecanismos para garantizar un sistema de saneamiento público, prohibió que se arrojara basura en la vía pública y generó controles epizoóticos (estadísticas sobre brotes masivos que afectan a animales en un área geográfica determinada) para prevenir enfermedades transmitidas por animales domésticos.
Sus prácticas fueron utilizadas por otros colegas y gobiernos que permitieron erradicar la fiebre amarilla en Río de Janeiro, Veracruz, Nueva Orleans y el estado de Florida. También en Panamá donde un conocido suyo, el doctor William Gorgas, fue nombrado Oficial jefe de sanidad en el proyecto de construcción del canal. Sus primeras medidas, emanadas de su aprendizaje con el doctor Finlay en La Habana, fueron: establecer programas de sanidad de largo alcance que incluían el drenaje de estanques y pantanos, fumigación, mosquiteros y sistemas públicos de agua. Esa estrategia permitió culminar la obra del Canal de Panamá donde miles de trabajadores habían muerto por fiebre amarilla y malaria.
Escribió un artículo sobre bocio exoftalmológico que, probablemente, haya sido la primera descripción detallada del primer caso de hipotiroidismo en Cuba; diseñó un dispositivo para atenuar la brillantez de la luz natural y disminuir las molestias en los operados y un práctico y efectivo vendaje ocular, reportó el primer caso de filaria en sangre (infección producida por gusanos parásitos) observado en América e hizo importantes aportes sobre el cólera.
En 1907 recibió la Medalla Mary Kingsley, otorgada por el Instituto de Medicina Tropical de Liverpool y en 1908 recibió la Orden de la Legión de Honor, otorgada por el Gobierno de Francia pero nunca le fue concedido el premio Nobel para el cual estuvo propuesto siete veces.
Perseverante, altruista, resiliente, modesto y silenciado por la Academia hasta hace pocos años, hoy es considerado por la Unesco como uno de los seis más grandes microbiólogos de la historia.
En agosto de 1915 falleció afectado por un ACV en su casa de La Habana Vieja.
Salú Carlos Finlay! Por tu combate eficaz contra una de las enfermedades más letales que sufrió gran parte de la humanidad durante muchos años y contra el ninguneo pertinaz de los sabiondos de la época.
Ruben Ruiz
Secretario General


























