Músico de película
Un día como hoy pero de 1911 nacía Giovanni Rota Rinaldi, pianista, docente y compositor de música clásica y de bandas sonoras para cine italiano que se transformó en uno de los musicalizadores de películas más prolífico y recordado del siglo XX.
Nació en Roma en el seno de una familia de músicos. Su primera influencia para acercarse a la música la constituyó su abuelo materno, el pianista y compositor Giovanni Rinaldi y su primer aprendizaje de piano estuvo a cargo de su madre, la pianista Ernesta Rinaldi. Tomó clases de composición con los maestros Giacomo Orefice e Ildebrando Pizzetti y a los once años compuso L’infanzia di San Giovanni Battista, un oratorio para solista, coro y orquesta.
En 1923 ingresó en Conservatorio de Milán donde fue alumno del maestro Paolo Delachi y del compositor y organista Giulio Bas. En 1926 escribió Il Principe Porcaro, una opereta para niños inspirada en una fábula de Hans Christian Andersen. Una obra bien estructurada, intensa e irónica, según algunos críticos de la época.
Ese año se trasladó a Roma para estudiar en la Academia Santa Cecilia y tomó clases particulares de composición con el pianista Alfredo Casella. En 1930 recibía su título en piano y composición. Siguiendo los consejos del director Arturo Toscanini concursó y ganó una beca para realizar cursos de perfeccionamiento en EE UU. Ingresó en el Curtis Institute of Music de Filadelfia donde estudió composición con el violinista Rosario Scalero, historia de la música con Jean Beck y dirección de orquesta con Frederick “Fritz” Reiner. Su interés abarcó la música folklórica norteamericana, el jazz de George Gershwin y las grandes películas de Hollywood.
En 1937 retornó a Italia, ingresó a la Universidad de Milán y alcanzó la licenciatura en Letras con una tesis sobre el compositor renacentista Gioseffo Zarlino. Inmediatamente comenzó su tarea docente. Impartió clases de teoría y solfeo en la Escuela de Música de Taranto durante dos años y luego fue profesor de armonía en el Conservatorio de Bari donde también fue director durante casi tres décadas.
En 1943 comenzó su acercamiento profesional a la cinematografía. Tuvo una participación inicial en las películas Zazá (1944) y Sin piedad (1948). Dos años más tarde tendría su primera oportunidad de componer una banda sonora en forma unipersonal. Fue Nápoles millonaria, dirigida por Eduardo De Filippo. Una tragicomedia ambientada durante el fascismo y luego el nazismo y las peripecias de una familia y un vecindario para sobrevivir a esa sórdida realidad con momentos de ironía típicamente italiana. Película y música intensas e hilarantes.
En 1951 conoció a Federico Fellini y comenzó una sociedad que duró 27 años y los tuvo como protagonistas detrás de cámara en 16 filmes. Una época de posguerra y modernidad que recorrieron con talento, inusual diversidad temática y sintonía estética.
Escribió la música de la película debut de Fellini, la comedia romántica “El jeque blanco” con Alberto Sordi. Fue una entrada en calor. A partir de allí ingresarían al estadio para ser protagonistas estelares de una época en que el neorrealismo italiano se constituiría en un gran aporte a la cultura global.
Los inútiles, con Alberto Sordi y una música donde prevalecen los vientos para acompañar los vaivenes en la vida de “I vitelloni” (los vagos). Luego “La strada”, con Anthony Quinn y Giulietta Massina. Música para retratar la vida callejera de artistas ambulantes, violencia, resignificación de la esperanza, locura y realismo brutal ante las consecuencias inevitables de conductas reas. Más tarde fue Las noches de Cabiria y la música monumental para La guerra y la paz con tambores guerreros para soliviantar a vientos belicosos, junto a pases de valses y final a toda orquesta con campanadas triunfantes y platillos batientes.
Retorno con Fellini para La dolce vita, con Marcello Mastroiani y Anita Ekberg e inicio de un camino hacia el simbolismo. Música con suaves toques jazzeros, aparición central de la guitarra eléctrica y una voz femenina potente y clara. El siguiente trabajo fue en dupla con el director Luchino Visconti para darle vida al drama Rocco y sus hermanos con Alain Delon y Annie Girardot. Prevalencia de vientos y cuerdas que insuflan relajamientos, tensión y sordidez y tambores in crescendo que aceleran la tragedia. Esa dupla talentosa nos ofrecería otra obra maestra como El gatopardo. Inicio y final de música monumental y ascendente con intervalos de melodías de palacio, momentos de vientos picarescos o medido suspenso que revelan con precisión el tránsito ubicuo de los personajes.
La siguiente aventura fue Ocho y medio, con Marcello Mastroiani y Caudia Cardinale. Película delirante sobre la crisis creativa, los altos y bajos emocionales del artista y un final inesperado, fellinesco. Música a la altura del guion con melodías circenses, suaves vientos que alejan del vértigo, guitarras escapistas y pianos que remiten a la infancia. Siguieron producciones soberbias donde se mezclaban el absurdo, el odio ancestral y las batallas icónicas como Romeo y Julieta de Franco Zefirelli y Waterloo de Sergei Bondarchuk. Música con toques medievales y sonidos envolventes con notas de parada militar para cada filme.
Incursiones cinéfilas y musicales suavemente carnavalescas del medioevo o con melodías exóticas en La Suburra en épocas de Nerón para Bocaccio 70 y Satiricón. En 1972 musicalizó El padrino en yunta con el compositor Carmine Coppola, padre del director. Tema principal inolvidable con predominancia de los vientos que remiten a tierras lejanas y recuerdos ancestrales en un contexto de violencia imparable y guerra mafiosa indetenible.
Interregno con Fellini para musicalizar Amarcord. Una obra barnizada de costumbrismo para ironizar la vida bajo el gobierno fascista en la ficticia ciudad de Borgo. Los nostálgicos del cine en Argentina recordaremos la cortina musical del programa televisivo “Función privada” (ATC) que reproducía el magnífico tema central de la película. Los sábados era una fija cinéfila.
En 1972 Nino Rota trabajó nuevamente con Francis Ford Coppola en El padrino II, protagonizada por Al Pacino y Robert De Niro. Historias paralelas sobre los orígenes del capo mafioso Vito Corleone y la actualidad de su hijo y líder mafioso Michael. Mezcla de música melancólica de la mano de un viento suave, una mandolina amiga y una guitarra precisa, vientos opulentos que esconden tensión y violencia explícita y un final para meditar los pasos futuros. También trabajó junto a Carmine Coppola y lograron el Oscar a la mejor banda sonora.
Se despidió con la música de Casanova y de Ensayo de orquesta, ambas del gran Fellini.
Un aspecto menos conocido de Nino Rota es que continuó componiendo obras sinfónicas y composiciones de música de cámara, teatro, ballet y óperas como “El sombrero de paja florentino”, “La noche de un neurasténico”, “Aladino y la lámpara maravillosa”, “Torquemada”, “La visita maravillosa” o los sonetos “Mysterium Catholicum” y “La vida de Maria”.
Una primavera de 1979 dejó el pentagrama y las notas lo saludaron contrariadas y agradecidas.
Salú Nino Rota! Por tu música compañera en diferentes momentos, por hacernos sentir que los personajes de las pelis buscan una melodía y que esa música, que muchas veces nos queda en el recuerdo, también es cine.
Ruben Ruiz
Secretario General