La imaginación al poder
Un día como hoy pero de 1968 se movilizaban los/as estudiantes de la Universidad de Nanterre hacia París contra el cierre de su casa de estudios y para acompañar a ocho de sus dirigentes que habían sido acusados por las autoridades y enfrentaban una probable expulsión. Se encontraron con sus pares parisinos, rodearon la Sorbona y fueron reprimidos por la policía. Este hecho desató una escalada de acontecimientos que duraron todo el mes, produjo una rebelión estudiantil a la que se unieron los obreros con sus reivindicaciones y se cristalizó el Mayo francés. Pero estos hechos tienen su historia.
A principios de 1967 la mayoría del movimiento estudiantil se opuso a las reformas del ministro de Educación, Christian Fouchet que implicaban restricciones para el ingreso en determinadas carreras, reforma curricular y reducción de la cantidad de alumnos/as. Los sindicatos estudiantiles tradicionales hicieron silencio, pero las asambleas y los reclamos crecieron en Nanterre, Rennes, Nantes, Lyon, Estrasburgo. En diciembre de 1967 se habían producido las emblemáticas huelgas de los obreros del grupo químico Rhodiaceta de Lyon y Besançon, y en enero de 1968 las violentas huelgas en Caen. No eran solo por aumentos salariales, sino también por reducciones horarias y mejoras laborales. Además, el sentimiento juvenil contra la guerra de Vietnam era muy grande. La ofensiva de Vietnam del Norte y del Vietcong en enero de 1968 produjo un quiebre en esa guerra injusta y recibió la simpatía de millones de personas en el mundo.
Precisamente, a mediados de marzo de 1968 hubo una manifestación en Nanterre contra la guerra, convocada por el Comité Vietnam Nacional, que fue violentamente desalojada y terminó con manifestantes detenidos. El 22 de marzo se produjo la toma de la Universidad de Nanterre en reclamo de la liberación de los detenidos, contra la represión policial y por cambios en el funcionamiento interno de la casa de estudios, como por ejemplo la libre circulación dentro del campus. También fueron desalojados y la respuesta del decano fue el cierre de la Universidad a partir del 29 abril.
Por voluntad de 142 estudiantes nació, entonces, el “Movimiento 22 de Marzo” que lideraría las protestas posteriores. Daniel Cohn-Bendit, Serge July, Guy Debord, Viénet, René Driesel, Raoul Vaneigem o Mustapha Khayati fueron algunos de sus dirigentes. El 2 de mayo hizo su aparición violenta el grupo pronazi Occident que intentó desarmar las manifestaciones en contra de la guerra, pero fue neutralizado. El 3 de mayo en la Sorbona hubo 600 detenidos y se consumaron los primeros disturbios en la capital francesa. La Unión Nacional de Estudiantes y el Sindicato de Profesores convocaron a la huelga exigiendo la retirada de la policía y la reapertura de La Sorbona. El Movimiento 22 de marzo convocó a la huelga general universitaria que fue acatada por millones de estudiantes y se produjeron las tomas de universidades y colegios secundarios.
El 5 de mayo cuatro manifestantes fueron condenados a prisión, lo que produjo mayor indignación. El 6 de mayo, 10.000 estudiantes marcharon por el Barrio Latino, hubo enfrentamientos violentos con una policía inusualmente desatada, quema de coches y uso de adoquines como elemento de defensa. El saldo fue de 800 manifestantes heridos. Ese día la opinión pública se solidarizó con los/as estudiantes al ver el accionar policial. El gobierno declaró el estado de sitio pero no funcionó.
El 7 de mayo se produjo una manifestación inusitada en la historia moderna francesa. 50.000 manifestantes marcharon por la aristocrática avenida de los Campos Elíseos. Estudiantes universitarios/as, secundarios/as y jóvenes obreros/as desplegaron sus consignas y reivindicaron a La Comuna de París. El 8 de mayo el Consejo de Ministros ratificó su política de no dialogar y ordenó desplegar sigilosamente a las fuerzas armadas mientras la Asamblea Nacional reconocía públicamente la distancia entre estudiantes y políticos, y la protesta se extendía a diez provincias.
La tensión crecía. La noche del 10 de mayo se produjo la icónica “Noche de las barricadas”. Decenas de miles de estudiantes se enfrentaron con la policía durante toda la noche. Su escudo fueron las barricadas construidas con muebles viejos, adoquines, llantas, y su táctica, el movimiento permanente por las calles del Barrio Latino y aledaños. Los enfrentamientos duraron hasta las seis de la madrugada en que la policía logró dominar los disturbios. Hubo centenas de heridos otra vez.
Al día siguiente, las calles de París estuvieron atestadas de carros blindados. El 13 de mayo las centrales sindicales se plegaron al movimiento de protesta y declararon la huelga general. Francia quedó paralizada. Diez millones de trabajadores/as fueron al paro y comunicaron su propio pliego de condiciones. Reacción tardía de la dirigencia sindical, pero de gran contundencia organizativa. Ese día hubo marchas multitudinarias: 500.000 trabajadores/as y estudiantes en París, 150.000 en Marsella, 40.000 en Toulouse, 35.000 en Lyon. Luego de la marcha parisina los/as estudiantes se dirigieron a la Sorbona, que había sido reabierta, y la ocuparon. Comenzaba una breve unidad obrero estudiantil que tendría profundas huellas en las prácticas futuras de los movimientos populares y en su psicología de clase. La dirección más pública del movimiento juvenil recayó en Daniel Cohn-Bendit, estudiante de Nanterre, Alain Geismar, secretario general del Sindicato Nacional de Enseñanza Superior y Jacques Sauvageot, vicepresidente de la Unión Nacional de Estudiantes.
Al toque se sumaron a la huelga los controladores aéreos, los trabajadores/as del gas, la electricidad y la energía atómica, del transporte, automotrices, químicos, del carbón. En Nantes obreros y agricultores cortaron las rutas y controlaron el precio de los productos ofertados en los mercados. Los trabajadores/as comenzaron a discutir en las empresas las posibilidades del control obrero.
El gobierno tomó nota de la expansión de la protesta y propuso negociaciones con las centrales sindicales y los empresarios. El 27 de mayo se firmó el protocolo de Granelle, un preacuerdo entre las partes que debía ser refrendado por los trabajadores/as. Su rechazo fue rotundo. La anécdota más difundida ocurrió en la fábrica automotriz más grande de Francia. El secretario general de una central expuso los puntos ante los trabajadores. Se produjo un profundo silencio. Y desde el fondo se escuchó el veredicto de un trabajador que definió la asamblea: “Demasiado poco, demasiado tarde”. Las huelgas continuaron, pero se había abierto el camino para minar la unidad obrera. Era la posibilidad de negociar mejores derechos en discusiones por ramas o empresas.
El 29 de mayo el presidente Charles de Gaulle convocó a una manifestación de sus partidarios que se consumó el 30 de mayo con la participación de 300.000 personas que apoyaron la convocatoria anticipada de elecciones legislativas para finales de junio. El desgaste de la lucha estudiantil, la presión ejercida por las centrales sindicales para negociar por rama o empresa y la campaña electoral en que se enfrascaron los partidos políticos hicieron que la protesta fuera llegando a su fin.
Cada sector tuvo victorias. Los estudiantes lograron democratizar una parte del funcionamiento en los centros de estudios, los trabajadores/as lograron un aumento enorme del salario mínimo interprofesional, otros aumentos promedio del 35%, reducción de la jornada laboral, mayor cantidad de días de vacaciones, reconocimiento de las representaciones sindicales en las empresas. La sociedad alcanzó niveles de derechos civiles inéditos. En pocos años se aprobó el divorcio, se abrieron camino definitivamente la libertad sexual y el respeto por la diversidad sexual, el aborto fue legal, las relaciones entre padres e hijos cambiaron notablemente, los derechos juveniles se ampliaron.
El movimiento que nació en el suburbio obrero de Nanterre se trasladó a París e inundó Francia sin ninguna otra apetencia que ampliar sus derechos, hizo temblar al poder establecido, las organizaciones anquilosadas y la modorra ciudadana imperante. Las calles se inundaron de frases provocadoras y despabilantes: “Sé realista, pide lo imposible”, “Prohibido prohibir”, “Bajo los adoquines está la playa”, “La belleza está en la calle”, “Hagamos el amor y no la guerra”. Y también de jóvenes estudiantes y obreros que escribieron con su acción una pequeña parte de la historia.
Salú muchachas y muchachos!! Porque nadie los tenía en cuenta y ustedes sacudieron el tablero, despertaron a millones del letargo y dibujaron una sonrisa universal que todavía vive…
Ruben Ruiz
Secretario General