Prilidiano Pueyrredón
Un día como hoy pero de 1870 se despedía Prilidiano Paz Pueyrredón, pintor, ingeniero y arquitecto argentino considerado el primer pintor de la patria y uno de los precursores de la pintura en nuestra Nación que retrató imágenes autóctonas en búsqueda de una identidad propia, algunos personajes históricos, a los representantes de la burguesía porteña y escandalizó a la sociedad con los dos primeros desnudos que se representaron en estas tierras.
En honor a ese día se conmemora el Día del/la Artista Plástico en Argentina.
Nació en 1823 en la ciudad de Buenos Aires, más precisamente en el palacio familiar enclavado en las actuales Sarmiento y Reconquista. Hijo de la porteña María Calixta Tellechea y Caviedes y de Juan Martín de Pueyrredón, ex Director Supremo de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Cursó sus estudios primarios en el Colegio de la Independencia. Los fines de semana la familia se aquerenciaba en la quinta “Santa Calixta”, ubicada en la actual intersección de las calles Juncal y Libertad de la ciudad porteña y algún tiempo habitaron una quinta en San Isidro.
La posición política de su padre -contraria al gobierno presidido por Juan Manuel de Rosas- implicó que la familia se mudara a Europa. Vivió en Paris y algunas temporadas en Cádiz, donde su padre tenía una empresa de importación de cueros argentos. En la capital gala completó su formación formal. El endurecimiento de las relaciones entre el gobierno de la Confederación Argentina con Francia e Inglaterra por la soberanía en el uso de nuestros ríos interiores supuso una limitación de las actividades comerciales de la familia Pueyrredón e implicó otra mudanza.
El destino fue Rio de Janeiro -donde el emperador de Brasil había convocado a gran cantidad de artistas para desarrollar sus actividades-, ciudad en la que Prilidiano concurrió a la Academia de Dibujo y Pintura durante tres años. En 1844 emigró a París. Allí estudio ingeniería en la Escuela Politécnica y conoció la obra de los pintores franceses Jacques-Louis David (pionero de las artes en los inicios de la Revolución Francesa), Jean Dominique Ingres y Eugène Delacroix y de los españoles Federico y Luis de Madrazo, que ejercieron una gran influencia.
En 1849 la salud de su padre comenzó a empeorar y levaron anclas hacia Buenos Aires. Al año siguiente falleció. Prilidiano ya era un personaje singular de la sociedad porteña y tuvo un desafío pictórico y político: retratar a Manuelita Rosas, que no solo era la hija del gobernador general sino que tenía su propio protagonismo en la vida pública y fungía como símbolo de interlocución eficaz entre el pueblo y el gobierno ante momentos de tensión.
Desde el punto de vista estético hubo tensiones. Manuelita vestía siempre de rosa o blanco pero la exigencia de los contratantes (Juan Nepomuceno Terrero, Luis Dorrego y Gervasio Ortiz de Rozas) fue que debía ser retratada con un vestido enteramente rojo punzó e impusieron un formato del cuadro. Los conocimientos pictóricos adquiridos y la habilidad técnica de Prilidiano permitieron que recurriera a diversas gamas de colores para pintar el sillón de fondo, la cortina y la alfombra que rodeaban a la modelo y, así, lograr un contraste con cierta neutralidad.
Meses después, su amigo Miguel de Azcuénaga le encomendó un proyecto para construir una mansión en una quinta heredada en Olivos. Proyectó los planos (se construyó en 1853) de lo que, actualmente, es la parte central de la Residencia Presidencial. Adoptó un estilo neoclásico, con terrazas divergentes que se abrían en diagonal en dirección al Río de la Plata, profusa cantidad de ventanas y un mirador.
No avanzó en la ejecución. La razón: un amor trunco con su prima segunda y vecina Magdalena Costa Ituarte, lo decidió a marcharse a Cádiz. En la “Tacita de Plata” mantuvo una relación fugaz con la gaditana Alejandra Heredia de la que nació una hija que llamaron Urbana. Nunca la reconoció ni la volvió a ver. Solo mantuvieron una regular correspondencia epistolar.
En 1854 retornó definitivamente a Buenos Aires. Mixturó la pintura con la ingeniería.
Inauguró sus talleres donde pintaba, exhibía su obra y formaba a nuevos discípulos. Incorporó la costumbre de dar a conocer su producción a través de los medios gráficos y expuso pinturas al óleo en el almacén naval de Fusoni Hnos. y litografías en el taller de Augusto Clairlaux.
Sería un momento prolífico. Pintó más de 200 obras, privilegió el contexto que lo rodeaba, los personajes cotidianos y la impronta arrabalera y gauchesca junto al retrato de figuras conocidas de la ciudad, con el prisma romántico que había adquirido en su época formativa. Un dato relevante fue que utilizó la fotografía como herramienta de trabajado, elemento distintivo para esa época que aprendió a utilizar en su estadía europea.
“Un alto en el campo”, “Apartando en el corral”, “Las lavanderas en el Bajo Belgrano”, “Patio porteño”, “El rodeo”, “Paisaje de San Isidro”, “Sacada de la red”, “Costa del Rio de la Plata”, “Paisaje de Tres Bocas” (Tigre), “Ranchería de San Isidro”, “Bosque de Palermo”, “Un alto en la pulpería”. Fueron algunos de sus trazos originales que utilizó como presentación para agitar el tímido inicio de nuestra pintura nacional.
También zamarreó a la sociedad porteña con sus desnudos de “El baño” y “La siesta”, retrató a varios de los personajes de la burguesía local de la época y pintó unos pocos cuadros históricos
Al mismo tiempo, fue contratado por el gobierno de ese momento para renovar la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo) en la que plantó 300 paraísos y cambió para siempre esa vista desértica que mantenía desde la fundación de la ciudad, realizó la restauración y ampliación de la Pirámide de Mayo a la que incorporó cinco estatuas realizadas por Joseph Dubourdieu, diseñó la ampliación del paseo Guardia Nacional (hoy, avenida Leandro N. Alem) donde integró un parque, remodeló el antiguo edificio del Fuerte que luego se transformó en la Casa Rosada, construyó canales y desagües, modificó la fachada de la Catedral, renovó la iglesia del Pilar, planificó la construcción de una penitenciaría para mujeres y niños. Todo “ad honorem”.
Además, proyectó y construyó el primer puente de hierro giratorio de la región que permitía el paso de los barcos y cruzar el Riachuelo desde el barrio de Barracas hacia Barracas al Sur (actual Avellaneda). Una falla de cálculo en los pilotes que encajaban en el terreno fangoso hizo que el día de la inauguración la correntada del rio arrasara la estructura y lo derribara.
Asumió la responsabilidad del desastre, invirtió dos millones de pesos y comenzó su reconstrucción. Lamentablemente la obra se inauguró el 9 de noviembre de 1871 (un año después de su muerte). Hablamos del actual Puente Pueyrredón, reconstruido en 1884 y anclado definitivamente en su actual emplazamiento casi cien años después.
Políglota, conocedor de los principios de la química, la física y las matemáticas, aficionado a las letras y la música, introvertido, seductor silencioso, un poco sordo, irónico. Su fino humor lo llevaba a firmar P.P.P., que algunos interpretaban cono las iniciales de sus nombres y apellido y él aclaraba públicamente que debía leerse como “pintor pobre por pocos pesos”.
Salú Prilidiano Pueyrredón! Un ícono todoterreno en los orígenes de la pintura argentina.
Ruben Ruiz
Secretario General