Inicios roqueros, cultor de la balada romántica, ídolo de América
Un día como hoy pero de 2010 se despedía Roberto Sánchez, guitarrista, cantante y compositor argentino que marcó una época en los inicios del rock nacional y en la música melódica y el pop argento.
Nació en 1945 en la Maternidad Sardá, barrio de Parque Patricios, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Hijo de Vicente Sánchez e Irma Nydia Ocampo, pareja de origen español que vivía en Valentín Alsina, partido de Lanús, provincia de Buenos Aires. Su abuelo paterno pertenecía al pueblo rom (romaníes o gitanos), cuya herencia adoptó cuando eligió el alias artístico de Gitano.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela № 3 República de Brasil, en Valentín Alsina y realizó su primera actuación cuando estaba en sexto grado, gracias a una invitación de su maestra: interpretó a Elvis Presley. La ovación fue sorprendente. Su primer acercamiento al rock and roll.
Pero el estudio no era lo suyo. Abandonó en segundo año de la secundaria. Trabajó de repartidor de vino en damajuanas junto a su padre, de repartidor en una carnicería, de operario en una droguería y de tornero. Con sus primeros ahorros compró una guitarra y comenzó a perfeccionarse. Su primer ladero fue su amigo Juan Irigoytía. Comenzaron a participar en festivales de canto y ofreciendo serenatas. Sandro cantaba boleros, tangos y algún que otro rock and roll. Juan era el especialista en canciones del Litoral y también se anotaba en las canciones roqueras.
Su primer grupo fue “El trío Azul”, después formó un dúo con su amigo, llamado “Los caribes”. A comienzos de los sesenta hizo sus primeras presentaciones solistas como Sandro. En ese devenir formó otro grupo: “Los caniches de Oklahoma” y grabó su primer rock and roll, “Comiendo rosquitas calientes en Puente Alsina”. En 1962 le cambiaron el nombre al grupo y comenzó la vida de “Los de Fuego”: Héctor Centurión (bajo), Lito Vázquez o Enrique Irigoytía (guitarra rítmica), Armando «Cacho» Quiroga (batería), Sandro (voz) y Juan José Sandri (guitarra).
Al año siguiente ya eran “Sandro y Los de Fuego”.
Ese mismo año grabó para CBS un simple como solista con canciones de Paul Anka y Elvis Presley. En 1964 convenció a la discográfica de grabar un tema con “Los de Fuego”. Fue “Hay mucha agitación”. Un éxito rotundo, vendieron 150.000 discos.
Se transformó en la bandera de largada para el rock cantado en castellano.
El empujón hacia la popularidad lo recibieron cuando se presentaron en “Sábados circulares”. Imitaba los movimientos de Elvis, saltaba de un lado al otro del estudio, se arrastraba por el piso sobre sus rodillas, hacía temas como “No puedo esperarte más nena” y “Peggy, Peggy” y Pipo Mancera los protegía. Había divisado el potencial comercial del grupo. Los guardianes de la censura tiraron la bronca. Pipo los enfrentó y puso su renuncia a disposición. Arrugaron. Fue puro aspaviento.
En 1965 incluyó en sus grabaciones canciones de Los Beatles, Jerry Lee Lewis y Buddy Holly. Ese año se disolvió el grupo “Los de Fuego”, se consolidó el Sandro solista y apareció un músico de jazz y letrista que sería fundamental en su carrera, Oscar Anderle. En 1966 se editó Alma y fuego con el acompañamiento de Oscar Cardozo Ocampo, en el que comenzó su orientación hacia ritmos latinos. Un ejemplo fue el tema de la dupla Sandro-Anderle “Caja de música”. Tendencia a la balada melódica con base de rock.
Ese mismo año abrió el bar “La Cueva”, junto a “Pajarito” Zaguri, lugar emblemático para los jóvenes sesentosos que despertaban a nuevos ritmos e ideas, donde contrataron a “Los Gatos” como banda musical permanente.
En 1967 grabó su último disco vinculado al rock. Fue Beat Latino. Apareció un arreglador proveniente del jazz, Jorge López Ruiz, que también tendría gran influencia en su carrera. Cultivó la balada romántica derivada del bolero. Dejó la campera de cuero por el esmoquin y los jeans por el pantalón acampanado. Mantuvo el pelo largo, las patillas y los movimientos del cuerpo.
En octubre participó del Festival Buenos Aires de la Canción y la rompió con “Quiero llenarme de ti”. El éxito se repitió en Viña del Mar y ese festival le abrió las puertas del Caribe y a la comunidad latina en Estados Unidos.
En 1968 salió a la venta “Una muchacha y una guitarra”. Gol de sobrepique y furor del público femenino.
Sandro interpretó a la perfección la comunión con ese público que empezaba a ser incondicional. Letras, ritmos, modulaciones de la voz, vestimenta e imagen intencionada e impecable. Se maceraba el gran intérprete latinoamericano con arraigo mayoritario en las mujeres. En 1968 apareció su álbum más vendido: La magia de Sandro con temas como “Penumbras”, “Así”, “Tengo”, “Por algún camino”, “Penas”, “Yuma Yoe”.
Luego vendrían una cantidad enorme de éxitos sin solución de continuidad. “Rosa, Rosa”, “Trigal”, “Guitarras al viento”, “Dame el fuego de tu amor, “Al final, la vida sigue igual”, “El maniquí”, “Palabras viejas”, “Gitano y vagabundo, “Por eso bebo”. Llenaba la cancha de San Lorenzo en los carnavales, abarrotaba La Rural, fue el primer cantante en actuar en el Luna Park y el primer artista latinoamericano en cantar en el Madison Square Garden de Nueva York. Incursionó en el cine y tuvo su propio programa en la televisión argentina, emitido por canal 13
La tribu del rock argentino lo miró de reojo cuando decidió enrolarse en la balada romántica. La distancia perduró varios años hasta que en 1991 Charly García y Pedro Aznar se animaron, lo invitaron a participar de su álbum Tango 4 e interpretaron una revisión de “Rompan todo”, de la añeja banda uruguaya Los Shakers. Impecable.
Unos años más tarde, otros músicos de rock nacional y latinoamericano siguieron ese camino y editaron un álbum de excelente factura que llamaron Tributo a Sandro, un disco de rock. Una asignatura pendiente que saldaron León Gieco, Divididos, Los Fabulosos Cadillacs, Bersuit Vergarabat, Attaque 77, Los Caballeros de la Quema, Virus, Los Visitantes, Érica García, Bel Mondo, Molotov, Aterciopelados y Javiera y Los Imposibles. Otra exquisitez.
Con campera de cuero y jeans o pantalones acampanados o con su bata roja para finalizar los shows, marcó una época y traspasó generaciones de espectadores dispuestos a emocionarse y ser parte de una tribu musical incondicional, orgullosa y multitudinaria.
Salú Sandro! Por tu capacidad de ilusionista, por tu voz inalterable, por ser ídolo acá, allá y acullá.
Un integrante de lujo en nuestra popular imaginaria.
Ruben Ruiz
Secretario General