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Efemérides 04 de Junio

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Rodrigazo

Un día como hoy pero de 1975 se anunciaba un plan de ajuste drástico, antipopular y empobrecedor por parte del flamante ministro de Economía, el ingeniero industrial Celestino Rodrigo, que había asumido dos días antes con el “paraguas” político del impresentable ministro de Bienestar Social José López Rega (alias el brujo): policía ascendido de oficio, integrante de la logia anticomunista “Propaganda Due”, aficionado al esoterismo y probable organizador de la banda paramilitar “Alianza Anticomunista Argentina”.
En la memoria popular este intento de plan económico quedó grabado como el “Rodrigazo”.
La presidencia era ocupada por María Estela Martínez de Perón que había asumido ese cargo luego de la muerte del general Juan Domingo Perón el 1º de julio de 1974.
Una de sus primeras medidas fue cesantear al hasta ese momento ministro de Economía, José Ber Gelbard que había implementado (con un claro apoyo político del presidente fallecido) un efectivo Pacto Social que se sostuvo durante el primer año de gobierno peronista.
Logró bajar la inflación del 62% al 17%, con un nivel de desocupación menor al 3% y de la pobreza en el 4%, una recuperación del salario real del 13%, una expansión gravitante de la actividad económica, un grado creciente de industrialización de materias primas, construcción de infraestructura en el interior del país, alcanzar una balanza de pagos superavitaria en función de inmejorables precios internacionales y cosecha récord y un acuerdo de aumento salarial general con posterior congelamiento de precios y salarios a dos años vista.
Efectivamente, el plan se vio jaqueado por la crisis internacional del petróleo, el inmediato proteccionismo de las economías europeas, la reacción estadounidense furibunda a la exportación de bienes argentinos a Cuba y el rompimiento del bloqueo económico a la isla pero también por la pérdida de divisas, el atraso artificial del dólar y un creciente déficit fiscal. Luego de la renuncia de Gelbard, se verificó un incumplimiento empresario generalizado del congelamiento de precios, una reformulación imperfecta del pacto y un creciente estado de violencia política que impactaron sobre la eficacia inicial del acuerdo logrado con esfuerzo.
Ese plan económico iba a cambiar abruptamente con el “Rodrigazo”, anunciado por radio y televisión la noche del 4 de junio.
El paquete a instalar constaba de aristas conocidas e inflamables: devaluación del peso argentino de hasta 160% (el dólar comercial trepó de $10 a $26, el financiero de $15 a $30 y se creó el dólar turista que comenzó a cotizar a $45), aumento del 75% las tarifas de luz y gas, incremento del 180% en los combustibles, del 50% en el boleto de colectivos de pasajeros y entre 80 y 120% el pasaje de tren. Por supuesto, se imponía una limitación de los aumentos salariales que tras meses de negociaciones habían superado el 38% en marzo y 45% en junio.
Su “objetivo público” era corregir los desequilibrios económicos e iniciar la liberalización de la economía argentina. Su objetivo oculto fue generar una enorme transferencia de ingresos hacía los sectores que componían el núcleo exportador del país y disciplinar a los millones de trabajadores/as vía regresión del salario y amenazas de despidos masivos.
Estuvo claro desde el inicio de este intento que se pretendía imponer un cambio estructural que implicaba el dominio social de la autorregulación del mercado y la finalización del desarrollo de políticas activas para el crecimiento nacional con participación de las mayorías populares.
Para la ejecución cotidiana de ese pretendido plan nombró como viceministro al banquero Eduardo Zinn, antiguo asesor económico de los dictadores Levingston y Lanusse y, con posterioridad al golpe de estado de 1976, asesor de José Alfredo Martínez de Hoz y diseñador de la Ley de Entidades Financieras que aún hoy padecemos.
El primer efecto concreto fue que la inflación se disparó desde el 40% en 1974 al 335% en 1975.
El rechazo de la clase trabajadora fue total. La exigencia de la homologación de acuerdos paritarios por encima del tope establecido fue generalizada. La conflictividad social creció cotidianamente. Los sindicatos se movilizaban a la Casa Rosada con sus exigencias y “rebotaban” con la negativa de Celestino Rodrigo y Eduardo Zinn. El desabastecimiento asomó cruelmente y la inflación no se detuvo en ningún momento.
El 27 de junio se realizó una inmensa movilización de trabajadores/as a la Plaza de Mayo repitiendo la exigencia: homologación de los aumentos paritarios firmados por encima del tope y renuncias en el gabinete. El grito más escuchado esa tarde fue: “Isabel coraje, al brujo dale el raje”. Al caer la tarde la conducción de la CGT se encaminó a la Quinta presidencial de Olivos. Reunión tensa y hermética al final de la cual la presidenta llamó a los medios y en presencia de la delegación sindical les comunicó que al día siguiente daría su respuesta.
Efectivamente, el 28 de junio respondió. Exigió al pueblo que meditara y eligiera que camino quería tomar. Planazo por cadena nacional y alejamiento trágico de la realidad. El 1º de julio el gabinete renunció y se anunciaron los nombres de los nuevos ministeriables. Se confirmaba a López Rega, Celestino Rodrigo, Oscar Ivanisevich. Los más resistidos continuaban. El alejamiento de la realidad era cada vez mayor.
Los días subsiguientes la Cámara de Diputados interpeló al ministro de Economía que seguía defendiendo su plan imposible como si no produjera convulsión social. Fueron audiencias patéticas, casi felinescas.
El 7 de julio la CGT convocó a un paro nacional de 48 horas que tuvo un acatamiento total. Al día siguiente, el ministro de Trabajo comunicó que el gobierno derogaba el decreto que limitaba las paritarias y anunciaba que accedía a reconocer los aumentos logrados por los trabajadores/as.
Fue un anuncio tardío. La inflación había comenzado a corroer los salarios y los propios aumentos pero además el enojo de las mayorías con el rumbo del gobierno era creciente. Finalmente, el 11 de julio de 1975 se produjo la renuncia de José López Rega, el ministro más odiado por el pueblo argentino, quien se marchó del país bajo el disfraz de embajador itinerante.
El pueblo trabajador jugó sus fichas. Se sacó de encima a personajes nefastos. Llenó las calles y las plazas en medio de una confusión generalizada. Pero las contradicciones eran enormes y la falta de rumbo y conducción fueron devastadores.
Seis días después renunció el aciago Celestino Rodrigo. El intento de instaurar el “imperio del mercado” había fracasado pero las consecuencias fueron demasiado duras. La inflación se disparó, el precio del dólar subió estrepitosamente, la credibilidad en el peso argentino nunca más se recuperó plenamente y la debilidad política fue irremontable.
La historia posterior es bastante conocida.
El “Rodrigazo”. Un hecho perverso que no deberíamos olvidar los que lo padecimos y que debiera ser más conocido por las generaciones más jóvenes. De esa historia también venimos…

Ruben Ruiz
Secretario General 


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