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Efemérides 04 de Septiembre – Pepe Biondi

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El cómico de mirada triste que tuvo suerte para la desgracia

Un día como hoy pero de 1909 nacía José Biondi, acróbata, humorista y artista de variedades argentino que se convirtió en el cómico más visto de la televisión durante muchos años y se convirtió en un primigenio “influencer” con sus gags compinches y sus dichos directos que impactaron a varias generaciones.
Nació en el pasaje Baigorri, barrio de Barracas, ciudad de Buenos Aires. Hijo de inmigrantes napolitanos: Angela Cavalieri y José Biondi, obrero ferroviario. Fue el tercero de ocho hijos. A los pocos años del nacimiento de Pepe, la familia se mudó a Parque Patricios y, de sobrepique, a Remedios de Escalada, hoy Lanús (en ese momento partido de Lomas de Zamora).
Su lugar en el mundo era el Potrero de las Moscas y el baldío que luego ocupó el cementerio de Lanús. Jugaba al futbol, hacía piruetas y ensayaba pequeñas acrobacias. Un oasis entre la pobreza familiar reinante. A sus siete años llegó el circo “Anselmi” que se desplegó en los terrenos aledaños y lo deslumbró. Un integrante de la mágica tienda itinerante lo vio ejercitando e intuyó que tenía futuro. Visitó a sus padres y les pidió permiso para integrarlo al circo y a su vida ambulante. Sobraba “ragú”. Faltaba olla. La respuesta fue afirmativa.
El acróbata brasileño Juan Bonamorte, alias “Chocolate”, fue su instructor desde ese día. Fueron cinco años dramáticos. Golpes, puntapiés y latigazos eran moneda corriente en el aprendizaje de la acrobacia. El argumento era atroz y simple: lo hacía para que el pibe perdiera el miedo. Un día como cualquiera Rosita, la esposa del fajador, lo enfrentó a punta de pistola y le espetó: “a este chico no le pegás más. Que no te vuelva a ver pegarle a Josecito, porque te mato”. Buscó denodadamente a su familia, la encontró en una humilde casa de Banfield y lo dejó nuevamente con sus padres y hermanos. Volvió con la medallita de latón que le había regalado su madre y hemorragias urinarias que le complicarían la vida futura.
Empezó a trabajar de lustrabotas y canillita. La vida quiso que se reencontrara con el famoso payaso Napoleón Seth que lo convenció de volver al circo en el rol de clown. Aceptó y comenzó a participar de las funciones del “Politeama”, en Avenida La Plata y Asamblea junto a un joven histriónico: Luis Sandrini y una mula parca, Juanita, a quien debían hipnotizar. El dúo se acabó cuando una noche Pepe Biondi le dio una trompada al animal cansado de que lo pateara y mordiera durante las actuaciones.
En 1930 ingresó a la “colimba” en el Regimiento 3 de Infantería. Allí aprendió a leer y escribir y se convirtió en un lector entusiasta.
Su camino errante continuó junto a otro acróbata, Peter, con quien conformó un dúo que se hizo famoso en los cabarés del centro porteño: el “Chantecler”, el “Florida y el “Maipú Pigalle. Sin embargo al año y medio se separaron. En 1934 se casó con el amor de su vida: la cantante de tango Teresa “Sita” Moraca, con quien tendría su única hija, Margarita.
El ámbito circense siempre estuvo cerca y de visita en el circo “Águila” conoció a un inmigrante ruso que apodaban “Dick” (Bernardo Zalman Ber Dvorkin) con quien formó un dúo artístico que duraría la friolera de 23 años. Generaron un espectáculo en el que mezclaron acrobacias, “chistes verdes”, chistes propios, número de equilibrio sobre mesas, vestimenta de marineros. El público era otro, más difícil: noctámbulo, picaresco y bullicioso. El éxito fue incomparable. Desbordaron el Teatro Cosmopolita y luego el Roma. Biondi nunca olvidó una diferencia notable de esos dos mundos: el cabaré era limpio y calentito; el circo era sucio y frío.
Más tarde, realizaron un espectáculo de catch parodiado hasta que en una gira en Chile Pepe Biondi sufrió un accidente en la columna vertebral y abandonó la acrobacia para siempre. Estuvo un año en reposo. A su vuelta el dúo Dick y Biondi armaron un espectáculo en el que reemplazaron los giros acrobáticos por cachetadas impostadas y nuevos chistes. Otro éxito que la abrió las puertas de casinos, clubes nocturnos y cabarés de Buenos Aires y Latinoamérica.
A finales de los ’40 llegaron a México y actuaron con Josephine Baker en un espectáculo que deslumbró. De allí a La Habana, Cuba. El comienzo fue una actuación en CMQ Radiocentro y realizando variedades antes de las películas en el cine América. Audiencias agradecidas y masivas. En 1952 debutaron en la televisión. Los contrató el empresario cubano Goar Mestre por cuatro programas y se quedaron años. “El show de Dick y Biondi” iba los miércoles a las 21,30 horas y la isla reía a rabiar. Se consolidaba el Pepe Biondi guionista. A mediados del ’50 el dúo se separó y apareció en la pantalla “El show de Pepe Biondi”. Nuevos personajes, chistes efectivos e incorporación de bailarinas. Crecía el actor cómico de humor cercano.
En 1958 fue secuestrado por el “Movimiento 26 de Julio” en una operación relámpago realizada durante el “Día de Resistencia absoluta” contra el régimen de Fulgencio Batista. Impacto político inmediato. Fue entregado en una iglesia de las afueras de La Habana sin signos de violencia y con la peluca que debía usar en el programa. Años después sus secuestradores fueron invitados a su programa de televisión y se creó una situación paródica.
En 1960 abandonó la isla y regresó a Argentina. Goar Mestre ya era el presidente de la productora y director de Canal 13 que estaba en manos de Proartel (sociedad formada por Rio de la Plata TV y la estadounidense CBS/Time-Life). Inmediatamente le ofreció un horario central a Pepe Biondi. Dudó porque debía competir con programas consolidados: “Felipe” de Luis Sandrini; “Telecómicos” de Aldo Camarotta; “El show de Antonio Prieto”; “Capitán Piluso” de Alberto Olmedo; “Los trabajos de Marrone”; “Doctor Cándido Pérez-Señoras” con Juan Carlos Thorry y “La Nena”, con Marilina Ross, Osvaldo Miranda y Joe Rígoli.
La duda se acabó con el primer programa de “Viendo a Biondi”: 29 puntos de rating. Se mantuvo 11 años en la pantalla y alcanzó más de 66 puntos. Un torbellino de humor. Lo acompañaron Pepe Díaz Lastra, Leonor Onis, Délfor Medina, Carlos Scazziotta, Carmen Morales, Raúl Lavié, una joven Luisina Brando, Juan Carlos Duggan, Mario Fortuna, entre otros.
Humor plástico, ingenio callejero, complicidad de voces, miradas y gestos, ritmo escénico, gags veloces, remates precisos, rutinas dinámicas, rima simple, tribu de invitados emblemáticos.
Compuso personajes incomparables e inoxidables: Pepe Galleta, el único guapo en camiseta; Pepe Curdeles, abogado, jurisconsulto y manyapapeles; Narciso Bello, beldad de fama universal; Pepe Canario, el pajarito cantor del barrio; Pepe Mamboleta, detective privado de la policía secreta; Pepe Estropajo alérgico al trabajo; Pepe Lui, el gitano andaluz al que le gusta la guasa, la chunga y el pitorreo; Pepe Botones, luego le subo los sifones; Pepe malevaje, un malevo que se va de raje; Pepe chancleta, dame la escopeta; Pepe Miseria, el gaucho Pepe Pampero, Pepe Caramelo, un personaje que nació para estar de boca en boca…
Y desgranó frases identitarias: la clásica ¡patapúfete! ¡Qué suerte para la desgracia!, ¡Qué fenómeno, m´hijo!, ¡lechuguita pa´l canario! Soy un buen muchacho, lástima que sea tan canalla. Ay, qué barbaridad, lo tenía acá, ahora lo tengo allá…
Perfeccionista, meticuloso, abonado a la ternura, bondadoso, ícono del humor familiar.
Su dura vida le pasó factura. Los castigos recibidos durante su infancia, los habanos imperdibles de la isla y su larga relación con el cigarrillo, el destrato de Canal 13 para finalizar su vínculo contractual que lo dañó con creces. Nueve operaciones, dos infartos, tres hemorragias.
Un invierno de 1975 su cuerpo castigado aflojó. Antes de despedirse le pidió a su mujer: “…no me entierren en el panteón de Chacarita sino en la tumba más humilde posible. Si es verdad que hay otra vida y me veo en un mausoleo, me vuelvo a morir”. Sátira biondiana para el final.
Un integrante innato de nuestra popular imaginaria…
Salú Pepe Biondi! Acompañante entrañable de muchas infancias, payaso suburbano de corazón abierto y zapatos gastados en mil calles que siempre nos sacaste una sonrisa.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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