Roberto Payró
Un día como hoy pero de 1928 se despedía Roberto Jorge Payró, escritor, periodista y crítico de arte argentino, considerado el primer corresponsal de guerra de nuestro país, uno de los fundadores del teatro argentino (junto a los hermanos Podestá) y el primer periodista moderno que incorporó el viaje relámpago como práctica de su profesión y la gira de estudio para interiorizarse de lugares y personajes antes de escribir sus crónicas.
Nació en 1867 en la ciudad de Mercedes donde sus padres se habían mudado para huir de la peste de cólera que azotaba Buenos Aires. Hijo de Juana Losada y Felipe Payró. Su madre murió cuando Roberto tenía cinco años; junto a su hermano se trasladaron a Lomas de Zamora y fueron educados por su abuela y su tío Jorge. Cursó sus estudios primarios en el Colegio San José y secundarios en el Colegio Nacional Buenos Aires.
En 1883 ingresó al periódico “El Comercio” donde realizó algunas críticas teatrales. Contemporáneamente, escribió su primer poema en dos cantos: “El hombre feliz”. Le pareció tan malogrado que quemó las copias.
Fue una época dinámica. En 1884 trabajó de redactor en el diario “La Patria Argentina”, donde conoció a “fray Mocho” y en 1885 publicó la novela Entre amigos, en formato de folletín en el periódico “La Opinión”. Luego escribió en los diarios “La Libertad”, propiedad del doctor Victorino de la Plaza; en “Sud-América”, fundado por Carlos Pellegrini y cuyo director era Paul Groussac, y “La Razón” dirigido por Onésimo Leguizamón, donde se vinculó con su hermano Martiniano. En su periplo utilizó los seudónimos “Never Mind” y “The Same”.
Ese mismo año publicó Antígona, un remedo de la tragedia de Sófocles ambientada en la Argentina de fines del siglo XIX en un contexto de luchas políticas y sociales. Inquieto, se trasladó a Asunción y luego a Córdoba donde trabajó en una cátedra de la Escuela Normal. Siguió despuntando el vicio de periodista; fue redactor en “El Intransigente” y colaboró en “El Interior” y en “Eco de Córdoba” bajo los seudónimos de “Froebel”, “Rostchild” y “El Diablo Cojuelo”. En 1887 publicó Scripta, editado por Peuser, probablemente el primer libro de cuentos en la República Argentina.
Al año siguiente fue llamado de urgencia por un accidente que había sufrido su padre y se mudó a Bahía Blanca a coordinar los cuidados. Fundó con su hermano una sociedad de remates y comisiones, que fracasó. Publicó su segundo libro de cuentos: Novelas y fantasías, influenciado por el naturalismo. En abril de 1888, comenzó a publicar también en formato de folletín su comedia en cinco actos, titulada La cartera de justicia en el diario “El Porteño”.
Luego de la muerte de su padre, utilizó la herencia para fundar el periódico “La Tribuna”, desde donde activó políticamente a favor de la Unión Cívica. Participó de la Revolución del Parque y del levantamiento de 1892 contra el fraude electoral. Ambos terminaron en derrotas militares, perdió sus bienes y cerró su periódico. En el medio de estas disputas se casó con Ana María Bettini, directora de una escuela bahiense con quien convivió el resto de su vida.
Regresó a Buenos Aires y le costó conseguir trabajo. Fue cronista en “La Prensa”, escribió en “Pueblo Argentino” y sobrevivió con traducciones de diversos escritores europeos. Al poco tiempo ingresó a “La Nación” y comenzó sus viajes a las provincias. Despuntaba un estilo de periodismo novedoso. Inició sus tareas bajo el seudónimo “Julián Garay” y publicó la serie: “En los dominios platenses. Viaje de un hijo de esta tierra que sabe decir la verdad”. Continuó perfeccionado su estilo periodístico con presencia en los lugares donde se producía la noticia: crónicas sobre unos levantamientos en la provincia de Buenos Aires, sobre las inundaciones (la Pampa del agua), el Alto Uruguay, registros sobre los caudillos litoraleños y su folleto “Los italianos en Argentina”, entre otros.
Formó parte del grupo fundador del Partido Socialista junto a José Ingenieros, Juan B. Justo, Adrián Patroni y varias regionales de Club Vorwärts, entre otros y dirigió el primer periódico de la agrupación política: “El Obrero”.
Paralelamente, su trabajo de cronista continuaba y en 1895 viajó a Chile en momentos de disputas limítrofes y publicó “Cartas chilenas escritas por un argentino”, donde describió con precisión al “roto” (el pobre urbano). En 1998 “La Nación” lo envió como corresponsal de la comisión de límites que dirigía Francisco P. Moreno y publicó la serie (que luego fue libro) “La Australia Argentina. Excursión periodística a las costas patagónicas. Tierra del Fuego e Islas de los Estados”, una descripción detallada del litoral marítimo y los canales orientales, la necesidad de poblamiento del territorio, los recursos existentes. Historia inédita y muy leída.
Luego partió a Catamarca, La Rioja, Salta, Tucumán y Jujuy y publicó En la tierra de Inti, donde mixturó la descripción del paisaje con los problemas económicos y la crítica social. Se sumergió en la dramaturgia con Canción trágica que fue su primer acercamiento al teatro y continuó con Marco Severi y Sobre las ruinas y El triunfo de los otros.
En 1903 fue enviado a Uruguay para cubrir la “protesta armada” que encabezada Aparicio Saravia y que derivó en la revolución Oriental. Al regresar se orientó hacia la narrativa costumbrista con ribetes de sátira, en ámbitos rurales, de la mano de personajes reconocibles. Así apareció El casamiento del Laucha, historia de un pícaro que busca sobrevivir y finge un casamiento con la dueña de una tienda del pueblo a quien estafa y abandona.
Más tarde, Pago chico, un relato sobre las costumbres políticas binarias de los habitantes de un pueblo pequeño (oficialistas y opositores) y los vericuetos de la administración con un estilo mordaz de denuncia y, al mismo tiempo, cierto grado de comprensión. O Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira, una sarcástica denuncia del sistema político de la época, a través de la descripción de la “carrera” sin escrúpulos de un provinciano oportunista (caudillo local, jefe de policía, diputado nacional y embajador) inversamente proporcional a su degradación moral.
Una inesperada herencia lo depositó con su familia y su biblioteca en Europa: primero, Cataluña, la tierra de sus antecesores y luego Bruselas. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial eligió quedarse y enfrentar la situación. Continuó colaborando con “La Nación” para quien escribía precisas denuncias sobre el accionar del invasor alemán. Su esposa se alistó como enfermera y uno de sus hijos como camillero. Fue preso, le arrebataron sus archivos y documentación literaria y luego permaneció en libertad bajo vigilancia pero se las ingenió para continuar enviando sus crónicas al diario argentino. En 1921 recuperó sus escritos y el archivo.
En 1923 regresó a la Argentina y se aquerenció en Lomas de Zamora. Al año siguiente reinició sus crónicas en “La Nación” y “Caras y Caretas” con críticas literaria tituladas “Al azar de las lecturas” bajo el seudónimo “Magister Prunum”.
También retornó al género teatral y la narrativa histórica con Fuego en el rastrojo, una pincelada sobre el arte de envejecer con sabiduría y dignidad; El capitán Vergara, un irónico relato de las trifulcas entre Domingo Martínez de Irala y el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca en la revuelta Asunción del Paraguay en el siglo XIV; el sainete “Mientraiga”, sobre las alegrías y miserias que se suceden en un conventillo porteño y El Mar Dulce una crónica sobre las etapas del viaje de Juan Díaz de Solís hasta estas tierras, el descubrimiento del Rio de la Plata, su trágico final y el contexto histórico de rivalidad entre españoles y portugueses.
En el otoño de 1928 no pudo superar una operación y su pasión literaria se detuvo sin más.
Un símbolo de la síntesis entre lo culto y lo popular, el costumbrismo gauchesco y la picaresca, la ironía y la denuncia filosa, el contexto general y los personajes y situaciones reconocibles.
Salú Roberto Payró! Por tu perseverancia en darle un sitio sólido a la literatura nacional, por tu presencialidad para relatar hechos y develar geografías cercanas pero inexploradas, por tu humor para narrar historias, por tu sintaxis comprensible, por tu literatura cercana.
Ruben Ruiz
Secretario General