La voz áspera de la ternura
Un día como hoy pero de 2012 se despedía María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano, cantante y actriz mexicana, nacida en Costa Rica, notable intérprete de música ranchera e ícono de la música popular latinoamericana.
Nació en 1919 en San Joaquín de Flores, Heredia, Costa Rica. Sus padres, Francisco Vargas y Herminia Lizano, se divorciaron cuando Chavela era pequeña, se alejaron y la dejaron al cuidado de unos tíos, una pareja muy conservadora y religiosa que no entendía el comportamiento introvertido de la niña. Preferían esconderla. Para más, enfermó de poliomielitis con lo que el aislamiento fue más pronunciado. El mito cuenta que no fue curada por la medicina tradicional sino por brebajes y tratamientos realizados por chamanes. Desde ese momento se acompañó de amuletos y talismanes y fue conocida como La Chamana.
Trabajó de cocinera, costurera, vendedora de ropa, cuidadora de niños, chófer. Desde los 14 años despuntaba el vicio del canto. A los 17 años cruzó la frontera. Vendió una vaca y unas gallinas y pudo pagar su pasaje en un avión a hélice que tardó siete horas en llegar al Distrito Federal de México, en donde se instaló a probar suerte con el canto y la música. Nunca más volvió.
Se mantuvo vendiendo todo tipo de cosas y vivía en una terraza. Una vecina le prestó un automóvil y puso una agencia de personal de casas de familia. Al mismo tiempo, cantaba en clubes pequeños y cabarets de la capital mexicana. Y le llegó la oportunidad de incursionar en la radio. Fue adoptando la ranchera como su música preferida. No le escapaba a los boleros, corridos, tangos y música cubana. Pero lo suyo fue la ranchera y el bolero ranchero.
Es un género musical muy popular en México que nació en el ámbito rural, creció en el período revolucionario, y fue recostándose sobre los vaivenes del amor de pareja y sus tragedias. Sus letras pueden ser festivas, irónicas o trágicas y su ritmo puede ser muy rápido o lento. Era una música cantada generalmente por hombres.
Chavela las interpretó de una manera singular. Dejó a un lado su carácter festivo, eliminó de su repertorio el mariachi y mostró el lado desolador, desgarrador, de sus letras. La ayudaba su voz áspera y grave y su postura radical en el escenario. Abandonó los vestidos escotados y tacones y usó pantalones o ambos, luego sumó los cigarros, la botella de tequila en el escenario y, finalmente, una pistola enfundada pero visible. Se arropaba en un jorongo o un sarape rojo (especie de poncho usado por los campesinos mexicanos para guarecerse de la lluvia o cubrirse del frío) y se enfrentaba al público cada noche.
Transgresora y desafiante ante un modelo patriarcal y un medio machista, no tuvo pocos problemas durante sus actuaciones como así también el apoyo creciente de muchas mujeres que disfrutaban de sus exageraciones, su modo de interpretar las rancheras y de expresar el dolor amoroso.
Chavela fue descubierta por el famoso compositor y músico José Alfredo Jiménez cuando cantaba en una cantina del Distrito Federal. Comenzaba una amistad inalterable y un camino de parranda interminable. Su primer gran éxito fue “Macorina”, una canción de rebeldía del siglo XVII a la que ella misma le realizó los arreglos e interpretó de forma novedosa. Fue un impacto cultural y consolidó su impronta arriba del escenario. Crecía su popularidad, el asombro en algunas y el espanto en otros.
Sus interpretaciones se fueron perfeccionando y su sentimiento en el escenario arrastraba al público, a pesar de la desolación que emanaba de sus temas. Distrito Federal, Acapulco, Cuernavaca o Guanajuato se emocionaban con Chavela. Temas como “La llorona”, “Golondrina viajera”, “En el último trago”, “Paloma negra”, “Desdeñosa”, “Que te vaya bonito”, “Adoro”, la milonga “Negra María”, “La Churrasca”, “Toda una vida”, “Fallaste corazón”, “No volveré”, “Tú me acostumbraste”, jalonaron esta primera parte de su historia musical. En 1961 grabó su primer long play pero seguía prohibida en la radio y la televisión mexicana por un enfrentamiento que tuvo con el magnate Emilio “El Tigre” Azcárraga, que la invisibilizó hasta el momento de la muerte del empresario en 1997.
Al mismo tiempo, trabó amistades entrañables en el variado mundo de la cultura. Gabriel García Márquez, Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis, Agustín Lara, Nicolás Guillén, Picasso, Pablo Neruda y, años más tarde, Facundo Cabral, Pedro Almodóvar, Joaquín Sabina, Martirio, Lila Downs.
Su vida amorosa fue otro capítulo que acaparó la atención de las y los mexicanos. Su intenso romance con Frida Kahlo, sus relaciones con Ava Gardner o Debbie Reynolds o su vida en pareja con Alicia Elena Pérez Duarte, que era también su representante, fueron parte de su manera desenfadada a arriesgada de enfrentar estereotipos sociales impuestos.
La muerte de su amigo y cómplice José Alfredo Jiménez la impactó de lleno. Su cercanía con el alcohol se desmadró y desapareció de la escena durante quince años. Su aislamiento fue de tal magnitud que vivió en las calles. Pero renació de las cenizas. En 1991 volvió a cantar en el teatro-bar “El Hábito” en Coyoacán, convencida por Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez, dueñas de ese laboratorio artístico. El impacto fue inmediato. “Salí de los infiernos pero lo hice cantando”, dijo campante.
El escritor y editor Manuel Arroyo-Stephens la redescubrió en ese lugar y la llevó a España. Allí, Pedro Almodóvar, que se transformó en su padrino artístico, le ofreció participar de la producción de “La flor de mi secreto”. En 1993 salió al escenario de la Sala Caracol de Madrid y deslumbró. Fue el inicio del segundo periplo: el Carnegie Hall de Nueva York, el Olympia de París, el Palacio de Bellas Artes de México y el Luna Park (donde el precio de la entrada fue un libro para donar en las bibliotecas populares) revivieron sus éxitos y degustaron “Un mundo raro”, “La sandunga”, “Las simples cosas”, “Volver, volver”, “El día que me dijiste”, “Soledad”, “Vámonos”, “María Tepozteca”, “No soy de aquí ni soy de allá”. Segundo tiempo a toda orquesta.
En 2001 ofreció un multitudinario concierto en el Zócalo y siete canciones bastaron para que la emoción se hiciera presente entre los espectadores que no se querían ir. Ese mismo año presentó su libro Si quieren saber de mi pasado que se convirtió en un éxito inmediato. En 2010 hizo lo propio con su disco Por mi culpa y meses antes de morir su disco-libro Luna grande, en honor al poeta español Federico García Lorca. Final a todo trapo.
Cuernavaca, estado de Morelos, fue el destino final donde esbozó su última frase: “Me voy con México en el corazón”. La despedida de sus devotos duró varios días. Mezcla de religiosidad originaria, paganismo, rancheras, tequila, canciones revolucionarias y mucha tristeza popular.
Disruptiva, lenguaraz, intensa, desafiante, de voz aguardentosa y vida siempre en los límites. Para muchas/os un modo de ser libres, para otras/os un camino de emociones profundas para compartir.
Salú Chavela!! Por cantar con el corazón partido, por transgredir sin pedir permiso, por elegir cantarle al dolor sin solemnidad y emocionar sin vueltas.
Como dice la canción: “Las amarguras no son amargas cuando las canta Chavela Vargas”.
Ruben Ruiz
Secretario General