La revolución de los orilleros
Un día como hoy pero de 1811 comenzaba la rebelión popular en Buenos aires llamada “La revolución de los orilleros”, protagonizada por agricultores, quinteros, matanceros y labradores de las afueras de la ciudad y los seguidores de Cornelio Saavedra con el objetivo de modificar la composición del órgano de gobierno, la Junta Grande. Este acontecimiento tiene su historia.
El 18 de diciembre de 1810 los integrantes de la Primera Junta y nueve diputados provinciales se reunieron para votar una nueva forma de gobierno con participación de las provincias. El ideólogo de este cambio fue su presidente, el brigadier general Cornelio Saavedra, y los impulsores el deán Gregorio Funes, diputado por Córdoba, Manuel Felipe Molina, de Tucumán y José Simón García de Cossio, de Corrientes. La mayoría era saavedrista y la minoría respondía a Mariano Moreno. Los primeros abogaban por un gobierno con mayor participación de los representantes provinciales y los segundos por mantener un gobierno centralizado desde Buenos Aires.
Triunfó la posición de los partidarios de Saavedra, quien fue nombrado presidente de la Junta Grande, junto a Mariano Moreno (que luego sería reemplazado por Hipólito Vieytes) y Juan José Paso, como secretarios, más otros 18 integrantes. Su primer acto el 11 de febrero de 1811 fue efectivizar la participación de los pueblos del interior mediante el Decreto de creación de las Juntas Provinciales. Se creaba en cada capital de intendencia una Junta Provincial con autoridad sobre toda la gobernación, integrada por el gobernador intendente designado por el gobierno central de Buenos Aires y cuatro vocales elegidos por los vecinos de cada ciudad. En las ciudades más pequeñas se formaban juntas integradas por el gobernador delegado y dos vocales electivos.
Además, la Junta Grande heredó los frentes de batalla abiertos por las fuerzas realistas en Alto Perú, Paraguay y la Banda Oriental. Su conservadurismo político contrastaba con el prestigio que tenía Cornelio Saavedra entre el pueblo por su actuación durante las invasiones inglesas, por su procedencia provinciana (era potosino) y por su contacto directo con sus subordinados. En cambio, los jóvenes del centro porteño batallaban por sus ideas cotidianamente pero evitaban enrolarse en los ejércitos patrios que luchaban contra los realistas en el territorio de las Provincias Unidas.
Se vivieron momentos, entonces, absolutamente contradictorios. Los conservadores (saavedristas) abrían los órganos de gobierno y los más radicalizados (morenistas) eran centralistas y defensores del libre comercio sin restricciones. Aun más, una resolución de la Junta Grande prohibió el envío de telas inglesas al interior de las Provincias Unidas que había sido permitido por un decreto de Moreno y que debilitaba las economías provinciales. Esta decisión enfrentó a la Junta con los británicos y con la minoría comerciante del puerto de Buenos Aires.
El 21 de marzo de 1811, los seguidores de Mariano Moreno, que había fallecido misteriosamente en alta mar, formaron la Sociedad Patriótica y Literaria, cuyo punto de reunión era el Café de Marco (que bautizaron El Club), en la esquina de Alsina y Defensa, a metros de la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo). Tenían especial influencia en los jóvenes de la ciudad y contaban con el apoyo del regimiento de la Estrella, al mando de Domingo French. Discutían a viva voz cómo derrocar a las autoridades y reencauzar el camino emprendido con la Revolución de Mayo.
El gobierno reaccionó. Detuvo a unas ochenta personas (básicamente a quienes usaban la insignia celeste y blanca) y las procesó. No obstante, las sobreseyó al día siguiente, lo que les granjeó mayor popularidad. A las pocas horas los liberados reunieron más de 300 personas, a las que se sumaron algunos diputados de las provincias y crecieron las manifestaciones a favor de cambiar las autoridades.
Todo esto acontecía en el casco urbano mientras en la periferia vivían y trabajaban otros miles de ciudadanos, muchos de los cuales no compartían estas acciones e iban a reaccionar. La organización del movimiento en los arrabales estuvo a cargo del “alcalde de las quintas”, Tomás Grigera, un agricultor que había catastrado los terrenos lindantes a la ciudad desde Barracas hasta los bajos de la Recoleta y había escrito el primer Manual de Agricultura.
El apoyo militar fue coordinado por los comandantes Martín Rodríguez de los Húsares, Juan Antonio Pereira, segundo de Saavedra en el Regimiento de Patricios, Juan Ramón y Marcos Balcarce y Juan Bautista Bustos. El doctor Joaquín Campana tuvo a su cargo la confección de un petitorio de 17 puntos que, junto con el alcalde Grigera, firmaron los alcaldes de los cuarteles 8 (Juan Pedro Aguirre, del centro), 6 y 15 (Martín Grandoli y Miguel Arellano, de la Concepción y el Alto), 17 (Rafael Ricardes, de Monserrat y Lorea), 20 (Fermín de Tocornal del noroeste de la ciudad), 29 (Tomás Illescas) y otros ciudadanos.
A las once de la noche del 5 de abril, comenzaron su periplo los orilleros. Su destino: la Plaza de la Victoria. Su objetivo: satisfacer los requisitos del petitorio que llevaban sus líderes. Partieron de las Lomas de Zamora, Barracas, San Telmo, los mataderos de Miserere, las cañadas de Morón, Palermo. Iban a caballo, emponchados y con sus cuchillos. Ingresaron a la ciudad sigilosamente y ocuparon la Plaza en medio de un silencio total. Solo se oían los cascos de los caballos. Eran casi 4000. Una multitud pocas veces vista salvo en las procesiones religiosas, según cuentan las crónicas de la época.
Al verlos llegar se produjo un entrevero menor entre los orilleros y los morenistas hasta que los cabildantes se reunieron y convocaron a Grigera. Lo interrogaron durante tres horas. Contestó sin perder la calma. Pero a las seis de la mañana se acabó la paciencia en la Plaza. El doctor Campana, con cincuenta paisanos ingresó a la sala, pidió que se liberara del interrogatorio a Grigera y que respondieran al pueblo. A las doce del mediodía la respuesta fue plenamente satisfactoria para los orilleros. Resultaron reemplazados de la Junta Grande: Larrea, Azcuénaga, Vieytes y Rodríguez Peña (morenistas); Saavedra y el deán Funes fueron nombrados para dirigir la Junta junto al doctor Joaquín Campana, que fue designado secretario de gobierno; se creó el Tribunal de Seguridad Pública para juzgar a quienes atentasen contra el gobierno; se impuso una multa a los españoles contrarios a los preceptos de la Revolución de Mayo y se comprometieron a tomar medidas contra los importadores que demoraban el pago de sus impuestos, en su mayoría ingleses.
Los orilleros volvieron a sus casas luego de ver firmadas las actas, aunque no lograron que Saavedra tomara el poder absoluto de la Junta Grande. La plebe que no era tenida en cuenta en el centro de la ciudad había hecho su aparición multitudinaria y había resuelto en la Plaza lo que no se definía en las instituciones políticas ni con discursos encendidos. La firmeza y la decisión resolvieron un entuerto de meses.
Para algunos esta acción fue un avance y para otros no. Pero dejó claro una cosa: las mayorías silenciosas existen y actúan sobre la realidad política aunque sean invisibles durante un largo tiempo.
Las derrotas militares hicieron que Saavedra se dirigiera al Norte para comandar las tropas. A eso se sumó el bloqueo de Buenos Aires por parte de las tropas realistas de Montevideo y el trabajo de zapa de los comerciantes ingleses que determinaron el final de esta experiencia de gobierno. El 22 de septiembre de 1811 la Junta Grande fue reemplazada por el Primer Triunvirato, cuyos integrantes Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel de Sarratea, fueron electos por el voto popular solo del casco urbano. Los seguidores de Mariano Moreno volvieron a ser mayoría en el gobierno y a centralizar el poder político.
El 8 de octubre de 1812, el Regimiento de Granaderos a Caballo, comandado por el coronel José de San Martín junto al coronel Francisco Ortiz de Ocampo del Batallón de Arribeños, y la movilización popular generada por la Logia Lautaro y la Sociedad Patriótica depusieron a las autoridades y forzaron la elección del Segundo Triunvirato. Perlas de nuestro pasado que es conveniente recordar.
Porque de esta historia también venimos…
Ruben Ruiz
Secretario General