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Efemérides 06 de Septiembre

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Abd al-Qádir

Un día como hoy pero de 1808 nacía Abd al-Qadir al-Yaza’iri ibn Muhy al-din, también conocido como Abd el Qáder, el argelino o Abdelkader. Poeta, escritor, estudioso de la obra del gran maestro de origen andalusí Ibn Arabi y emir argelino. Líder de la resistencia contra la primera ocupación francesa, creador de las bases del estado moderno en ese país y considerado el fundador de la nación argelina.
Nació en Guetna del Oued al Hammam, a 20 km de Mascara en la región de Orán. Su familia, proveniente de Marruecos y luego instalada en Orán, integraba la tribu Banu Háshi y su árbol genealógico engarzaba con el del Profeta Mahoma. Su abuelo fue un militar respetado por propios y extraños y su padre fue un dirigente contra la presencia otomana en su tierra.
Se crio en un ambiente profundamente religioso. Su madre, Lalla Zohra, le enseñó a leer y escribir y su padre, Muhy al Din ibn Mustafa al Hassani, lo inició en el mundo del sufismo (rama mística del Islam) y la instrucción islámica. A los doce años leía el Corán y a los catorce, lo memorizó y manejaba el hadiz (género de la literatura musulmana que se basa en los dichos y las acciones del profeta Mahoma relatadas por sus compañeros y recopiladas por los sabios que les sucedieron) por lo que recibió el grado de hafiz.
Asiduo visitante de la biblioteca y anotador serial de frases y citas. Con el cadí de Arzeu, Aḥmad b. al-Ṭāhir y con Si Ahmad ben Jodja, estudió geometría, aritmética, geografía, astronomía, literatura, filosofía y farmacopea y con Si Ahmad Ben Tahar al Rify estudió estrategia, política y ciencias europeas. Con su padre y los religiosos que lo rodeaban se sumergió en el mundo de las ciencias coránicas y alcanzó el grado de teólogo.
Además, se destacó en gimnasia, equitación y caza y fue un excelente orador. En 1825 realizó, junto a su padre, su primer viaje a Oriente. Visitó Orán, Túnez y El Cairo donde lo impactaron las obras de modernización, la región de El Hiyaz donde participó de la peregrinación a La Meca, Bagdag (donde visitó la tumba del gran maestro Abdul Qadir Gilani) y Damasco. En esta ciudad se entrevistó con el sheij Jáled al-Naqshbandi y visitó la tumba de Ibn ‘Arabi a quien consideraba su maestro espiritual.
En 1827 padre e hijo regresaron a su tierra. Su padre era uno de los dirigentes de las tribus del norte y del este que consideraban invasores a los turcos. Fue encarcelado por el por el Dey Ḥasan aunque luego logró permiso para abandonar Argelia. Se exilió en Arabia, llevó consigo a Abd al-Qādir y estuvieron peregrinando por Oriente durante dos años.
En 1829 retornaron a Orán con la intención de mantener una vida alejada de las vicisitudes políticas y militares. Pero los acontecimientos precipitaron otras decisiones. En 1830 las tropas francesas derrotaron a los turcos y tomaron Argel. Sus adversarios turcos estaban debilitados. Esto consolidó los sentimientos de independencia. La invasión francesa también fue rechazada por las tribus originarias. En las expediciones contra las fuerzas francesas de Orán, Abd el Qádir demostró gran coraje, ser un jinete excelente y tener estrategia y frialdad.
En 1832 las tribus establecidas alrededor de Orán nombraron a su padre como líder de la resistencia anticolonial. Las enfermedades que padecía le impidieron asumir y eligió a su hijo. El 21 de noviembre fue nombrado “sultán de los árabes” por las tribus de los Hāšim, Banū ˁĀmir y Garāba. Pero había diferencias con otras tribus. Ante esa realidad, Abd el Qádir declinó el nombramiento, ofreció el cargo al Jerife de Fez y aceptó el cargo de emir. La capacidad política aparecía junto a su coraje militar. En 1833 moría su padre y su figura se agigantaría.
Los primeros años de su emirato consistieron en consolidar la guerra de guerrillas contra los franceses y mantener a raya a los turcos y a sus rivales musulmanes. Esta táctica rebelde obtuvo sus frutos. En 1834 se firmó el Tratado de Desmichel. La ambigüedad de las copias en francés y árabe se saldó a favor de Abd al Qádir, quien fue reconocido como emir de los creyentes y extendió su poder a todo el beylicato de Orán (salvo la propia Orán, Arzeu y Mostaganem donde designó cónsules) y fue autorizado a proveerse de armas y municiones en Argel.
Venció a sus rivales musulmanes y tomó Mīdya y Milyāna, en el interior más profundo. Su prédica independentista hizo que los franceses reanudaran las hostilidades. Hubo triunfos y derrotas en ambos bandos pero las pérdidas francesas no amainaban. Finalmente, en 1837 la habilidad diplomática de Abd al Qádir logró que se firmara el Tratado de Tafna por el cual las regiones urbanas quedaban en manos francesas y casi toda la provincia de Orán, gran parte de la de Argel y el beylicato deTīṭarī (dos tercios del territorio) en manos árabes.
Fortaleció su autoridad y expandió su influencia. Derrotó a las tribus que se oponían a pagar impuestos, sitió y derrotó al marabut Muḥammad Tīŷānī, en el Sahara y nombró cónsules en Milyāna, Zibān y al-Agwāṭ, área de influencia francesa. Ordenó el caos que habían dejado los turcos en su territorio. Formó con las tribus aliadas un ejército que fuera capaz de enfrentar a los franceses; creó un ejército regular con caballería, infantería, artillería y uniforme adiestrado por tunecinos y tripolitanos. Generó un sistema de paga, comida, disciplina, jerarquía y promoción. Estableció silos de granos para la alimentación de las tropas, organizó fábricas de armas en Milyāna, Tilimsān y Takdempt, construyó y reparó fortalezas y organizó su propio sistema de informaciones.
Acuñó moneda, planificó un sistema sanitario con equipos médicos y enfermeras en todo el territorio y un ordenado sistema público de educación, estableció un código humanitario para tratar a los prisioneros y empleó a los súbditos judíos para negociar y comerciar armas en Gibraltar, donde ingleses y franceses tenían su base de negocios. Se establecieron las bases de un estado moderno.
Pero la práctica colonial hizo su aparición. Los franceses habían impuesto que el original del Tratado de Tafna fuera escrito en francés y ordenó traducir el escrito en árabe por traductores franceses. El original desapareció y hubo controversias con la copia. Luego de algunos años, se reconoció que los franceses habían tergiversado la traducción y habían incumplido el tratado. Ya era tarde…
Se reiniciaron las hostilidades y Francia envió una fuerza militar suplementaria. No solo reprimieron, también impidieron sembrar, cosechar, recolectar y pastar. Aparecieron las hambrunas acompañadas de derrotas militares en el bando árabe. Fueron años de zozobra. En 1847 los franceses descubrieron la capital nómada (smala) que había construido Abd al Qádir, con tiendas beduinas organizadas en círculos concéntricos y una asignación estricta del orden de instalación de cada tienda.
La destruyeron pero el emir no se encontraba allí. Pudo huir a Marruecos, reagrupar fuerzas y lograr pequeñas victorias. No obstante, el sultán de Marruecos firmó con Francia un acuerdo en Tánger por el cual se delimitaban las fronteras de Argelia, dejó sin protección al emir y lo atacó con un numeroso ejército. En ese contexto, Abd al Qádir ofreció su rendición al general francés Lamoricière con la condición de que él y su familia se pudieran instalar en territorio musulmán: Alejandría o San Juan de Acre. La condición fue aceptada pero nunca fue cumplida.
Abd al-Qádir, su madre, sus tres esposas, sus hijos y su pequeño séquito fueron embarcados a Toulon, luego encarcelados en Pau y seis meses más tarde en el castillo de Ambroise. Las condiciones siempre fueron precarias y la custodia numerosa. Finalmente, en 1852 fueron liberados, con permiso de exilio en Oriente y una pensión bajo el compromiso de no reiniciar la resistencia en Argelia. El emir cumplió el pacto. En 1853 partieron de Marsella hacia Estambul. Poco después se instalaron en Bursa (Anatolia) hasta que un terremoto destruyó la ciudad y se trasladaron a Damasco.
Allí entabló relaciones con la francmasonería y se dedicó al estudio, la escritura, las prácticas religiosas y la educación de sus hijos. Ante el ataque de los drusos, tuvo una actitud de defensa de los cristianos en Damasco bajo el precepto de que las religiones monoteístas no debían enfrentarse. Esa primera acción luego se vio fortalecida por su apoyo más decidido a los cristianos de Damasco y su aprobación a la construcción del Canal de Suez que era resistido por una parte de la población musulmana.
El 26 de mayo de 1883 Abd al-Qádir falleció. Su cuerpo fue llevado a la Mezquita de los Omeyas y luego fue conducido a la tumba de Ibn ˁArabī en el monte Qāsiyūn, cerca de la cual fue inhumado.
Dejó un legado múltiple que tuvo en su cénit la independencia argelina, los preceptos sufíes, la necesidad de adaptarse a los cambios tecnológicos y la construcción de un estado moderno.
Salú Abd al-Qádir! Por tu gesta que fue recogida por los héroes de la lucha librada entre 1954 y 1962 contra los invasores franceses y que lograron la independencia definitiva encabezados por el FNL.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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