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Efemérides 07 de Diciembre – Alberto Castillo

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Alberto Castillo

Un día como hoy pero de 1914 nacía Alberto Salvador De Luca, popularmente conocido como Alberto Castillo, el cantor de los cien barrios porteños. También fue actor de cine.
Fue el quinto hijo del matrimonio de inmigrantes italianos formado por Salvador De Luca y Lucia Di Paola que se dedicaban al comercio. Nació en el barrio de Villa Luro, ciudad de Buenos Aires y desde pibe intentó aprender a tocar violín pero no avanzó demasiado. El secreto estaba en su voz y lo pudo registrar. Su música preferida: el tango. A los 15 años cantaba en los clubes de barrio con éxito aceptable. A los 20 años se incorporó como cantor al conjunto del guitarrista Armando Neira bajo el seudónimo de Alberto Dual y luego, Carlos Duval. Los seudónimos los usó como paraguas protectores de la disciplina paterna.
También cantó en las orquestas de Julio de Caro, Augusto Berto y Mariano Rodas. Ya despuntaba como un intérprete distinto, muy apegado al ritmo, con un histrionismo atípico para el tango y con una impronta menos acartonada que los demás cantores. Simultáneamente, cursaba la carrera de Medicina en la Universidad Nacional de La Plata en la que se recibió como ginecólogo. Para lograrlo abandonó las orquestas y centró su vida en los estudios universitarios. Pero un año antes de recibirse se encontró con el pianista y dentista Ricardo Tanturi, quien lo convenció de retornar e incorporarse a su conjunto: la Orquesta Típica Los Indios.
Se presentó con el seudónimo que llevaría el resto de su vida, Alberto Castillo, y cantó el vals “Recuerdo”, de Alfredo Pelaia. Éxito rotundo. Primer gol de media cancha. Se recibió y abrió su consultorio con lo cual durante el día era el profesional médico y de noche el cantor de tango. Pero a medida que su fama iba creciendo el consultorio se inundaba de mujeres que habían descubierto que bajo el apelativo De Luca se amparaba Alberto Castillo. El consultorio se desbordó de pacientes, decidió abandonar la profesión y dedicarse a su carrera de intérprete.
Perfeccionó el personaje arriba del escenario y comenzó a ser una de las figuras del tango. Era la época en la que crecía el tango bailado y con la orquesta de Tanturi descubrió que la gente bailaba acompañando las inflexiones de su voz. Y metió otro gol con “Moneda de cobre”. El cuadro comenzó a completarse en su imaginación.
Voz afinada, canto reo, fraseo arrastrado prolongando las vocales, juego con la intensidad vocal, su mano derecha junto a la boca como voceando el tema, movimiento hacia los costados con el micrófono, gestos ampulosos, repertorio intenso. Ese inventario escénico lo acompañó con una vestimenta nada frecuente en los cantores de tango. Trajes azules de tela brillante y desbocados hacia atrás, solapas muy anchas, pañuelo cayendo del bolsillo derecho, pantalón de cintura alta y botamangas anchas, cuello de la camisa desabrochado y nudo de la corbata flojo, cuadrado y ancho. Un distinto que se convirtió en ídolo popular.
En 1943 inicia su carrera solista y desgrana temas como “Así canta Buenos Aires”, “Castañuelas”, “Muchachos escuchen”, “Dónde me quieren llevar”, “Un regalo del cielo”, “Cucusita”. Muchas de sus letras también eran autoría de Alberto Castillo que, silenciosamente, despuntaba el vicio de la poesía. Para completar su sintonía con el ritmo y con el baile, incorporó a su repertorio el candombe y la milonga que hicieron crecer su popularidad en ambas márgenes del Rio de la Plata. Arrancó con “Charol y continuó con “Siga el baile”, “Baile de los morenos”, “El cachivachero”, “Candonga” y las marchas “La perinola” y “Año nuevo”.
Su última incursión fue con los Auténticos Decadentes en una versión de “Siga el baile” en la que demostró una voz afiatada, un ritmo envidiable y un grado de conexión notable con una generación que casi no lo conocía pero que también lo adoptó.
También incursionó en el cine. Actuó en “Adiós, Pampa mía”, con María Esther Gamas, “Un tropezón cualquiera da en la vida”, con Virginia Luque, “El tango vuelve a París”, acompañado por Aníbal Troilo, “Alma de bohemio”, con Fidel Pintos, “La barra de la esquina”, con María Concepción César y Pepe Marrone, entre otras.
Una anécdota final: en diciembre de 1951 estaba en Brasil y coincidió con una gira del equipo de sus amores, Vélez Sarsfield. El Fortín -que finalizó el periplo con un triunfo ante el Palmeiras en San Pablo con gol del debutante Norberto Conde- tenía que jugar un partido en la ciudad de Pernambuco. El descuido de algunos integrantes del equipo hizo que se insolaran en la playa y Alberto Castillo tuviera que actuar como médico de la delegación; después de ese fortuito encuentro el cantor cambió las fechas de sus actuaciones para acompañar y alentar a su cuadro preferido que finalizó la gira con 8 triunfos y 1 empate. Una alegría en tierras brasileñas con un hincha destacado y sanador en la tribuna visitante.
Salú Alberto!! Por tu osadía escénica en tiempos conservadores, por tu ritmo que se transformaba en baile canyengue, por tu estilo arrabalero que inundó el centro de la ciudad, por tu presencia cercana. Un integrante de lujo de nuestra popular imaginaria!!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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