img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
home2
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_19
img_home_18
img_home_13
img_home_13
img_home_12
img_home_11
img_home_7
previous arrow
next arrow
Shadow

Efemérides 07 de Julio

Compartir

 

Día Internacional de la Conservación del Suelo

Un día como hoy pero de 1960 se despedía Hugh Hammond Bennet, pionero en la aplicación de políticas de conservación del suelo en EE UU y quién demostró que su cuidado influye directamente en la capacidad productiva del mismo. Que la calidad y fertilidad del suelo están relacionadas con la erosión. Además, fue un impulsor de prácticas conservacionistas en Argentina y el Gran Chaco Americano. En honor a su fallecimiento se conmemora el “Día Internacional de la Conservación del Suelo” que en nuestro país se instituyó mediante decreto del presidente Arturo Illia firmado el 7 de julio de 1963.
El suelo es un sistema complejo y dinámico donde suceden variados procesos químicos, físicos y biológicos. Es el soporte para todas las formas de vida, actúa como sustrato para el crecimiento de la vegetación y garantiza los nutrientes necesarios para todas las especies. Además es el canal de comunicación entre el agricultor y su cultivo. Un uso indebido o una mala gestión de los suelos produce efectos devastadores que se verifican en el tiempo, alteran el equilibrio ecológico de manera decisiva y compromete la vida de las generaciones futuras.
En 1951 Hugh Bennett escribió en el “Manual de Conservación de Suelos”: “Es esencial tener en cuenta que en todas partes del mundo la conservación del suelo depende del uso apropiado de las diversas clases de terreno y de tratar a cada una según sus necesidades particulares. Este es el principio fundamental de la conservación de suelos y aguas en todo el mundo…”
Conceptos elementales y de aplicación altamente convenientes que continúan siendo muy válidos para nuestra delicada actualidad y que, sin embargo, como especie nos cuesta aceptar y validar en la práctica cotidiana.
Una consecuencia de los malos hábitos en relación al uso de los suelos es la desertificación, proceso de degradación ecológica en el que los suelos fértiles pierden total o parcialmente su capacidad productiva. Su manifestación es la pérdida de la cubierta vegetal y el facilitamiento de la acción del agua o el viento que producen la erosión hasta llegar la roca.
El cambio climático también puede ser una causa dado que se producen importantes alteraciones en los patrones de las precipitaciones o aumentos bruscos de temperatura.
Pero la acción humana es clave en los avances de los procesos de degradación.
La desforestación (tala indiscriminada de miles de hectáreas de bosques o grandes extensiones de vegetación), el uso desequilibrado o excesivo de los suelos (monocultivo, uso exhaustivo de agroquímicos), la actividad industrial indiscriminada (la sobreexplotación de los recursos, la megaminería, el vertido de desechos industriales) o el mal uso de equipos mecanizados (que pueden generar contaminación con productos químicos como aceite, gasolina o diésel) son letales para los suelos y los pueden volver estériles o improductivos.
En la década del ’30 Argentina sufrió severas sequías, especialmente en La Pampa y el oeste de la provincia de Buenos Aires donde los suelos son más arenosos y las lluvias menores. A pesar de que eran regiones dedicadas a la ganadería y la lechería la falta de precipitaciones fue importante y se produjeron movimientos de médanos, se acumuló arena sobre los alambrados, faltó de pastos para la hacienda y agua para consumo humano. Acontecimientos que se repiten regularmente hoy en nuestra región, cada vez con mayor virulencia y consecuencias nefastas.
La respuesta institucional tardó algunos años. En la esfera estatal, en 1956 se creó el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) para impulsar y coordinar el desarrollo de la investigación y extensión agropecuaria y acelerar la tecnificación y el mejoramiento de la empresa agraria y de la vida rural. En el ámbito privado, en 1957 se originó el primer grupo CREA en Henderson-Daireaux (oeste de la provincia de Buenos Aires), una asociación de productores rurales con el fin de compartir experiencias y conocimientos, mejorar la productividad y elaborar estrategias para incorporar tecnología.
En otro orden, los estudios realizados sobre suelos permitieron incorporar nuevos conocimientos. Se descubrió la importancia de la materia orgánica (MO), componente esencial del suelo para sostener el crecimiento y desarrollo de plantas o vegetales que actúa como principal reserva de nutrientes para los cultivos (nitrógeno, fósforo y azufre), es la principal fuente de energía para impulsar la actividad bioquímica, disminuye los excedentes de dióxido de carbono hacia la atmósfera, mejora la infiltración de agua y permite una mayor aireación.
El cuidado de este bien social que es el suelo, su tenencia y su uso no pueden estar asociados solo a la rentabilidad y tampoco puede considerarse una responsabilidad ajena y aislada. Nos podemos quedar con las palabras de Hugh Bennet: “…Fuera de la larga lista de regalos de la naturaleza al ser humano, ninguno es tal vez tan esencial para nuestra vida como el suelo” y ejercitar las responsabilidades que emanan de esa frase.
Existen acciones simples y valiosas que podemos adoptar.
En el caso de los agricultores, utilizar abono orgánico o humus de lombriz para fertilizar los suelos, recurrir a productos orgánicos garantizados para el control de plagas, rotación inteligente de cultivos, adoptar políticas de gestión sostenible de suelos para preservar la biodiversidad. En el caso de las empresas, generar y aplicar procedimientos y acciones que aseguren el cumplimiento de las normas y regulaciones y eleven sus estándares éticos en la actividad que desarrollen.
En la órbita estatal, crear estructuras profesionales de control, con estabilidad y autonomía frente a las corporaciones y gobiernos para ejercer su poder normativo. En el ámbito de los ciudadanos comunes, dos acciones fáciles de llevar adelante: no tirar basura al suelo ni arrojar plásticos al mar, rio o espejos de agua. Nada imposible de ejecutar con un mínimo de disciplina individual y voluntad colectiva.
Está en juego el piso de nuestra casa común. No hay excusas para distracciones o supuestas ignorancias. Las inundaciones, sequías, veranos agobiantes, falta de agua, contaminaciones de todo tipo o erosiones rampantes ya están entre nosotros/as. Mejorar este panorama también es nuestra decisión…

Ruben Ruiz
Secretario General 


Compartir
Volver arriba