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Efemérides 08 de Octubre

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Estatuto del Peón Rural

Un día como hoy pero de 1944 el Poder Ejecutivo firmaba el decreto Nº 28.169 por el cual se instauró el Estatuto del Peón Rural que, por primera vez, fijó normas humanitarias para los trabajadores/as del campo y reguló la actividad de acuerdo a los principios del derecho laboral. En honor a esa fecha se conmemora el Día del Trabajador/a Rural.
El promotor de esta sanción fue el coronel Juan Domingo Perón -desde la Secretaría de Trabajo y Previsión- a partir de tres principios simples y prácticos: que el trabajador/a rural tuviera estabilidad, que se le pagara el salario con moneda de curso legal y que se instituyera el convenio colectivo de trabajo correspondiente a la actividad.
Este piso de derechos permitió alcanzar otros tan básicos como necesarios: salario mínimo, alojamiento adecuado, provisión de alimento y ropa de trabajo, asistencia médica, rescisión del contrato de trabajo e indemnización en caso de despido, descanso dominical, vacaciones anuales pagas, ilegalidad de deducciones o retenciones al salario.
En diciembre de 1946 se sancionó la ley Nº 12.921, que reemplazó al decreto, y se promulgó en junio de 1947. No obstante, esta normativa abarcaba a los trabajadores/as del campo no transitorios. Quedaban excluidos los trabajadores/as “golondrinas”.
Meses más tarde, se sancionó la ley 13.020 que reglamentó el trabajo de cosecha y estableció los salarios mínimos que debían regir la recolección, trille, y manipulación de cosechas y creó la Comisión Nacional de Trabajo Rural (con representación del gobierno, los sindicatos y los empleadores), encargada de reglamentar las condiciones del trabajo que debían regir en cada cosecha y en cada zona del país.
Además, se estableció el Estatuto del Trabajador Tambero-Mediero y se mantuvieron la rebaja obligatoria del precio de los arrendamientos y la suspensión de los desalojos.
Con estas leyes se rompían centenares de años de injusticia en el campo argentino. Era una injusticia cotidiana, naturalizada, invisible, tremendamente perversa y arraigada. Fue un enorme paso adelante en las relaciones laborales de centenares de miles de trabajadores/as.
Por supuesto, el Estatuto del Peón Rural sufrió los avatares de la política argentina.
Fue derogado después del golpe de estado de 1955, restituido en 1974, reemplazado por la dictadura militar en 1980 mediante el decreto 22.248 que impuso el régimen autónomo de trabajo agrario (que no establecía límite a la jornada laboral y barrió con los derechos laborales), reinstaurado en 2004 y actualizado en 2011 con la sanción de la ley 26.727 que estableció la jornada laboral de ocho horas, los descansos intermedios y semanales, el pago de horas extras, la posibilidad de jubilarse a los 57 años con 25 años de aportes, condiciones adecuadas de higiene y seguridad y la creación del Registro Nacional de Trabajadores y Empleadores Agrarios (RENATEA), ente autárquico encargado de fiscalizar el cumplimiento de las normas, de capacitar a trabajadores y empleadores, de otorgar el seguro de desempleo, proveer las prestaciones médico-asistenciales, etc.
El Estatuto del Peón Rural fue el inicio de una serie de leyes laborales que cambiaron el mapa del mundo del trabajo en Argentina. No fue un hecho aislado. Fue el comienzo de una estrategia que tomó un impulso inusitado en sintonía con hechos políticos producidos por millones de trabajadores/as que supieron leer la realidad y influir decididamente en su porvenir.
Los patrones de las estancias se opusieron al Estatuto con la misma ferocidad que la Unión Industrial, el conglomerado de Grandes Tiendas y la Bolsa de Comercio se opusieron a la instauración del aguinaldo, el salario mínimo, vital y móvil, la indemnización por despido y las vacaciones pagas.
La claridad de objetivos y la organización de los trabajadores/as, la perseverancia de la movilización, la prevalencia de la unidad y la construcción de una conducción política que reemplazara a los gobiernos del fraude, la desigualdad y el atraso, pudieron más.
Enseñanzas prácticas de un pasado reciente que es parte de nuestra historia común y que necesita ser recordado para ayudarnos a crear nuevas herramientas en nuestra lucha cotidiana contra las injusticias y las desigualdades en el mundo del trabajo.
Nos desafían muchas cosas. El impacto de las nuevas tecnologías, el peso del comercio y los precios internacionales, las presiones de los poderosos por dominar la vida de la humanidad, los peligros del cambio climático, el uso de los paraísos fiscales para ocultar fortunas incalculables del 1% que más riqueza acumuló, las desmemoria, la corrupción, las traiciones, el sectarismo, la intención de imponer hegemonías por la fuerza o por “decreto”, el martilleo constante para promover el individualismo y la alienación.
Nos interpelan nuestras necesidades y nuestra empecinada pretensión de vivir mejor. Nos sostienen nuestra historia común, la inmensidad de recursos, la capacidad organizativa de un pueblo plebeyo e imprevisible, la supervivencia de la solidaridad y la vigencia de la sabiduría colectiva para descifrar nuestro intrincado rompecabezas económico, social e histórico.
Aunque a veces no lo parezca…

Ruben Ruiz
Secretario General 


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