Relato profundo del Brasil que sufre y ríe
Un día como hoy pero de 1912 nacía Jorge Leal Amado de Faria, el escritor brasileño que mejor retrató la vida del nordeste y que hizo conocer al mundo la idiosincrasia de ese pueblo, sus costumbres, el sufrimiento de sus trabajadores/as y marginados/as y las dificultades que Brasil enfrentó en su transformación de una sociedad agraria a una industrial.
Nació en la Hacienda de Auricídia, Itabuna, estado de Bahía. Hijo de Doña Eulalia Leal Amado y del coronel Joao Amado de Faría, dueño de una plantación de cacao. Nieto de abuela india y bisabuelo afro, decía sentirse “más negro que latino”. Al año de vida su familia se trasladó a Ilhéus, en el litoral bahiano, donde pasó su infancia. Vivió rodeado de la impronta del trabajo rural y el sacrificio cotidiano de los trabajadores/as de las plantaciones.
Sus estudios secundarios los cursó en el Colegio Antonio Vieira, dirigido por los jesuitas, y en el Gimnasio Ipiranga, de la ciudad de Salvador de Bahía. A los catorce años incursionó en el mundo de la escritura y el periodismo. Colaboró en pequeños medios locales, como “A luva” (El guante) o “Diario de Bahía” y creó grupos literarios como Arco y flecha, Samba y La academia de los rebeldes junto a Pinheiro Viegas y otros jóvenes escritores. Fueron intentos originales por recuperar la escritura en Bahía.
A finales de la década del ’20 se trasladó a Rio de Janeiro donde ingresó a la Facultad Nacional de Derecho y dirigió la revista “Don Casmurro”. En 1931 publicó su primera obra El País del Carnaval en la que utilizó a su personaje para descifrar el dilema de acercarse a la felicidad y los caminos para lograrla en ese escenario ilimitado entre “el azul del cielo y el verde del mar”.
Ese año se casó con Matilde García Rosa y en 1933 nació su primera hija, Lila. Simultáneamente, su trabajo literario continuaba y se matizó con sus inclinaciones políticas. Publicó su segunda obra, Cacao, relato de la vida en la plantación, la voracidad de los dueños, las arbitrariedades y las situaciones que cruzan a los personajes invadidos por la miseria con quienes detentan el poder en ese lugar recóndito. Lenguaje directo, escritura vigorosa, de carácter simple pero atrapante.
En 1934 apareció Sudor, caleidoscopio de situaciones, peripecias, miseria e idealismo de los obreros/as nordestinos y un sinnúmero de personajes (lavanderas, ancianos, prostitutas, vendedores ambulantes, homosexuales) que derraman humor, esperanza, vitalidad, lealtad, sufrimiento y pérdidas que maceran la vida urbana y la cultura popular. Un mundo de 116 habitaciones y 600 inquilinos que se solidariza con la lucha de los tranviarios de la ciudad. Su literatura se hace más visceral y denota su compromiso político como militante comunista.
En 1935 se recibió de Bachiller en ciencias jurídicas y sociales y publicó Jubiabá, obra que mixtura realismo social con costumbrismo; relato ameno de la cultura negra, de las desigualdades y de los sentimientos juveniles. Ese año, fue encarcelado por su militancia política y sus denuncias periodísticas.
No obstante, se las ingenió para publicar Mar muerto y, al año siguiente, la exquisita Capitanes de la arena, descripción magistral de esos niños abandonados en los arenales del puerto, sin red, envueltos en la sordidez de la supervivencia, descubridores de los secretos de la delincuencia y de la fortaleza que emana la solidaridad. Pedro el Bala, Dora, el Gordo, el Sin piernas, el Gato. Personajes entrañables, sin infancia. Obligados a crecer sin estaciones intermedias y visionarios para ser leales con los que luchan. Crudeza, humor y ternura en una pieza literaria para no olvidar.
Recobró la libertad pero continuó la persecución. La primera edición de Capitanes de la arena fue quemada en la plaza pública y se le impidió trabajar. El gobierno de Getulio Vargas fue implacable. Se recluyó en el interior brasileño y, entre 1941 y 1942 se exilió en México, Uruguay y la Argentina. Su pluma no descansó. Su respuesta fue la publicación de El ABC de Castro Alves y Vida de Luis Carlos Prestes, el caballero de la esperanza. Política con calidad literaria.
Retornó a su patria y fue encarcelado por unos meses. Se separó de su esposa y se introdujo de lleno en la disputa por el sentido de los acontecimientos políticos, la posición ante la guerra y el papel que debía jugar el realismo romántico en el ámbito de la literatura. En ese contexto, publicó Tierra del sin fin que muchos consideran su mejor obra. Relato de la transformación de Ilhéus a principios del siglo XX. Se había convertido en una tierra de los milagros y a ella se dirigían los personajes más variados. Agricultores, abogados, jugadores de cartas, prostitutas, falsos ingenieros, aventureros de toda calaña. Jorge Amado se hizo un festín y su escritura había consolidado su precisión descriptiva.
En 1945 se casó con la fotógrafa y escritora Zélia Gattai con quien tuvo dos hijos, Joel Jorge y Paloma, y quien sostuvo la pareja en momentos críticos, con enorme fortaleza, dulzura y perseverancia. En 1946 se presentó como candidato a diputado federal por San Pablo. Para su sorpresa fue el candidato más votado. No perdió tiempo. Impulsó y logró la aprobación de la ley de libertad de cultos que permitió legalizar la religiosidad negra, la ley de derechos de autor y otras quince enmiendas. Pero la legalidad duró poco y en 1947 el Partido Comunista Brasileño fue nuevamente ilegalizado. Amado se exilió en Francia y Checoslovaquia y regresó a Brasil en 1955. Sostuvo sus ideales pero se alejó de la militancia partidaria para dedicarse plenamente a la literatura.
Se dedicó a escribir sobre la complejidad de la sociedad brasileña, su capacidad de sincretismo, la diversidad popular, las múltiples manifestaciones culturales y el sistema de creencias. Se acercó al candomblé afrobahiano y al entramado social desde la descripción minuciosa de los individuos.
Antes publicó Los subterráneos de la libertad, relato descarnado de tiempos contradictorios y ásperos en los que se entremezclan el autoritarismo del Estado Novo brasileño y los niveles elevados de industrialización que logró, el individualismo y la solidaridad popular, la propaganda extenuante y la creatividad para expresarse de mil formas, una atmósfera sofocante y su contracara en las huelgas, manifestaciones y pintadas provocadoras; sufrimiento y firmeza, la corrupción frente a la fraternidad, la clase dominante y su contraparte obrera y campesina. Lenguaje sobrio y provocador.
En 1958 publicó Gabriela, clavo y canela notable descripción de los tremendos cambios producidos en la provinciana Ilhéus y una pléyade de personajes que ilustran esos cambios. Gabriela, Nacib, Tonico Bastos, Filomena, el coronel Jesuíno, Mundinho Falcão, el ruso Jacob, Moacir. El ascenso de una nueva economía y la renovación política y la declinación de los coroneles y el patriarcado.
Continuó con Los pastores de la noche y los personajes entrañables y frágiles que cuidaban las noches de Bahía y Doña Flor y sus dos maridos, sátira social y costumbrismo colorido, mitología popular, sensualidad, erotismo y cocina nordestina. Lenguaje sensorial y sonrisa cómplice.
En 1969 nos deleitó con Tienda de los milagros, caleidoscopio de santeros, maestros de capoeira, bailadores de samba, sacamuelas, prostitutas y ambiente de cultos africanos y ritos cristianos. Un alegado contra el racismo y la hipocresía de las élites macerado con fino humor y aires de fábula. Unos años después publicó Teresa Batista cansada de guerra, novela cruda y esperanzadora que desgrana la vida de la niña secuestrada por el coronel Justiniano Duarte da Rosa para ser su esclava sexual, su lucha por su amor nordestino, el marinero Januario, y la escapatoria de su destino cruel.
Luego sorprendió con Uniforme, frac y camisón de dormir, quirúrgica e ingeniosa descripción de la alta sociedad carioca en la década del ’40 y con De cómo los turcos descubrieron América, una desopilante novela que relata las peripecias del sirio Jamil Bichara y el libanés Raduan Murad recién arribados a Bahía en el mismo barco. Humor irreverente y desinhibido, fabulación inagotable.
Tuvo tiempo de escribir cuentos infantiles como El Gato Mallado y la golondrina Siñá y La pelota y el arquero, algunas memorias y fundar la Casa de Jorge Amado, con el objetivo de preservar su acervo documental para estimular a los investigadores y promover actividades culturales en el estado de Bahía. El 6 de agosto de 2001 su cuerpo agotado por una larga enfermedad se sumergió en una nueva y colorida fábula rociada con aceite de dendé y servida con un plato de vatapá.
Salú Jorge Amado! Por tu imaginación al palo, tu vitalidad contagiosa, tu coherencia, tu escritura llena de colores, olores y texturas. Un integrante ineludible de nuestra popular imaginaria…
Ruben Ruiz
Secretario General