Primer viaje de circunvalación de la Tierra
Un día como hoy pero de 1519 partía la expedición que daría la primera vuelta al mundo desde el Muelle de las Muelas, en el río Guadalquivir (cerca del actual Muelle de San Telmo), ciudad de Sevilla, Andalucía. La flota estuvo conformada por las naves “Trinidad”, “San Antonio”, “Concepción”, “Victoria” y “Santiago”. Partieron en forma separada rio abajo hasta reencontrarse en el puerto de Sanlúcar de Barrameda, cerca de la ciudad de Cádiz, donde se pertrecharon con vituallas para dos años. En el camino, el capitán general portugués Fernando de Magallanes y el resto de los capitanes de las naves fueron y vinieron a Sevilla en sus falúas (botes grandes con dos mástiles y veinte remos) con el fin de ultimar preparativos.
El 20 de septiembre iniciaron la travesía oceánica. Eran 244 tripulantes subidos a un desafío formidable, insólito, nunca explorado. Pero este viaje tiene su historia…
La caída de Constantinopla en manos de los turcos obligaba a los europeos de Occidente a encontrar nuevas rutas en el mar. Los adelantos tecnológicos en el diseño de naves lo ameritaban. Los nuevos instrumentos de navegación y la mayor precisión de la cartografía lo posibilitaban. La voracidad por buscar nuevas riquezas lo sostenían.
Magallanes, expedicionario del rey de Portugal había alcanzado la India, Malaca, Indonesia y las islas de las Especies (Molucas) donde abundaba el clavo, la canela y la nuez moscada muy apreciadas en Europa. Le propuso al rey portugués realizar una expedición para alcanzar esas islas por una ruta más corta pero fracasó. Entonces partió a España en compañía del cosmógrafo Rui de Faleiro quien aseguraba que podía calcular la longitud geográfica de los viajes.
Diseñaron su propuesta, contactaron al comerciante Cristóbal de Haro, representante del banquero alemán Jacob Fugger (apodado “El rico”) y a Diego Barbosa, alcalde de las Reales Alcázares de Sevilla. En conjunto convencieron al rey Carlos I. En marzo de 1518 se firmaron las capitulaciones entre el rey y Magallanes donde se fijaron los objetivos (encontrar un paso más favorable a las islas de las Especies y constatar que quedaran en la zona española del Tratado de Tordesillas), las obligaciones y las recompensas.
Hubo un solo inconveniente. La curia metió las uñas y el obispo Rodríguez de Fonseca impuso a su sobrino Juan de Cartagena en lugar de Rui de Faleiro como adjunto de Magallanes. La bicefalía en el mando de un navío nunca funcionó y esta vez no fue la excepción, como luego veremos…
El 26 de septiembre las naves llegaron a Tenerife. Se incorporaron cuatro tripulantes y se bajó uno. Zarparon 247 hombres. Entretanto, las relaciones entre Magallanes y de Fonseca empeoraron y se detectaron sigilosas maniobras portuguesas para que la expedición fracasara. Bordearon el norte de África, pasaron frente a las islas de Cabo Verde, a Guinea y Sierra Leona y enfilaron hacia el Atlántico profundo. Frente a esas costas, Magallanes reunió a los capitanes de los barcos, reemplazó a Rodríguez de Fonseca al mando del “San Antonio”, lo apresó y colocó en su lugar a su sobrino, Álvaro de Mezquita. Eso produjo malestar pero ya estaban en alta mar.
El 29 de noviembre llegaron a las costas del Brasil. Amarraron frente al cabo San Agustín (Cabo Branco). Solo se quedaron para descansar y hacerse de frutos y alimentos. Continuaron viaje por la costa brasileña e ingresaron a cada desembocadura de los ríos que abrevaban en el mar. Esa estrategia produjo desconfianza en los marineros. La unión de los mares no aparecía.
El 13 de diciembre arribaron a la Bahía de Santa Lucía, cercana a la actual Rio de Janeiro. Una semana después se ejecutó al maestre de la nave “Victoria”, Antón Salamon, por el delito de sodomía. Estuvieron en el lugar durante un mes y continuaron viaje pegados a la costa sudamericana. Llegaron ala estuario del Rio de la Plata. Exploraron las vías navegables (incluso el rio Uruguay) pero se desencantaron. No había ningún canal que comunicara dos océanos. La cartografía llegaba hasta allí. Los alimentos y la paciencia comenzaban a escasear. Magallanes ordenó continuar y el 30 de marzo de 1520 fondearon en lo que llamaron Bahía de San Julián.
El 1º de abril de 1520 se produjo un motín. Los capitanes Gaspar de Quesada y Luis de Mendoza intentaron liberar a Juan de Cartagena. La revuelta fracasó y Magallanes ordenó ajusticiarlos, abandonó a Cartagena y al clérigo Sánchez Reina -opuesto a su comandancia- en una isla desierta y perdonó al resto de los insurrectos. Continuaron la travesía y se hundió el navío “Santiago”. La tripulación se distribuyó. Unos kilómetros más adelante vararon en lo que denominaron Puerto Santa Cruz. El desánimo, la falta de alimentos y el frío comenzaron a hacer mella en la tripulación. Álvaro Gómez, piloto de la “San Antonio” sabía que la situación era crítica. Depuso a su capitán, Álvaro de Mezquita y retornó a España con sus marinos.
La expedición continuó viaje y entre octubre y noviembre cruzaron el estrecho que unía los dos océanos. No había seguridades pero optaron por seguir camino. Fueron tres meses de travesía incierta hasta que llegaron a la isla de los Ladrones (actualmente Guam) y se aprovisionaron de fruta fresca. Amarraron durante siete días y continuaron viaje hasta llegar a las islas de la actual Filipinas. Primero llegan a Homomhon, luego a Mazawa (hoy Limazawa) y, finalmente, a Cebú.
Allí hicieron migas con el rey del lugar que los convenció de enfrentar a otro rey rival, Lapulapu. Magallanes, confiado en extremo, aceptó el convite y se dirigió con 50 hombres a la isla de Mactán en pequeños barcos de guerra (karakoa). La superioridad de los indígenas fue notable, los españoles fueron derrotados y Magallanes murió en el combate con el agua hasta los muslos y su pesada armadura puesta. A la vuelta a Cebú, el rey preparó una emboscada con recepción incluida. El olfato marino los alertó y huyeron sin evitar la sangrienta muerte de 26 compañeros.
Anclaron en la isla Bohol. Habían sobrevivido 117 marinos y tres naves. Demasiadas para tan poca tripulación. Quemaron la “Concepción” y se distribuyeron en la “Trinidad” y la “Victoria”. Nombraron nuevos capitanes a Juan López de Carvalho y Gonzalo Gómez de Espinosa que comandaron la expedición sin rumbo definido. Bordearon Paglao, Mindanao, las islas de Kagayan y Palawan hasta llegar a Brunei, en la hermosa isla de Borneo. Se encontraron con una civilización muy superior a las conocidas, fueron bien tratados, comerciaron con los aborígenes y permanecieron 20 días pero un inaudito acto de violencia de los españoles implicó otra huida.
Vista la impericia demostrada resolvieron reemplazar a Carvalho. De tal manera que Gonzalo Gómez de Espinosa quedó al mando de la “Trinidad” y el maestre vasco Juan Sebastián Elcano al mando de la “Victoria”. Definieron ir rumbo a las islas de La Especiería (hoy Molucas), cargar especias y retornar a España. Unos meses después alcanzaron su destino. Fondearon frente a la isla Tindore, la primera productora de clavo del mundo. Fueron bien recibidos por el sultán Almanzur, de cultura musulmana y acostumbrado a comerciar con árabes y otros extranjeros.
Evitaron desatinos y cargaron las naves con especies con cierta prisa. Temían ser apresados por los portugueses. Listos para regresar descubrieron que la “Trinidad” tenía averías. Dispusieron que quedara fondeada para ser reparada y que la “Victoria” emprendiera el regreso. Tuvieron que amarrar en la isla de Mallúa (Timor) luego de una fuerte tormenta que los maltrató. A partir de allí se demostró la maestría de Elcano. Decidió ir hacia el sur para evitar los monzones, no hacer escalas y lograr que los vientos lo llevaran al cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica). El piloto Francisco de Albo y el maestre Miguel de Rodas se opusieron pero la estrategia funcionó.
La “Trinidad” tuvo un dramático final. Fue reparada y partió a destino con 54 hombres pero una tormenta de doce días los obligó a regresar y fueron apresados por los portugueses. En el camino habían perecido treinta y uno de ellos. Al final, solo tres lograron sobrevivir y llegar a España.
La “Victoria” evitó las corrientes del sur africano y llegó a Cabo Verde, posesión portuguesa de donde huyeron a los pocos días. Las muertes por inanición crecían. Se abrieron al noroeste para evitar los vientos alisios, atravesaron las Azores y 15 días después llegaron a Sanlúcar de Barrameda. Eran 18 hombres escuálidos y exhaustos que habían recorrido 78.000 kilómetros y atesorado 600 quintales de clavo, una fortuna. El 8 de septiembre de 1522 entraron triunfales a Sevilla; se dirigieron a la iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y agradecieron a la virgen.
Con su vuelta al mundo confirmaron que la Tierra era esférica y que su diámetro era mayor de lo pensado, que había población y culturas consolidados en lugares recónditos; inauguraron nuevas rutas comerciales, descubrieron una fauna y flora desconocida para los ojos europeos y rompieron con el mito de la existencia de monstruos azarosos y sobrenaturales en los mares.
Salú aventureros innatos, codiciosos, intrépidos, corajudos, cabezaduras, temerarios, sin límites!
Ruben Ruiz
Secretario General