Alberto Breccia
Un día como hoy pero de 1993 se despedía Alberto Breccia, historietista, dibujante, ilustrador uruguayo, de formación autodidacta y creador de un estilo personal que impactó en el lenguaje del cómic a nivel nacional e internacional.
Nació en Montevideo. A los tres años se mudó con su familia al barrio de Mataderos, ciudad de Buenos Aires. Fue obrero de la industria de la carne. Su especialidad: rasqueteador de tripas. Cuando salía del trabajo ingresaba en el mundo del dibujo. Nunca fue un superdotado del trazo pero tenía cierta habilidad, muchas horas de práctica y notable perseverancia.
En la década del ’30 las publicaciones existentes importaban material norteamericano y europeo. Era difícil entrar en el mundo de la historieta. En 1937 colaboró en revistas barriales como Acento y Resero; dibujaba las tapas y escribía artículos. Más tarde, creó una tira cómica, “Mr. Pickles”, que nunca logró vender y “Mu-Fa”, historieta de un detective chino, de la cual alcanzó a vender diez tiras.
En 1939 comenzó su carrera profesional. Ingresó en la editorial Manuel Láinez donde ilustró “El vengador” para la revista El Gorrión, “Las aventuras de Rocambole”, “Kid, del Río Grande” y “La hostería solitaria” para Tit-Bits. En 1941 creó una de sus primeras series con personaje fijo.
Se trató de “Mariquita terremoto”. Era la historia de una niña traviesa de una familia muy pobre. Vivía con su tío Nicola y un par de ratones que se movían sin permiso ni vergüenza. Retrataba con realismo la mishiadura que vivían muchas familias porteñas y el personaje produjo un impacto inmediato. Ese mismo año se hizo cargo de las tapas de Tit-Bits.
En 1944 partió. Publicó “Puño Blanco” en el diario La Razón y “Gentleman Jim” para la revista Bicho feo. En 1946 comenzó a colaborar en la revista Patoruzito, de la editorial Dante Quinterno. Ilustró “Jean de Martinica”, con guión de Issel Derrazzano, en la que Jean Bray, junto a su hija Ninón y su asistente Halubi vivían aventuras tanto en la selva como en una renacida París.
En 1947 se hizo cargo de la serie “Vito Nervio”, con guion de Leonardo Wadel y se transformó en su primer éxito popular. Vito era un ingenioso detective porteño que vivía aventuras por todo el planeta; la historieta estaba repleta de enigmas policíacos, misteriosos asesinatos, siniestros villanos y peligros insospechados. La aparición de nuevos personajes la hizo más atractiva y la creación de un enigmático personaje femenino, Madame Zabat, que terminó siendo un amor imposible, fue furor entre los lectores. La tira duró doce años. El público de la época agradecido.
En 1956 ingresó a la Editorial Códex y dibujó la serie “Pancho López”, con guion de Abel Santa Cruz. Narraba la historia de un niño que vivía en un ficticio pueblo mexicano junto a su caballo Chihuahua, la gallina Felicia y el gato Valentín y protegía a su pueblo de las fechorías que pretendía ejecutar el Caporal Herminio. En 1957 ingresó a Editorial Frontera e ilustró algunos capítulos de “Ernie Pike” y la serie “Dr. Morgue”. Simultáneamente, ejerció la docencia en le Escuela Panamericana de Arte.
En 1958 viró en su estilo y compuso su primera gran obra: “Sherlock Time”, en colaboración con Héctor Oesterheld, para la revista Hora cero semanal. Historieta del jubilado Julio Luna, comprador una destartalada mansión en San Isidro que advierte que el lugar es una trampa pergeñada por extraterrestres. Es salvado por el misterioso Sherlock Time que le impone una condición: habitar la torre de la mansión que es, en realidad, una nave espacial que utilizará en sus investigaciones estelares. Ambos personajes se acompañarán en un periplo fantástico entre mates y medialunas.
En 1960 colaboró con la editorial inglesa Fleetway para quienes ilustró series populares. En 1962 retomó su vínculo con Oesterheld en la revista Misterix y publicaron una obra liminar en la historia de los cómics de Argentina: Mort Cinder. Narraba la historia del anticuario londinense Ezra Winston que se topa con el hombre eterno que da nombre a la serie. Por ser eterno, murió y revivió muchas veces, por lo cual podía relatar diferentes momentos de la historia de la humanidad en las que participó. Los relatos siempre partían de objetos que tenía el anticuario en su local. La memoria propia, de la multitud o de nadie, el eterno túnel del tiempo, los hechos que volvían resignificados.
En 1966 publicó con Oesterheld, “Richard Long” para el suplemento Karina en el que experimentó con el collage. En 1968 se unió a su hijo Enrique y publicaron Vida del Che, en la que desmitificaba al héroe y analizaba al hombre con sus anhelos y contradicciones. En 1969, junto a Oestelheld, realizaron una revisión polémica de “El Eternauta” para la revista Gente. Guionista contestatario, ilustrador con técnicas poco convencionales, dio como resultado una duración breve en el semanario. Sin embargo, esa publicación fue un éxito en Italia y España y significó un puente de entrada para otros dibujantes argentinos en el circuito europeo.
Comenzaba su etapa en el Viejo mundo. Entre 1972 y 1974 trabajó en Il Corriere del Ragazzi, creó la serie “Squadra Zenith” e ilustró algunos episodios de “Las grandes aventuras de la paz y la guerra”. Al mismo tiempo, creó “Los mitos de Cthulhu” para la revista Il Mago; fue una serie de historietas basadas en relatos de Howard Phillips Lovecraft, con guion de Norberto Buscaglia y la utilización de la técnica del monotipo y el collage.
Ese último año, comenzó un fructífero dúo creativo con Carlos Grillo y apareció Un tal Daneri, una serie de ocho capítulos cuyo personaje central era un improvisado y semiclandestino detective que recibía oscuros encargos de personajes sórdido que habitaban los suburbios de Buenos Aires. Su centro de operaciones: el barrio de Mataderos. Relatos pesimistas, trazos desoladores, clima de fatalidad. Coincidió con la época en que la Triple se vanagloriaba por las calles con su halo de muerte y terror. Magistral manejo del blanco y negro, collage intenso y rasgado a cuchilla. Años más tarde, el camino del dúo artístico seguiría con Nadie y Buscavidas.
En 1975 se atrevió con los textos de Edgar Allan Poe y nació El corazón delator, un relato angustioso que describía el asesinato de un anciano a manos de su cuidador y el fracaso en el intento de ocultar el cadáver, debido al profundo remordimiento que invadió al asesino delante de la policía. Uso del negro en imágenes de altos contrastes que ayudaban a provocar climas asfixiantes. Ese año también se animó con La gallina degollada, de Horacio Quiroga, y experimentó con manchones intensos de color rojo sobre el blanco y negro que producían una sensación conmovedora.
En 1983 publicó Perramus, con guion de Juan Sasturain. Historia de un hombre sin nombre, con su abrigo detectivesco, de personalidad indefinible, carácter complejo, un poco tristón. Que, un día, pierde la memoria ante el cometido de deshacerse de cadáveres de una dictadura -cercana pero no definida- y que logra huir antes de engrosar la lista de desaparecidos junto a un inesperado amigo uruguayo, “Canelones”. Viñetas del periplo por el litoral donde gobiernan los acontecimientos y personajes fantásticos y absurdos e impera la alucinación. Homenaje a un Borges irreconocible con pinceladas gardelianas. Clima inasible, híbrido, que mezcla el final de una dictadura y el comienzo de una democracia débil. Fue la primera historieta en recibir un premio de Amnesty Internacional.
En 1982 publicó ¿Drácula, Dracul, Vlad? ¡Bah…!, historieta de un villano dual, protagonista y testigo, víctima y victimario; escenarios suavemente truculentos, viñetas intensas, crítica política y social exacerbada. En 1991 ilustró “Informe sobre ciegos”, el capítulo de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato en el que reflejó una desafiante autopsia del alma. Su última obra fue El Dorado, el delirio de Lope de Aguirre: exuberancia gráfica, intensidad pictórica y enorme fuerza expresiva.
Salú Maestro Breccia! Por revolucionar la historieta, por tu búsqueda incesante de nuevas formas, por la luminosidad de tus personajes oscuros, por acercarnos livianamente a situaciones límites.
Ruben Ruiz
Secretario General