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Efemérides 11 de Abril -Fernando Fader

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El pintor de la soledad y el silencio que popularizó los paisajes cordobeses

Un día como hoy pero de 1882 nacía Fernando Fader, pintor y dibujante argentino traído a la vida en Francia, referente del impresionismo en nuestro país, impulsor de una mixtura esencial de luz, color y composición, promotor de la pintura del paisaje y sus habitantes como parte indisoluble de la identidad nacional.

Nació en Burdeos, Francia. Hijo de la vizcondesa Celia de Bonneval y de Carlos Cristián Fader, ingeniero naval alemán que había construido un astillero en el barrio de La Boca y realizado diversas obras públicas para el gobierno nacional. A los cuatro años la familia se trasladó a la ciudad de Mendoza donde su padre fundó la Compañía Mendocina de Petróleo y una empresa de gas que se encargaba del alumbrado público de la ciudad.

En 1886 Fernando Fader regresó a Francia donde comenzó sus estudios primarios y continuó los estudios secundarios en la Realschule del Palatinado del Rhin, Alemania. En 1898 retornó a Mendoza con una inclinación definida hacia el arte, en particular la pintura. Realizó dibujos en tinta, copia de retratos de pintores y escultores, paisajes y pinturas costumbrista y dio a conocer sus primeras obras: “Autorretrato a la acuarela”, un óleo titulado “El viejo piojoso” y un dibujo titulado “Retrato de seis artistas célebres”. 

Dos años después volvió a Europa y perfeccionó su estilo en cursos de pintura realizados en Munich y dirigidos por el alemán Henrich Von Zügel, impulsor de la pintura al aire libre. Paisajes, animales y las costas de Holanda fueron sus acompañantes europeos en el camino del naturalismo. En 1900 ganó su primera medalla de oro por su obra “Detrás del arco iris”. En 1904 participó del concurso anual de la Academia Real de Pintura de Munich en el que obtuvo la Medalla de Plata por su cuadro “La comida de los cerdos” y una Primera Mención por el óleo “Mi perro”. 

Ese año regresó a Mendoza donde realizó su primera exposición individual en la casa paterna y un año después una segunda muestra en el Club Español con cerca de setenta obras (acuarelas, dibujos y óleos). Los paisajes de Ñacuñan, Cacheuta y Pichiciego fueron sus preferidos. Sin solución de continuidad, hizo su primera exposición individual en el Salón Costa de la ciudad de Buenos Aires. La consideración de su obra fue grande y comenzaba su consagración artística.

Entre 1906 y 1907 participó en el grupo “Nexus” junto a Pío Collivadino, Alberto María Rossi, Cesáreo de Quirós, Carlos Ripamonte, Justo Lynch, el escultor Arturo Dresco y, esporádicamente, el pintor catamarqueño Emilio Caraffa. El trabajo conjunto coronó en la creación del Salón Nacional de Arte a partir de 1911 que abrió nuevas posibilidades de difusión de la pintura y de consolidar la visión identitaria por la cual venían bregando.

A causa del fallecimiento de su padre, Fernando Fader y sus hermanos se hicieron cargo de los negocios familiares. Abandonó la pintura por un lustro. La mayor parte del tiempo estuvo dedicado a concluir las obras de la usina hidroeléctrica sobre el rio Mendoza pero un aluvión destruyó instalaciones e inutilizó maquinarias por lo cual debieron declarar la quiebra en 1914.  

No obstante, la pintura era su motor. Se trasladó a Buenos Aires, se aquerenció en el barrio de Belgrano, expuso en el Salón Nacional sus cuadros “La madre” y “La liga azul” y ganó el Premio Adquisición con su obra “La mantilla”, también conocida como “Los mantones de Manila”, un cuadro atípico en su trayectoria, interiorista, realizado en un momento de profunda depresión que, sin embargo, es un estallido de color y luz con un desnudo también atípico en ese momento de sus creaciones. El premio fue rechazado por el artista porque consideró que el valor adjudicado estaba muy por debajo del real y era una muestra de subestimación oficial. 

Lo retiró de la muestra.  

Además entabló una larga amistad con Federico Müller que se convirtió en su marchand y le organizó exposiciones durante muchos años. En 1915 la Academia Nacional de Bellas Artes le asignó la cátedra de Paisaje. En paralelo, participó en la Exposición Internacional de California, en la que obtuvo el Primer Premio y Medalla de Oro. 

Al año siguiente fue diagnosticado con tuberculosis por lo que debió refugiarse en un lugar con clima más seco. Se mudó con su familia a Deán Funes y luego a 30 kilómetros de distancia, en el paraje Ojo de Agua de San Clemente, donde vivió dos años. De ese momento crucial, son “El sobre pellón negro”, “El peral y la loma” y “La vida en un día”, una serie de ocho telas en la que representó la misma escena (su rancho y el paisaje circundante) en diferentes momentos del día con una notable precisión para espejar los cambios en la intensidad de la luz.

En 1918 se mudaron a la finca Loza Corral, a cuatro kilómetros de Ischilín. Creció su estilo de pintar “al aire libre”. Se subía a su Ford “a bigotes” con los pinceles, telas y óleos y perpetuaba los paisajes serranos de Córdoba. Su simbiosis con la naturaleza era esencial. Recorrió numerosos pueblos del norte cordobés y retrató sus contornos, personajes, construcciones coloniales e iglesias en Candelaria, La Higuera, Pocho, San Pedro Norte, San Francisco del Chañar y su entrañable Ischilín. De esa época son “Sendero florido”, “El corral de las cabras”, “El pellón negro”, “Al solcito”, “Fin de invierno”, “Mañana tibia”, “La chacra”, “La mazamorra”. 

Su salud continuó resquebrajándose. Un verano de 1935 los pinceles, acuarelas y óleos lo secundaron en su adiós campestre y sereno.

Pinceladas cortas y empastadas, colores saturados, experto en los toques de espátula, artesano de los primeros planos vacíos. Pintor que evocó sus estados de ánimo en la tela. Colores pardos y ocres que inundaron sus obras en interiores y expresaron momentos espesos. Luminosidad a full, tonos rosados, azules y lilas que representaban atmósferas diáfanas y difuminaban libertad expresiva. Cultor de los ranchos, sierras, cielos y personajes impactados por los cambios de la luz.  

No había improvisación. Había oficio. 

Algunos lo vieron como un ícono del impresionismo. Otros como un realista preocupado por ser cuidadoso con los efectos de la luz sobre los objetos.

Salú Fernando Fader! Por tu tesón en impregnar de identidad nacional nuestra pintura, por amigarnos con paisajes no tan lejanos y tan nuestros, por tu registro luminoso y vibrante.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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