Tango, milonga, calle, bulín, voz privilegiada, sonrisa imbatible, pinta ganadora. Un crack
Un día como hoy pero de 1887 (más o menos) nacía Carlos Gardel, el Zorzal Criollo o el Morocho del Abasto o El Mudo, máximo representante del tango, inigualable cantante, emotivo compositor, previsible actor de cine. Para los/as argentinos nació en el Abasto, para los/as franceses en Toulouse, para los/as uruguayos en Tacuarembó. Para el resto del mundo fue indudablemente argentino.
Hijo de Marie Berthe Gardes y padre desconocido, existen indicios de que cursó sus primeros años de primaria en la Escuela de 2º Grado de Varones del barrio Palermo de Montevideo y luego fue pupilo en el Colegio Salesiano Pio IX de Buenos Aires, donde habría sido compañero de Ceferino Namuncurá. Durante su infancia y adolescencia vivió con su madre en conventillos muy precarios, en condiciones de mucha pobreza; primero en Uruguay 162 y después en Avenida Corrientes 1553.
Su vecindad con los teatros le permitió ingresar al mundo de los artistas y cantantes de forma cinematográfica. Su madre trabajaba de planchadora para familias y teatros; Gardel fue contactado por el organizador de claques (aplaudidores) Patasanta que lo enviaba a los teatros a aplaudir. Luego fue utilero y extra. Subió un escalón laboral y fue tramoyista (obrero que manejaba las máquinas en los cambios de decorado o efectos especiales) en el Teatro de la Victoria, donde conoció al zarzuelista español Sagi Barba y en el teatro Ópera, donde conoció al barítono italiano Titta Ruffo. En esos años tomó improvisadas clases de canto.
Con los primeros sueldos logró alquilar un pequeño departamento en Corrientes 1714 donde se mudó con su madre y comenzó a salir de la extrema pobreza. Merodeó por la ciudad más allá del centro y frecuentó el barrio del Abasto que se había formado alrededor del Mercado inaugurado en 1893. Barrio bravo, de guapos cabreros, de trabajadores esforzados y pobres, de mujeres sufridas, de bares con horarios extensos donde se congregaban “barras” variopintas. Coincidía con su personalidad irascible, de vivir en los márgenes y, a su vez, despabilado y entrador. En esos años, varias veces ingresó a las comisarías por diferentes “eventos”. Inclusive, el mito cuenta que sus datos están registrados en el libro de entradas de la vieja cárcel de Ushuaia.
Una de esas barras, lo invitó a ser parte integrante. Se juntaban en el café O’Rondeman, en Agüero y Humahuaca. Los dueños del boliche eran los hermanos Traverso; el gordo Yiyo lo administraba y Constancio era el jefe político conservador del Partido Autonomista Nacional que gobernaba el barrio, la ciudad y el país. Comenzó a cantar en el café, en el comité conservador de Anchorena 666 y después en otros locales partidarios de la ciudad y Avellaneda donde conoció al dirigente bonaerense Alberto Barceló y entabló amistad con el jefe de sus matones, Juan Nicolás Ruggero,Ruggerito.
En sus rondas de cantor semiprofesional, conoció a los payadores Alberto Betinotti y Arturo de Nava. Durante esa década no cantó tangos; se inclinó por la payada, las canciones camperas, la zarzuela, la canzonetta napolitana y la ópera. Un estilo ecléctico, difícil y novedoso. Pero empezó a prestarle atención a ese «pensamiento triste que se baila» y que nadie sabe donde nació, llamado tango. Ese ritmo que al empezar su trayecto tenía un ritmo alegre, se bailaba entre hombres y había evolucionado hacia un lamento cantado, de ritmo nostálgico y cuyo baile ya era asumido por hombres y mujeres con mayor preciosismo en sus movimientos.
Conformó un dúo con el cantante Francisco Martino y comenzó su periplo cambiante. Luego incorporó al uruguayo José Razzano, el “Oriental” y por último al sanjuanino Saúl Salinas, el “Víbora”. Actuaron en varios puntos de la ciudad y tuvieron un éxito razonable. La formación variaba pero se iba haciendo más fuerte la relación ente Gardel y Razzano. En 1912 Gardel grabó, como solista, siete discos para la Casa Tagini que no tuvieron gran repercusión, entre cuyas canciones se destacaba “Mi madre querida” de José Betinotti.
Entonces, nació un nuevo centro de operaciones: el Café de los Angelitos, punto intermedio entre el Abasto donde paraba Gardel y El café del Pelado de Entre Ríos e Independencia, donde paraba Razzano. Se consolidó el nuevo dúo y salieron a la pista. En 1914, trabajaron en el famoso cabaret Armenonville de Buenos Aires y José Podestá los contrató en el teatro Nacional. En 1915 tuvieron una actuación descollante en Montevideo, pero luego fue apresado en Brasil en compañía de viejos amigos delincuentes y a fin de año fue baleado en un confuso episodio. Año para olvidar.
En 1917, Gardel grabó su primer tango, “Mi noche triste” con gran éxito. De allí en adelante se fue codeando cada vez más con el tango cantado y ya no lo abandonaría. También protagonizó su primera película “Flor de durazno”. Al año siguiente el sainete “Los dientes del perro” incorporó el tema “Mi noche triste” y causó furor entre el público. Desde ese momento el sainete y el tango se emparentaron para siempre.
Gardel descubrió al poeta Celedonio Flores y subieron la escalera al cielo. “Margot», «Mano a mano», “El bulín de la calle Ayacucho”, «Malevito», «Viejo smoking», «Mala entraña», «Canchero», «Pan». Aficionado al boxeo, las bochas y la pelota vasca; fanático del turf y Racing Club, continuó su éxito rotundo. En 1923 inició su consagración mundial. Comenzó en el Teatro Apolo de Madrid donde actuó 40 noches; siguió en París y dio por sentado que había desembarcado en Europa. En 1925 José Razzano sufrió una lesión en la laringe, dejó el canto y comenzó como representante de Gardel.
A partir de 1926, retornó a Europa. Incluyó Barcelona donde se produjo una simbiosis notable con el público. Prolongó su actuación por dos meses y terminó siendo simpatizante del Barça. La tercera gira a Europa fue arrasadora. Se rindieron Madrid, Barcelona, Bilbao, Santander y llegado a Francia, conquistó París, especialmente, Montmartre. “Adiós muchachos”, “Siga el corso”, “El carretero”, “Mi noche triste”. “Bajo Belgrano”, “Volver”, “A media luz”, “Tiempos viejos”, «Que va chaché”, fueron canciones imbatibles. Aplaudieron extasiados Enrico Caruso, Charles Chaplin, Bing Crosby.
En 1930 se produjo el golpe militar en Argentina y Gardel tuvo una actitud complaciente que le trajo problemas con una parte de su público y de la crítica. Incluso en sus presentaciones. Sus giras a varias ciudades argentinas y Montevideo le permitieron sanar la distancia con su pueblo tanguero porteño. Sus películas fueron la nueva forma de relacionarse con las masas. Y una novedad: se podría decir que Gardel realizó los primeros videoclips que cautivaron por su brevedad y calidad. Realizó diez.
Lo más notable fue su voz. Cuerdas vocales privilegiadas, registro de barítono muy afinada, impostación natural, sonoridad brillante, modulación natural para cualquier acorde, fraseo único y disciplina para cuidar y ejercitar su voz. Pero, además, tenía una forma de cantar que reunía sentimiento y picardía, era creíble su forma de darle voz al amor y al desencuentro.
A esos atributos le sumaba su sonrisa eterna y su pinta siempre muy cuidada. A pesar de sus sufrimientos de pibe era simpático y tenía sabiduría callejera que no exageraba ni ocultaba. Un confuso accidente de avión se lo llevó en Medellín, agigantó el mito y lo hizo inmortal.
Salú Carlitos!! Por haber transformado el tango en música universal, por tu voz inconfundible en cualquier lugar en que uno se encuentre, por tu sentimiento genuino, por llevar el suburbio y el centro en tu pinta y tu sonrisa. Nuestro director en el centro de la popular imaginaria…
Ruben Ruiz
Secretario General