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Efemérides 11 de Noviembre

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Los Mártires de Chicago siguen vivos en su legado

Un día como hoy pero de 1887 se produjo el ahorcamiento de los Mártires de Chicago, cuatro anarquistas que dieron su vida por la aplicación de la jornada laboral de 8 horas diarias. Fueron condenados por un jurado manifiestamente parcial y públicamente presionable, a través de un juicio que se celebró sin respetar ninguna norma procesal. Todos los integrantes del jurado eran blancos, anglosajones, protestantes, racistas y de ideas conservadoras.
Los trabajadores/as norteamericanos venían protestando por las 8 horas de trabajo desde varios años antes, pero los resultados habían sido menores y parciales. En ese momento, las jornadas laborales eran agotadoras, entre 10 y 16 horas diarias, el trabajo infantil estaba muy extendido y las condiciones de higiene y seguridad inexistentes.
En 1872 se inicia una campaña sindical en Canadá por la jornada laboral que tuvo éxito al final de la década. Pero en EE UU eso no ocurrió. En 1884 la AFL (Federación Americana del Trabajo), aprobó en su 4to Congreso que, a partir del 1º de mayo de 1886, la jornada laboral debía respetar las 8 horas. De lo contrario, irían a la huelga. En 1886, el presidente estadounidense, Andrew Johnson promulgó una ley para que la jornada laboral tuviera esa duración, pero con tantas excepciones que su cumplimiento era una farsa.
Llegó el día y la hora. El 1º de mayo de 1886 comenzó un movimiento de protesta por esta reivindicación concreta. Unos 200.000 trabajadores/as fueron a la huelga y otros tantos consiguieron el triunfo, solo con la amenaza de realizar el movimiento de fuerza. La ciudad con peores condiciones laborales en EE UU era Chicago, el segundo conglomerado industrial y en población del país. Allí el paro fue total. No obstante, había una sola fábrica que funcionaba: McCormick, que producía maquinaria agrícola. En ese establecimiento, sus trabajadores estaban de paro desde el 16 de febrero porque les querían descontar parte del sueldo para la construcción de una iglesia. Sus patrones contrataron centenares de rompehuelgas y de esa manera funcionaba y sacaba su producción.
El 2 de mayo se produjo una concentración de 50.000 trabajadores que fue reprimida violentamente por la policía. El 3 de mayo, miles de trabajadores se concentraron en los portones de la fábrica. Mientras se desarrollaba el acto, sonó la sirena y salió uno de los turnos de los rompehuelgas. Se enfrentaron a los huelguistas y se produjo una pelea de proporciones. La policía intervino disparando a quemarropa. Resultado: 6 muertos y decenas de heridos. Curiosamente, todos integrantes del colectivo de trabajadores en huelga.
Se convocó, entonces a una concentración para el día siguiente las 4 de la tarde. Los organizadores consigueron un permiso del alcalde Harrison para realizar el acto en el Haymarket Square a partir de las 19,30 horas. Decenas de miles de trabajadores concurrieron en forma pacífica y a las 21,30 horas el propio alcalde -que había ido para verificar el carácter pacífico del acto- dio por finalizado el mismo. Cuando la mayoría se había retirado, comenzó la tragedia.
El inspector de policía, John Bonfield, tomó la iniciativa de reprimir a los trabajadores que aún estaban en el parque y con 200 uniformados arremetió en forma violenta. En ese instante, explotó una bomba del tamaño de una naranja entre los policías. Murió el oficial Matthias Degan y quedaron heridos otros 50 entre los que, posteriormente, murieron 6 de ellos. Nadie vio quien lanzó el artefacto ni tampoco que partiera desde donde estaban los participantes del acto. No importó. La policía comenzó a disparar indiscriminadamente. Mató a 38 personas e hirió a 115.
Se declaró el toque de queda y el estado de sitio. En los días siguientes se realizaron 50 allanamientos y se encarceló a 300 personas. La policía presionó, amenazó y torturó, pero no pudo lograr declaraciones fehacientes acusando a ningún trabajador. No había razones. No habían sido ellos. No obstante, se acusó inicialmente a 31 trabajadores aunque, más tarde, se incriminó a ocho de ellos. Todos anarquistas, sindicalistas con actuación pública y contrarios a las leyes laborales existentes.
Finalmente, se obtuvieron tres “confesiones” acusatorias a cargo de William Selinger, Waller y Scharader, cuya falsedad se comprobó con la suficiente lentitud. O sea, una vez que las penas mortales se habían cumplido. El 17 de mayo de 1886 se conformó el Tribunal Especial ante el que comparecieron los acusados: George Engel, alemán, tipógrafo y periodista; Adolf Fisher, alemán, periodista; Louis Lingg, alemán, carpintero (único experto en armado de bombas); Samuel Fielden, inglés, obrero textil y pastor metodista; Michael Schwab, alemán, tipógrafo y encuadernador; Oscar Neebe, estadounidense, vendedor de levaduras; August Spies, alemán, tapicero y editor del periódico anarquista en lengua alemana Chicagoer Arbeiter-Zeitung y Albert Parsons, estadounidense, periodista, veterano de la guerra de secesión y ex candidato a la presidencia por grupos socialistas.
El juez de la causa fue Joseph E. Gary, quien el 21 de junio comenzó a examinar a los 981 candidatos para conformar el jurado; 22 días después se eligieron a los 12 miembros. Por supuesto, ningún obrero. El 15 de julio de 1886, el fiscal Grinnell, en nombre del Estado de Illinois, presentó la acusación por los delitos de conspiración y asesinato de policías. La defensa de los obreros, acusó al capitán Bonfield, a cargo del operativo de Haymarket Square, de actuar bajo las órdenes y el auspicio económico de la Citizens Association -organización patronal que buscaba descabezar el incipiente movimiento sindical-. El 28 de agosto de 1886 el jurado, dictó su veredicto: que Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg y Engel debían ser ahorcados y Neebe debía ser condenado a 15 años de trabajos forzados.
A pesar de las evidencias de parcialidad del juez y falsedad de mucho de los testigos, el 11 de noviembre se llevaron a cabo las ejecuciones de los dirigentes August Spies, Albert Parsons, Adolf Fischer y George Engel. El día anterior se había suicidado Louis Lingg. Ante el escándalo público creciente que habían producido la falta de pruebas contra los acusados y la injusta condena, las penas de muerte de Samuel Fielden y Michael Schwab fueron conmutadas por cadena perpetua. En 1893, el gobernador de Illinois, Johon P. Altgeld, reconoció la falsedad del proceso llevado a cabo en la corte de Cook County y promovió la libertad de los presos que aún estaban con vida.
El ahorcamiento de los Mártires de Chicago no fue el fin de la lucha por los derechos básicos de los trabajadores/as, como supusieron los instigadores de tan aberrante proceso. Por el contrario, nunca más cesó la lucha por las 8 horas de trabajo y por otros derechos laborales para cumplir la consigna que ese 1º de mayo de 1886 cobijó a los huelguistas: “Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. No era una exigencia desmedida pero el poder se vio amenazado y reaccionó con una brutalidad que impactó en la sociedad norteamericana y del resto del mundo.
Costó mucho tiempo para que la clase trabajadora pudiera lograr ese derecho. Hoy vuelve a estar amenazado por la voracidad de las minorías, la precariedad laboral y una virtualidad engañosa. Sería bueno que cuando tengamos dudas, recordemos a estos héroes que nos legaron una forma digna y arriesgada de defender las cosas que valen la pena. Tan digna y arriesgada como justa.
Salú Parsons, Spies, Fielden, Schwab, Fischer, Lingg , Engel y Neebe!!
Siguen siendo nuestros!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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