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Efemérides 12 de Agosto – Lino Enea Spilimbergo

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El pintor de las vidas grises, duras, marginales y los paisajes atemporales

Un día como hoy pero de 1896 nacía Lino Claro Honorio Enea Spilimbergo, pintor, grabador y muralista argentino, maestro de la corriente figurativa de nuestra pintura moderna, retratador serial de la dura realidad social y diseñador de paisajes oníricos.
Nació en la ciudad de Buenos Aires. Hijo de una pareja de inmigrantes formada por María Giacoboni y Antonio Enea Spilimbergo. Vivió en el barrio de Palermo y en 1899 su madre lo llevó junto a uno de sus hermanos a visitar su familia italiana en San Sebastiano Curone y Roverazza (Piamonte y Liguria). Allí contrajo una pulmonía que se convertiría en asma.
En 1902 regresaron a Buenos Aires. Cursó los estudios primarios en el Colegio “Don Bosco” y en la Escuela Superior de Varones N° 2. Más tarde ingresó a la escuela de la Sociedad de Educación Industrial (actual ENET Nº30 “Dr. Norberto Piñero”), donde adquirió sus primeros conocimientos de dibujo, geometría y álgebra y se especializó en Dibujo de Ornamentación.
Desde los 14 años tuvo diferentes trabajos: cadete, telefonista y empleado de la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos (puesto que ocupó hasta 1924). A los diecinueve años ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” donde tuvo de profesores a maestros como Pío Collivadino, Ernesto de la Cárcova y Carlos Pablo Ripamonte y de compañeros a Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Horacio Butler y Alfredo Bigatti, entre otros.
La carrera duraba seis años. Él la realizó en tres. En 1917 se recibió de Profesor Nacional de Dibujo. Paralelamente, consolidaba su etapa formativa con paisajes e imágenes costumbristas que denotaban su acercamiento al estilo realista y una sólida formación clásica. Trabajó como profesor de Dibujo y envió sus primeras obras al Salón Nacional de Bellas Artes. Ganó el primer premio de Grabado por su aguafuerte “Elementos de Trabajo e Invierno”.
Comienzo auspicioso que se vio intervenido por sus episodios de asma y la muerte de su padre. Los médicos le recomendaron que cambiara de clima y recaló en Desamparados, provincia de San Juan donde su salud mejoró sensiblemente. En 1921 comenzó su periplo cuyano. El asma lo obligó a crear una rigurosa rutina: horario laboral rígido, comidas, descansos, caminatas y disciplina en la organización del tiempo restante para el estudio y la práctica artística.
Realizó su primera exposición individual y envió sus obras a diferentes muestras. Hubo un impacto inmediato. Ganó nuevamente el primer premio de grabado del Salón Nacional de Bellas Artes con “Figura de niña” (1922) y el tercer premio de pintura con “Seres humildes” (1923). Además, realizó un recorrido por el noroeste argentino que afianzó su estilo pictórico.
En 1924 regresó a Buenos Aires y meses después renunció a su cargo en el Correo. Fueron meses de vacas flacas. Trabajo de peón de campo y de lavacopas. No obstante, generó un tiempo diario para pintar y se vinculó al movimiento impulsado por la revista “Martín Fierro”.
Tuvo su recompensa. A mediados de 1925 envió un grupo de óleos a un nuevo Salón Nacional. Esa mixtura de personajes reconocibles y paisajes cuyanos y norteños la sintetizó en cuatro obras: “Vieja Puyutana”, “Descanso”, “El ciego” y “Paisaje andino”, que ganó el Premio Único al Conjunto. Ese reconocimiento pecuniario le permitió realizar el viaje de perfeccionamiento a Europa que había planificado para consolidar su formación artística.
Italia fue su primera escala. Incorporó conocimientos del arte etrusco y bizantino, adquirió la técnica renacentista, especialmente el aprendizaje respecto a los frescos que lo marcaría y sumó rasgos de la pintura metafísica que también lo influenció. Luego se aquerenció en París. Se instaló en un piso alto del Nº7 de la rue Daguerre junto a Héctor Basaldúa. Se encontró con otros artistas ávidos de aprender las nuevas tendencias: Butler, Badi, Bigatti, Berni, Alberto Morera, Raquel Forner, Víctor Pissarro y Pedro Domínguez Neira. Nacía el “Grupo de París”.
Repitió una rutina disciplinada: durante las mañanas cursaba en la “Académie de la Grande Chaumière” y por las tardes tomaba clases de dibujo, composición y color con el maestro André Lhote que lo sumergió en el arte moderno. Conoció de cerca el poscubismo y fue impactado por el posimpresionismo de Paul Cézanne. El bagaje de conocimientos adquiridos le permitió encontrar un estilo en el que mixturó lo clásico, lo moderno, lo metafórico.
Participó del Primer Salón Universitario de La Plata que realizó una muestra itinerante de arte argentino por Madrid, Vigo, Roma y Venecia, bajo el comisariado de Víctor Torrini. Sus envíos a la Argentina no decayeron: ganó el Primer Premio de Pintura del Salón Anual de Santa Fe y sus obras participaron del Primer Salón de Pintura Moderna, realizada en Buenos Aires.
Regresó a la Argentina con su esposa Germaine, musa inspiradora de sus retratos de grandes ojos. Se instalaron en Las Lomitas, provincia de San Juan y nuevamente contactó con el entorno que lo revitalizó artísticamente. En 1930 regresó definitivamente a Buenos Aires.
Su experiencia de entreguerras, la situación en Argentina y la solidez y variedad de los conocimientos adquiridos lo inclinaron por definir un estilo ligado al arte social y la conexión humanista sin perder el costado onírico. Denuncia clara, sensibilidad a flor de piel y sueños difíciles. Se comprometió con las ideas de izquierda, se acercó al Partido Comunista y buceó en las lides gremiales de los artistas plásticos.
En 1932 irrumpió con la serie “Terrazas”, alegorías de pinturas clásicas con una visión moderna, pisos en forma de ajedrez, fondos extraídos de otros contextos que fondeaban alrededor de balcones monocromáticos, evocaciones de madonas italianas, figuras impersonales y atmósferas densas que provocan sensaciones enigmáticas.
Al año siguiente, con David Siqueiros, Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro, formaron el “Equipo Poligráfico Ejecutor” y realizaron el mural “Ejercicio plástico” en el sótano de la quinta “Los Granados”, propiedad de Natalio Botana que es un hito en el muralismo latinoamericano. Uso de fotografías en reemplazo de los bocetos, “brocha de aire” y pinturas industriales. Un ejercicio experimental de “gimnasia” plástica.
Entre 1936 y 1937 creó una serie magistral de monocopias que tituló “Breve historia de la vida de Emma”, basada en una crónica policial sobre una joven que trabajaba de planchadora, fue llevada a un local de San Fernando, obligada a ejercer la prostitución y cuyo final fue un previsible y dramático suicidio.
Treinta y cuatro cuadros que denuncian la explotación practicada a simple vista, que impactan con algunas aristas de esa esclavitud moderna y que desgranan la vida mínima de Emma junto a sus compañeras en habitaciones pequeñas y oscuras; camas, jarras, palanganas y sábanas sucias que fungen de acompañantes cotidianos. Rostros secuenciales que muestran el sórdido camino de la angustia, la resignación y la muerte. Maestría en la técnica de la monocopia y un grabado fino, austero, demoledor.
Tras cartón ilustró la obra “Interlunio”, de Oliverio Girondo, con una serie de aguafuertes que merecieron el Gran Premio de Pintura del Salón Nacional y Medalla de oro en el rubro Grabado en la Exposición Internacional de París. En 1946 cofundó el Taller de Arte Mural junto a Antonio Berni, Juan Carlos Castagnino, Manuel Colmeiro Guimarás y Demetrio Urruchúa y realizaron los frescos en la cúpula de las Galerías Pacífico en la ciudad de Buenos Aires.
Nunca le sacó el cuerpo a la docencia. Fue maestro de dibujo geométrico y ornamental en el Instituto Argentino de Artes Gráficas y profesor en la Academia de Bellas Artes de Potosí (Bolivia), titular de la cátedra de Dibujo de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, profesor de “Dibujo, pintura y composición” en la Universidad de Tucumán y director del Instituto Superior de Artes de la UNT donde formó una generación de muralistas.
En 1959 se mudó a Unquillo, provincia de Córdoba y alternó residencia con la ciudad de Buenos Aires. En el verano de 1964 la punta del lápiz y su muralismo controlado se detuvieron en las sierras. Emma, el Ciego, los seres humildes, el vendedor, el joven herido, las figuras, la planchadora, la vieja Puyutana, las terrazas y los paisajes lo acompañaron en el cortejo.
Salú Lino Enea Spilimbergo! Talentoso, enérgico, pintor de la entraña social, enamorado de los ojos enormes, geómetra de lo importante. Un personaje vital de nuestra popular imaginaria.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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