Viltipoco
Probablemente un día como hoy durante algún pasaje del siglo XVI, naciera Viltipoco, cacique de los omaguacas (humahuacas), curaca de Purmamarca y uno de los jefes étnicos de la Cincumpuna (oeste de la actual provincia de Jujuy en Argentina, sudoeste del actual departamento de Potosí en Bolivia y el centro-este de la Región de Antofagasta en Chile) que lideró una de las guerras de resistencia de los pueblos originarios de la región contra el invasor español durante un largo período.
La dominación española en esta zona tuvo características especiales: existía una costumbre arraigada de pago de tributos desde la época de la supremacía inca que conectó con la prédica de los evangelizadores cristianos sobre la existencia de una instancia superior para las personas que actuaran con bonhomía. Hubo un tiempo en que prevaleció la credulidad aborigen hacia los españoles. Pero la opresión visigoda fue cruel e hirió el orgullo indígena.
La conquista española en la Gobernación del Tucumán, Juríes y Diaguitas (que abarcaba el Noroeste argentino actual) fue violenta. Los pulares, capayanes, yacampis y diaguitas fueron sometidos con diferentes tácticas hostiles. Los omaguacas y cacanes resistieron con éxito. Los pueblos que lograban huir de la servidumbre a que eran sometidos por el invasor se refugiaron en la Quebrada de Humahuaca y en los Valles Calchaquíes. Territorios ubicados entre montañas, de geografía agreste, dificultoso para atacar y con facilidades para defender.
La institución de la encomienda tenía consecuencias devastadoras y reinaba el despotismo. Entre 1560 y 1563 se produjo la primera rebelión dirigida por el curaca de Tolombón, Juan Calchaquí, quien logró unificar las fuerzas de los lules, tonocotés, atacamas, diaguitas y omaguacas y reunir a 30.000 habitantes originarios que dieron pelea. Entre sus lugartenientes se encontraban los líderes regionales Viltipoco y Silpitode. En 1562 arrasaron las tres ciudades más importantes: Londres (Catamarca), Córdoba de Calchaquí (Salta) y Cañete (Tucumán) y la mayoría de los españoles huyó hacia Santiago del Estero.
Más hacia el norte, Viltipoco lideró el asalto a la ciudad de Nieva (actual San Salvador de Jujuy) con lo que las posiciones del valle y la quebrada quedaron consolidadas bajo el mando de los pueblos que habitaban ese extenso territorio. En 1575 los españoles realizaron un nuevo intento de asentamiento y fundaron la ciudad de San Francisco de la Nueva Provincia de Alaba pero fueron desalojados al año siguiente.
No obstante, la tensión fue permanente y las intenciones del invasor godo nunca desaparecieron. La estrategia española varió. Rodearon el territorio rebelde fundando nuevamente la ciudad de Londres (cerca de Andalgalá), San Miguel de Tucumán (en Ibatín, a 40 kms. del actual emplazamiento) y posteriormente la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja. Desde allí le “entraban” a las poblaciones y recibían respuestas esporádicas. La gran cantidad de tropas españolas estacionadas en la región, la diferencia de armamento y las divisiones en las filas indígenas indujeron a una derrota indígena y el apresamiento de Juan Calchaquí. En ese contexto, los españoles fundaron la ciudad de San Felipe y Santiago de Lerma en el valle de Salta, un desafío en territorio chiriguano y de resistencia rebelde.
Prosiguieron los años de hostilidades. El aguante se fue renovando y la rebelión se repitió con mayor vigor. Ahora el epicentro era la Quebrada de Humahuaca, Tilcara y Purmamarca. El nuevo líder era el omahuaca Viltipoco.
Estaba fogueado en las luchas precedentes, con dotes de estratega, una extraordinaria capacidad militar y una inusual habilidad para adaptarse a los cambios y las circunstancias inesperadas. Años antes había esquivado los intentos evangelizadores del padre Monroy y había consolidado su innata destreza negociadora. Esa aptitud que había practicado para unir a los omaguacas y tilcaras y acordar con los oclayas, le permitió convocar a los caciques tumbayas, uquías, chichas, lules, diaguitas, apatamas y churumatas y conformar una tropa de 10.000 guerreros con gran influencia territorial y métodos confederales de decisión y acción.
Durante algunos años enloqueció a los españoles con ataques sorpresivos, rápidos repliegues y acciones que descolocaban a los invasores. Era buscado afanosamente pero su paradero era indescifrable. Sus armas eran simples y efectivas: flechas con puntas de cobre o cuarcita, piedras redondas que lanzaban con hondas de lana, hachas y mazas de piedra. Sus defensas eran los pucarás construidos con piedras y emplazados en lugares inaccesibles.
Además, tenía una retaguardia heredada de la tradición agrícola de esos pueblos que le aprovisionaban de maíz, zapallo, papa lisa, poroto, quinoa, oca, ají y le posibilitaban el sustento imprescindible ante el enorme desgaste de la dinámica bélica.
Su teatro de operaciones fue extenso: las actuales Jujuy, Salta, Tucumán, La Rioja, Madrid de las Juntas (sudeste salteño), sur de Tarija y parte de la región de Atacama. No obstante, inició conversaciones con la Audiencia de Charcas para acordar un tributo en maíz y encontrar condiciones aceptables para ambas partes para recuperar la paz.
Sin confiar demasiados en el resultado de dichas conversaciones, en 1594, Viltipoco preparaba una sublevación general. Pero tomó una decisión fatal: demorar el inicio de la rebelión dado que era época de cosecha. Ese lapso de tiempo le permitió a una desesperada brigada española infiltrarse en territorio rebelde, detectar el lugar de descanso de Viltipoco y sus lugartenientes, atacar de noche por sorpresa y apresarlo en Purmamarca. Los mitos sobre los motivos de su caída indican una mezcla de traición, descuido y una astuta maniobra del contingente español que logró engañar a quienes estaban esa trágica noche.
Viltipoco luchó en inferioridad de condiciones y bajo el efecto de la sorpresa hasta caer herido frente al algarrobo que se encuentra frente a la iglesia y que, aún hoy, es lugar de encuentro y revitalización de la historia que se transmite de generación en generación. Esa misma noche fue trasladado a San Salvador de Jujuy donde permaneció unos días y luego llevado a una húmeda cárcel en Santiago del Estero donde murió rodeado de silencio y oscuridad.
Su ejemplo quedó indemne en las conciencias indígenas y en 1630 se produjo un nuevo levantamiento. Esta vez, conducido por Juan Chalimín al frente de los malfines, andalgaes, aconquijas, fiambalaos, famatinas, copayanes, pipanacos, paccipas, colpes, guandacoles, atiles, abaucanes, cachis, chicoanas, quilmes y calchaquíes. Los enfrentamientos duraron siete años en los valles de Catamarca, La Rioja, Tucumán y Salta. Finalmente, la superioridad militar de los españoles logró la derrota de los pueblos originarios, la captura de Juan Chalimín, su ejecución y descuartizamiento. Su cabeza fue expuesta en una pica exhibida en la plaza de la Ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja.
Historias pocos conocidas de líderes originarios que lucharon contra la dominación española y cuyas figuras siguen atravesando entre murmullos varias generaciones en nuestro noroeste para recordarnos que la derrota se puede asimilar y que entregarse a los poderosos es la ruina.
Salú Viltipoco, Juan Calchaquí, Silpitode, Juan Chalimín, Quipildor, Pedro Chumay, Utimpa!
Ruben Ruiz
Secretario General