Un médico que curó muchos corazones y entregó el suyo
Un día como hoy pero de 1923 nacía René Gerónimo Favaloro, cardiocirujano, educador, escritor e inventor argentino que desarrolló la técnica del bypass coronario mediante la utilización de la arteria mamaria interna y revolucionó el tratamiento de las enfermedades coronarias.
Nació en la ciudad de La Plata, más precisamente en el barrio “El Mondongo”. Hijo de Geni Ida Raffaelli, modista y de Juan Bautista Favaloro, carpintero. Inmigrantes italianos humildes, esforzados y honestos que sostenían la perseverancia y el esfuerzo como principios vitales. Cesárea, su abuela materna, fue su primera maestra en el vínculo con la naturaleza y el amor por su tierra.
Cursó los estudios primarios en la Escuela Nº 45 y la secundaria en el Colegio Nacional Rafael Hernández, uno de los cuatro establecimientos dependientes de la Universidad de La Plata. Posteriormente, ingresó a la facultad de Ciencia Médicas de la UNLP y, a partir del tercer, comenzó el practicantado (residencia) en el Hospital Policlínico, donde ingresaban los casos más complicados de la provincia de Buenos Aires. Fue una escuela de magnitudes impensadas. Adquirió un panorama de muchas patologías y tratamientos y definió su vida profesional.
Fueron dos años de aprendizaje continuo y esfuerzo tenaz. Además, se mezclaba con los alumnos del último año de la carrera y presenciaba operaciones de profesores como José María Mainetti o Federico E. B. Christmann de quienes aprendió las ansias de renovación y las técnicas que aplicaría en fu futuro como médico. En 1949 se recibió y accedió al cargo de médico auxiliar en forma interina en el mismo Hospital Policlínico. A los pocos meses fue convocado para comunicarle la designación como titular. Parecía que los planetas se alineaban. Sin embargo, el diablo metió la cola. En la ficha de confirmación al cargo se exigía que el profesional aceptara la doctrina gubernamental. Favaloro respondió que lo pensaría. No aceptó ser parte de ese mecanismo.
Al año siguiente recibió una carta de su tío que vivía en un pueblo de 3500 habitantes, Jacinto Arauz, provincia de La Pampa. En ella explicaba que el único médico del pueblo, Dardo Rachou Vega, estaba enfermo y debía realizar un tratamiento en la ciudad de Buenos Aires por lo que le pedía a su sobrino que lo reemplazara por unos meses. En mayo de 1950 Favaloro llegó al pueblo. Fue conociendo a los pacientes, en su mayoría obreros rurales, e incorporando las costumbres del lugar. A los pocos meses, el doctor Rachou falleció de un cáncer de pulmón y, entonces, se asentó en ese alejado lugar del sudeste pampeano. El 18 de noviembre se casó con su novia de la adolescencia, María Antonia Delgado, y comenzaron su vida en común en la interminable llanura.
Al poco tiempo, se incorporó su hermano médico, Juan José. Ambos, transformaron una vieja casona en un centro asistencial de 23 camas con el equipamiento acorde y cambiaron las coordenadas sanitarias de la zona. Casi desapareció la mortalidad infantil, la desnutrición y las infecciones que arreciaban durante los partos; además crearon un banco de sangre y enseñaron pautas para el cuidado de la salud a través de charlas comunitarias permanentes.
Fueron 12 años de práctica constante, en condiciones precarias y con alta dosis de eficacia.
Favaloro también realizaba cursos de capacitación en La Plata y seguía los adelantos técnicos mediante revistas especializadas. Se interesó en las incipientes intervenciones cardiovasculares y la cirugía torácica. Mascullaba cerrar la etapa de médico rural e incursionar en la especialización como cirujano. Con recomendaciones de sus profesores llegó a EE UU en 1962. Ingresó como residente en el servicio de Cirugía Torácica y Cardiovascular de la Cleveland Clinic y luego formó parte del equipo de cirugía. Al principio, se concentró en las enfermedades cardiovasculares y congénitas pero, de a poco, se interesó por las técnicas diagnósticas de enfermedades coronarias y vasculares graves y por el estudio de la anatomía de las arterias coronarias y su relación con el músculo cardíaco. Luego de su turno en la clínica, se pasaba horas repasando bibliografía y evaluando ensayos. Empezaba su carrera con la revascularización miocárdica.
En 1966 realizó la disección de las arterias mamarias internas, paso indispensable para efectuar el primer doble implante de arteria mamaria interna. Para ello, diseñó un estabilizador especial (popularmente conocido como estabilizador de Favaloro) que permitía separar los tejidos y visualizar la arteria mamaria en toda su extensión para facilitar su conexión a la arteria descendente anterior. Los resultados fueron mixtos. Mortalidad postoperatoria razonable con los pacientes con obstrucciones en la arteria derecha pero alta mortalidad entre los que padecían obstrucción del tronco de la arteria coronaria izquierda.
En 1967 varió su enfoque. Pensó en la oportunidad de utilizar la vena safena en cirugía coronaria. En mayo empleó, por primero vez, una vena tomada de la pierna del paciente para rodear una obstrucción de las arterias del corazón y restablecer completamente la irrigación sanguínea. Fue una revolución. La vida de los pacientes cambió en forma radical. Nacía el bypass coronario. Al año siguiente, perfeccionó el mecanismo de bypass de la arteria coronaria con injerto y luego realizó un bypass doble (arteria coronaria derecha y arteria descendiente anterior) que abrió las puertas para la realización de múltiples bypass. En 1970 se habían realizado 1.086 bypass de la arteria coronaria con injerto con una mortalidad de solo un 4.2%. La cirugía cardiovascular había dado un paso gigante.
No obstante, bullía en su cabeza la idea de replicar esta experiencia en su país. Habían sido diez años de interactuar con la élite de la cirugía cardiovascular y hacer su aporte. Era el turno del fin del mundo. En 1971 regresó a la Argentina y operó en el Sanatorio Güemes donde fue colega del doctor Luis de la Fuente, impulsor de la angioplastia con stent y medicamento, de la neoarteria y de las células madre. Con él discutió la idea de crear un centro de excelencia que combinara la atención médica, la investigación y la educación.
Así fue que en 1975, junto a otros colegas, creó la Fundación Favaloro que fue clínica y centro de capacitación. En el año 1980 fundó el Laboratorio de Investigación Básica (mantenido con dinero propio), dependiente del Departamento de Investigación y Docencia de la Fundación, que luego fue el Instituto de Investigación en Ciencias Básicas del Instituto Universitario de Ciencias Biomédicas. En 1992 se inauguró una entidad sin fines de lucro: el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro. Su lema fue: “tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico» y se especializó en cardiología, cirugía cardiovascular y trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, entre otras áreas. Finalmente, en agosto de 1998 nació la Universidad Favaloro. Velocidad crucero pero con el trasfondo de la economía argentina.
En 1984 también había sido convocado por el presidente Alfonsín para integrar la CONADEP. Sin embargo, presentó su renuncia in limine. Las razones nunca estuvieron claras. Se tejieron muchas versiones. Algunas razonables, otras contradictorias, otras criticables. Pero él jamás las aclaró.
Llegó el año 2000 y la Argentina estaba en crisis. La Fundación Favaloro no rechazaba a ningún paciente. La vida laboral interna estaba tensionada por la decisión innegociable de ofrecer prestaciones de máxima calidad a todos/as y la imposibilidad de hacer frente al pago total de salarios y de insumos. El PAMI y las obras sociales no cumplían con sus pagos y la deuda era de 75 millones de dólares. La situación era crítica. Solicitó reiteradas ayudas al gobierno nacional y nunca tuvo respuesta. Denunció en reiteradas oportunidades el pedido de coima de algunas obras sociales y pocos lo quisieron escuchar.
Acorralado y cansado de sentirse mendigo en su propio país, según sus propias palabras, ingresó al baño de su casa y se descerrajó un tiro en el corazón. Su Fundación quebraba. Sus deudores se escabullían y reaparecían sin pudor a la vista de todos. Su decisión fatal fue coherente con su ética.
Humilde, apasionado, disciplinado, estoico, polémico, inflexible con sus pares, antiperonista público, fanático de Gimnasia y Esgrima La Plata, médico siempre presente con los de abajo, docente campechano, heredero de la paciencia y el método artesanal del carpintero Trágicamente argentino.
Salú Favaloro!! Por tu intrepidez, por tu capacidad para curar, por tu sabiduría para aprender y enseñar, por tu honestidad brutal, por tu agónico final que aún hoy es una advertencia.
Ruben Ruiz
Secretario General