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Efemérides 13 de Agosto – Florence Nightingale

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La dama de la lámpara, precursora de la enfermería profesional moderna.

Un día como hoy pero de 1910 se despedía Florence Nightingale, especialista en estadística, escritora y enfermera británica que aplicó sus conocimientos y su capacidad organizativa para profesionalizar la enfermería. Fue la primera mujer admitida en la Real Sociedad de Estadística británica y miembro honorario de la Asociación estadounidense de Estadística.
Nació en 1820 en Florencia en el seno de una familia rica. Hija de Frances «Fanny» Smith y William Edward Shore, que adoptó el nombre y el escudo de armas Nightingale luego de recibir una herencia, y Durante su infancia vivió en el suroeste de Inglaterra y recibió de una institutriz su primera educación. Luego sus padres asumieron esa responsabilidad y la acercaron a las matemáticas, los clásicos, la Biblia, griego, latín, geografía y a las teorías políticas. Por otra parte, su madre la crió en la fe anglicana y la obligaba a concentrarse mayor tiempo en los quehaceres domésticos, tal el uso de la época. Florence se rebelaba. Se inclinaba por el estudio y las ciencias. Fueron años de tensión familiar.
Finalmente, venció en la disputa y comenzó a estudiar matemáticas, geometría y álgebra. Tuvo como tutores al matemático James Sylvester y al astrónomo Adolphe Quetelet. Al mismo tiempo, se relacionaba con intelectuales y reformadores sociales como Charles Dickens, John Stuart Mill, Benjamin Jowett y Harriet Marineau e iba perfilando su pensamiento filosófico y lógico. Su fe religiosa y la práctica de cuidar a familiares y amigos enfermos también influyeron en sus decisiones. Todos estos elementos fueron definiendo su vocación por la enfermería. Cuando lo comunicó, el asombro familiar fue mayúsculo. No condecía con lo que su familia esperaba de ella.
Sus padres le propusieron un periplo de viajes para que abandonara sus peregrinas ideas. Francia, Italia, Suiza, Alemania, Grecia, Egipto. Pero Florence aprovechó el viaje para reforzar sus ideas. En varias ciudades estudió los sistemas hospitalarios mientras perfeccionaba su estilo literario y consolidaba sus orientaciones filosóficas. A principios de 1850 inició su entrenamiento como enfermera en el Instituto de San Vicente de Paul en Alejandría, Egipto; meses después conoció el hospital del Pastor Theodor Fliedner de la comunidad luterana en Kaiserwerth, cerca de Dusseldorf, y quedó impresionada por su trabajo con enfermos y pobres.
Al año siguiente, recibió un curso de entrenamiento en enfermería durante tres meses en el Instituto para Diaconisas Protestantes de esa localidad y luego en un hospital en Saint Germain, cerca de París. De esa experiencia nació su primer libro La Institución de Kaiserswerth del Rin para el Entrenamiento Práctico de Diaconisas. En 1853 retornó a Inglaterra, trabajó como enfermera en el Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas en Londres y, al poco tiempo, asumió ad honorem el cargo de superintendente. Tenía sostén económico. Su padre había resuelto erogar una valiosa pensión de 500 libras anuales que le permitía vivir decorosamente y proseguir su carrera.
Ese año se desató la Guerra de Crimea entre el imperio ruso y el reino de Grecia, por un lado, y el imperio otomano, Gran Bretaña, Francia y el Reino de Piamonte y Cerdeña, por el otro. Fue un enfrentamiento territorial y religioso devastador. No solo por cuestiones bélicas sino por las bajas que producían el tifus, la fiebre tifoidea, el cólera y la disentería. La guerra se ganaba en el campo de batalla y se perdía en la retaguardia sin medicinas, médicos o enfermeras suficientes, plagada de heridos y muertos. Ante esas circunstancias, Sidney Herbert, secretario de Guerra y amigo de la familia Nightingale, solicitó ayuda a Florence para afrontar el desastre.
Florence entrenó personalmente a 38 enfermeras voluntarias y partieron hacia la zona de conflicto el 21 de octubre de 1854. Llegaron un mes después al cuartel de Selimiye, ubicado en el barrio asiático de Üsküdar, Estambul. Su cargo era Superintendente del Sistema de Enfermeras de los Hospitales Generales Ingleses en Turquía. El panorama era pavoroso. Suministros escasos, médicos sobrepasados, hacinamiento, higiene deplorable, infecciones comunes y fatales e indiferencia de los oficiales de la alianza militar. Pero había otros dos elementos nocivos: la ineficacia del control gubernamental y los prejuicios de los médicos militares.
El primer verano fallecieron en el campamento de Üsküdar 4077 soldados, el 70 % por enfermedades. Florence ejercitaba la paciencia ante el ninguneo de sus colegas varones y la perspicacia para listar las necesidades. En 1855 el gobierno británico envió una comisión sanitaria que corroboró las evidencias comunicadas por ella. Su autoridad creció. Suprimió las camas compartidas por soldados con ropas sucias, montó una cocina para dar de comer a 800 heridos y una lavandería donde se desinfectaba la ropa, repartió 10.000 camisas entre los pacientes que consiguió de donaciones y aportes propios, consiguió ropa de cama, ordenó limpiar los vertederos contaminantes y mejoró la ventilación, el suministro de agua potable y las condiciones de los improvisados quirófanos, organizó un registro de datos y demostró que las muertes disminuían con la mejora de los métodos sanitarios.
La mortalidad decreció notablemente y emergió la atención personalizada. Cuando los médicos se retiraban, ella visitaba a los pacientes con una luz mortecina, daba ánimo a los heridos, explicaba, calmaba a los desesperados, recolectaba información médica. Así nació su alias «la dama de la lámpara».
Hubo otra heroína, socia de Florence a la distancia, que la historia oficial se encargó de ocultar: Mary Seacole, una enfermera autodidacta, hija de un soldado escocés y una curandera jamaiquina, que se había presentado en la Oficina de Guerra como voluntaria pero había sido rechazada. Era negra. No se amilanó. Pagó su pasaje, viajó a Turquía e instaló el British Hotel en Kadikoi, cerca de Balaclava, donde se encontraba otro campamento militar. Curó heridos, estuvo en el campo de batalla, recorrió las trincheras repartiendo medicamentos, alimentos, té y tabaco. La conocían como “Madre Seacole”.
Antes del regreso apoteósico de Florence a Gran Bretaña, se realizó una asamblea pública para reunir fondos como homenaje a su trabajo. El éxito de la colecta determinó la creación del Fondo Nightingale para la capacitación de enfermeras. En 1859 contaba con 45.000 libras que Florence destinó a la creación de la primera escuela de enfermería laica en el mundo, la Escuela de Entrenamiento Nightingale en el hospital Saint Thomas (actualmente Escuela Florence Nightingale de Enfermería y Partería). Las primeras enfermeras entrenadas comenzaron a trabajar en 1865 en la Enfermería Liverpool Workhouse. Se diseminaban las enfermeras profesionales y mejoraba la salud pública.
Publicó Notas sobre Enfermería: Qué es y qué no es, que comenzó como una guía de cuidados a domicilio y terminó siendo una base del programa de estudios y una introducción clásica a la enfermería; Notas sobre Hospitales, un tratado sobre la correlación entre las técnicas sanitarias y las instalaciones médicas, y Notas sobre la enfermería para las clases trabajadoras. Descubrió que los soldados de entre 25 y 30 años en tiempos de paz duplicaban la tasa de mortalidad de los civiles. Escribió Notas en cuestiones que afectan la salud, la eficiencia y la administración hospitalaria del ejército británico y presionó a los gobiernos y a la reina para concretar reformas sanitarias en los hospitales militares. Su caso base fueron las tropas coloniales apostadas en India. Tuvo razón. Las muertes bajaron de 69 a 19 por mil en pocos años.
Demostró que los fenómenos sociales pueden someterse al análisis matemático y con esos resultados impulsó cambios sociales en una sociedad conservadora. Fue muy creyente pero supo que la cura de los enfermos dependía de la observación, la destreza práctica, la formación y la experiencia. Enfrentó críticas por eso y los errores de apreciación que cometió fueron exagerados por sus opositores, pero generó una corriente en la salud pública irrefrenable y sostenida.
Luchó por algunos derechos concretos de la mujer. Por su autodeterminación, contra la extendida pretensión familiar de los casamientos por conveniencia económica, contra la presión hacia las mujeres respecto al trabajo doméstico y el rol exclusivo de madres que invalidaban su vida social.
Salú Florence! Por tu decisión para enfrentar los límites morales, religiosos y costumbres ancestrales y fundar la enfermería profesional que irrumpió como pilar indispensable de la salud pública.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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