El viajero que definió con precisión a los astros y los fenómenos naturales que se movían a su alrededor
Un día como hoy pero de 1048 se despedía Abu’r-Raihan Muhammad ibn Ahmad al-Biruni, El Maestro. Trotamundos, matemático, astrónomo, geógrafo, botánico, geólogo, historiador, poeta, filósofo, físico y farmacéutico persa. Políglota consumado, escribía en persa y árabe y hablaba y comprendía griego, hebreo, siríaco, turco, bereber y sánscrito, entre otros idiomas.
Una eminencia de la cultura islámica medieval.
Nació en 973, en Kath, región de Khwārazm (Corasmia), actual Uzbekistán. Parte de la épica Ruta de la seda. Era una época de inestabilidad constante, guerras permanentes y conflictos internos en el islam. Pero también una etapa en el cual se impulsó el estudio y la investigación, especialmente la astronomía y las matemáticas.
Al-Bīrūnī vivió durante 25 años en la región de Khwārazm donde estudió gramática, matemáticas, astronomía, medicina, jurisprudencia islámica, teología, filosofía y se introdujo en el campo de la física. A los 17 años calculó la altitud de su ciudad natal (en base a sus cálculos sobre la altitud máxima alcanzada por el Sol) y a los 22 años desarrolló un método para proyectar un hemisferio en un plano. Residió en Rayy, cerca de la actual Teherán, en 995 se mudó a Bujará y, tres años más adelante, ingresó a la corte del emir de Tabaristán, Shams al-Mo’ali Abol-Hasan ibn Ghaboos Wushmgir.
En esa época registró un método para escribir cronológicamente el paso del tiempo, inició sus estudios sobre el sistema decimal y escribió su primera obra importante: Cronología de las antiguas naciones o Vestigios del pasado, según las traducciones. Fue discípulo del matemático Abu Nasr Mansur y mantuvo una intensa relación epistolar con el filósofo y médico Avicena -con quien sostuvo una disputa científica sobre la naturaleza de la luz y el calor- y con el historiador y filósofo Ibn Miskawayh.
En 1017 fue designado astrólogo de la corte del sultán Mahmud de Ghazni, gobernante del imperio gaznaví (que abarcaba el actual Afganistán y parte de Irán, Uzbekistán, Tayikistán, Paquistán y noroeste de la India). Según algunos historiadores, la relación con el sultán nunca fue buena, recibió un trato cruel y su primera estadía se circunscribió a la ciudad de Ghazni. No obstante, acompañó al sultán en sus campañas militares a la India como asesor en geografía y astrología.
En ese periplo tuvo mayor movilidad. Recorrió ríos, costas, valles y montañas. No se especializó en descripciones militares o políticas. Prefirió el trabajo antropológico. La vida civil y académica, la cultura, costumbres, religión. Aprendió sánscrito y prácrico, exploró la historia, la geografía rural, la geología, el uso de las matemáticas y de la gramática, profundizó sus estudios sobre datos astronómicos. Recopiló información sobre el sistema de castas, el matrimonio, ritos, celebraciones y festivales, gastronomía, la importancia del cero, constantes matemáticas que aproximaban al número π (nuestro emblemático Pi), teorías y leyendas referidas al tiempo y al universo, supersticiones, reglas del ajedrez.
Así nació su obra más famosa: Verificación de todo lo que los indios cuentan: lo razonable y lo irrazonable (o, simplemente, Crónicas de la India), producto de sus años de observación en ese subcontinente. Fue una detallada y precisa descripción de un mundo enorme, atravesado por la ciencia y el misterio y con una definición del medio rural que aún hoy es actual.
En 1037 publicó El canon Mas’udi, recopilación de conocimientos existentes y en el que desarrolló nuevas técnicas algebraicas para solucionar ecuaciones de tercer grado, definiciones sutiles sobre el apogeo solar y el movimiento de precesión (como el de los trompos), descripciones de los eclipses y sobre sistemas aplicados para mejorar el uso de resultados astronómicos tabulados, descubrió el concepto de gravedad específica por el cual definió que existían tierras más lejanas, calculó el radio de la esfera terrestre con un error menor al 1% del valor promedio que se acepta en la actualidad.
Respecto a las matemáticas escribió pequeñas obras con aportes sobre la regla de tres, la suma de series, los números irracionales, la teoría de los cocientes numéricos, métodos de resolución de ecuaciones algebraicas, el análisis combinatorio, la trisección del ángulo, entre otras cuestiones.
En Elementos de astrología aprovechó la popularidad de esa ciencia-creencia para impulsar la enseñanza de matemática elemental, de la cronología y de la geografía. En Libro exhaustivo sobre astrolabios, una descripción impecable sobre su construcción y uso, investigó sobre el posible movimiento de la Tierra y proyecciones estelares.
Su obra maestra en geografía fue Determinación de las coordenadas de lugares para la corrección de distancias entre ciudades. Utilizó sus saberes matemáticos para definir lo necesario para determinar longitudes y latitudes en el terreno, se enfrentó duramente a los eruditos religiosos que no comprendían cuestiones de exactitudes y avalaban las nociones místicas, pero tuvo la suficiente habilidad como para presentarlo como un requisito básico para determinar la ubicación de La Meca y precisar el momento de las cinco oraciones diarias. Además, incluyó cuestiones incisivas para la época como la formación de las montañas y explicó la existencia de fósiles como evidencia de que una parte del planeta había estado bajo el agua. Una novedad para esos momentos.
En El libro más completo en conocimiento sobre piedras preciosas versó sobre metales preciosos y aprovechó para describir la posición de la humanidad en la naturaleza, el medio social y la necesidad colectiva de establecer sistemas económicos. La publicación de Densidades implicó su incursión en el campo de la física. Registró la densidad y peso de diversos metales, líquidos y gemas y los instrumentos pertinentes para las mediciones en cada caso y, además, impulsó la introducción al método científico al unificar conceptos de estática y dinámica en la mecánica y de hidrostática y dinámica.
En lo referido a farmacología, su obra más completa fue Libro de la Farmacopea de Medicina, en la que describió los medicamentos de la época con sus respectivas acepciones en siríaco, persa, griego, baluchi, afgano, kurdi y otros idiomas de la India y escribió sobre la importancia de la precisión en el lenguaje para identificar las drogas.
Hasta sus últimos días continuó escribiendo. Se centró en la filosofía -tradujo las obras del sabio indio Patanjali-, la astronomía, la farmacología, la botánica y la mineralogía. Un todoterreno.
Inquieto, curioso, ácido, observador, sabio olvidado por Occidente, concreto. Un cinco con toda la cancha en la cabeza y habilidad para tocar de primera.
Salú Al-Bīrūnī!! Por tu sabiduría, por tu capacidad para recopilar conocimientos de medio mundo, por tu talento para explicar los fenómenos que te rodeaban y por tu inteligencia para introducir temas esenciales de la vida cotidiana unidos a los conceptos científicos.
Ruben Ruiz
Secretario General