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Efemérides 13 de Octubre – Dame Jean MacNamara

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Científica clave para derrotar a la poliomielitis

Un día como hoy pero de 1968 se despedía Annie Jean Macnamara, médica e investigadora australiana, cuyo trabajo contribuyó al desarrollo de la imprescindible vacuna contra la polio y que se constituyó en precursora del tratamiento de diversas formas de parálisis.
Nació en 1899 en la ciudad de Beechworth, estado de Victoria. Segunda hija del matrimonio formado por Annie Fraser practicante presbiteriana y John MacNamara, secretario de los tribunales de Victoria y católico practicante. La cruza de creencias le permitió adquirir rasgos que impactaron en su vida futura: participativa, responsable, impetuosa, decidida y directa. En 1907 se mudó con su familia a la ciudad de Melbourne. Cursó sus estudios primarios en la Escuela Estatal Spring Road de Malvern, en las afueras de la ciudad. Obtuvo una beca para cursar el secundario en el Colegio Presbiteriano de Damas donde se convirtió en la editora de la revista escolar “Patchwork” y a los quince años recibió el premio a la excelencia académica.
Impactada por las consecuencias atroces de la Primera Guerra Mundial decidió que debía “ser alguien de utilidad en el mundo”. Así, a los diecisiete años ingresó en la Universidad de Melbourne y se inclinó por estudiar medicina. Se graduó en 1922 y alcanzó los títulos de Médica Bachiller y Licenciada en Ciencias especializada en Cirugía y Anatomía. Fue una cohorte excepcional en la que también se graduaron la pediatra Kate Isabel Campbell, el biólogo Frank Macfarlane Burnet, la hematóloga Lucy Meredith Bryce y la cirujana Jean Littlejohn.
Inmediatamente, obtuvo la beca Beany e ingresó como oficial médica residente en el Hospital Real de Melbourne. Al año siguiente fue designada como médica residente en el Hospital de Niños de Melbourne. Durante su residencia se produjo una devastadora epidemia de poliomielitis y enfocó sus esfuerzos en encontrar la manera de erradicar esa enfermedad que devoraba el sistema nervioso y afectaba principalmente a niñas y niños y también en cuidar en forma eficaz a sus pacientes.
Al mismo tiempo comenzó a ejercer en el sector privado, fue designada consultora y médica responsable del Comité de Poliomielitis de Victoria y ejerció como asesora honoraria sobre polio ante las autoridades oficiales de Nueva Gales del Sur, Australia Meridional y Tasmania. Trabajó en forma conjunta con sus colegas Frank Macfarlane Burnet y Frederick Grantley Morgan y sus ensayos la impulsaron a poner en marcha una terapia de inmunización pasiva con suero inmunológico humano en pacientes que se encontraban en la etapa preparalítica.
Era un método de difícil aplicación pero convencida de su valor práctico publicó y defendió sus resultados en las publicaciones científicas australianas y británicas. Tuvo un contrincante académico que refutó su uso debido a los desalentadores resultados obtenidos. Fue William Hallock Park, bacteriólogo y director de laboratorio de la Junta de Salud de la Ciudad de Nueva York que la criticó en forma persistente. MacNamara advirtió las deficiencias determinantes en el procedimiento realizado por sus colegas estadounidenses. De hecho, la eficacia de su método eficacia nunca fue refutada. Pero fue poco escuchada y su uso masivo no fue adoptado. En Australia se continuó utilizando en forma privada con éxito.
Continuó sus investigaciones junto al biólogo Frank Macfarlane Burnet y en 1931 realizaron un descubrimiento decisivo para la generación de una futura vacuna contra la polio: existía más de una cepa del virus de la polio. Fue una información clave para direccionar las investigaciones contra el poliovirus que publicaron ese año en el British Journal of Experimental Pathology y que más tarde derivó en el primer intento de vacuna producido por la viróloga estadounidense Isabel Morgan en 1948, la vacuna de notable efectividad contra la polio de virus muertos generada por el equipo del investigador de Jonas Salk en 1955 y luego mejorada por el virólogo polaco Albert Sabin con virus vivos atenuados en 1962.
En esos años obtuvo una beca Rockefeller para estudiar ortopedia en Inglaterra y Estados Unidos. A su regreso se casó con el dermatólogo Joseph Ivan Connor con quien tuvo dos hijas. Comenzó, entonces, una etapa dirigida a la rehabilitación y a métodos de cuidado de personas discapacitadas por efecto de la polio. Consiguió el primer respirador artificial en Australia que permitió un alivio respiratorio para los pacientes que sufrían las consecuencias de la polio sobre los músculos del pecho y la garganta.
Introdujo nuevos enfoques sobre la rehabilitación y trabajó con los propios pacientes y los fabricantes de férulas para producir ingeniosos dispositivos. La idea madre consistía en entablillar la parte paralizada del cuerpo hasta que el nervio dañado se recuperara y, con paciencia y tiempo, se “reeducaran” los músculos.
No solamente trabajó con pacientes afectados por la polio. También intervino en el tratamiento y rehabilitación de enfermos por envenenamiento de plomo y parálisis cerebral. Presionó y logró que se abriera el primer centro para niñas y niños con parálisis espástica en Australia, más precisamente, en el Hospital Real de Niños. En paralelo, fundó una clínica donde trataban a diario a niñas y niños en forma integral: también les daban de comer y se ocupaban de regresarlos a sus domicilios.
En la década del ’50 Australia sufrió la aparición de una plaga de conejos salvajes que destruían cultivos, erosionaban el suelo y amenazaban a otras especies nativas. La Universidad de Princeton en EE UU estaba estudiando la acción del virus mixoma que atacaba a los conejos y MacNamara propuso usar ese virus para aplacar la superpoblación conejil. Los primeros ensayos no dieron los frutos esperados (el virus no se propagó) pero la científica insistió con ese método de control biológico y, finalmente en 1951, se logró que el virus se expandiera y se alcanzara una reducción importante del número de conejos salvajes.
En el otoño de 1968 una enfermedad cardiovascular ganó la batalla mientras vivía en South Yarra, suburbio sureño de Melbourne.
Luchadora incansable contra un virus que produjo terror en el mundo, sensible a la dolencia de los pacientes e innovadora en la investigación y en los métodos de mitigación del dolor y el sufrimiento y de rehabilitación, defensora de los/as discapacitados y de su posibilidad real de inserción social cuando la mayoría los miraba de reojo o, directamente, no los miraba.
Salú Annie Jean MacNamara!!

 

Ruben Ruiz
Secretario General 


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