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Efemérides 14 de Diciembre

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Nostradamus

Un día como hoy pero de 1503 nacía Michel de Nôtre-Dame, astrólogo, farmacéutico, entendido en las artes de la medicina y la filosofía y adivino francés que se constituyó en un personaje muy famoso en Occidente por sus predicciones sobre el futuro cercano y lejano.
Algunos de esos hechos que supuestamente anticipó en sus escritos fueron el incendio que devastó Londres en 1566, el asesinato en 1610 de Enrique IV de Francia, la abolición de la monarquía francesa, la coronación de Napoleón Bonaparte, el uso de gases tóxicos y de la artillería de larga distancia en la Primera Guerra Mundial, el viaje de Lenin en un tren blindado para liderar la Revolución bolchevique, el ascenso de Adolf Hitler al poder, el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, la muerte repentina y sospechosa del papa Juan Pablo I que significó un pontificado de menos de un mes, el ataque a las Torres Gemelas en Nueva York, entre otros.
Nació un mediodía en Saint-Rémy, región de Provenza, Francia. Hijo de Renata de Saint-Rémy y de Jacobo de Nostredame y Reynière, escribano (notario) de la ciudad. Nieto de sabios en matemáticas y en medicina que le transmitieron sus conocimientos y el de sus antepasados. Descendía de una familia judía, de la tribu Isacar (entre cuyos integrantes abundaron los adivinos) que se convirtió al catolicismo bajo amenazas al final del siglo XV.
Su primera educación estuvo a cargo de su bisabuelo materno. Desde joven aprendió el uso del astrolabio, a determinar la ubicación de las estrellas, a elaborar pociones medicinales. A los 15 años ingresó en la universidad de Aviñón para estudiar bachillerato. Al final del primer año aprobó el trívium (unión de tres materias básicas en la educación de su época: gramática, lógica y retórica) pero una peste obligó al cierre de la institución. Se trasladó a Montpellier e ingresó a la universidad para estudiar medicina. Fue expulsado por trabajar de farmacéutico (el trabajo estaba prohibido para los estudiantes) y finalizó el bachillerato recién en 1525.
En esa época apareció un brote de peste bubónica en la ciudad que lo obligó a emigrar no sin antes inventar un compuesto preventivo que tuvo razonable éxito para combatir la epidemia. Viajero curioso, errante consuetudinario, memorioso inefable, poseedor de raras facultades adivinatorias exhibidas públicamente en dosis medidas que incrementaban su fama.
Durante esos viajes asistió a numerosos enfermos mediante la confección de dietas alimentarias adecuadas, imposición de la vestimenta de cama, normas de higiene sanitaria en las instalaciones y el uso del agua limpia. Y tuvo contactos clandestinos con doctores, alquimistas, cabalistas y místicos renacentistas que le sumaron conocimientos alternativos.
En Génova ocurrió un hecho curioso. Junto a otros caminantes, se encontró con un un humilde monje franciscano cuyo nombre era Felice Peretti. Asombrando al resto de los viajeros, se arrodilló ante él y explicó: «No hago otra cosa que rendir el debido respeto a Su Santidad». Años después, Peretti sería ungido en el trono pontificio bajo el nombre de Sixto V.
En 1531 fue invitado al pueblo de Agen por el médico Giulio Cesare Scaligero. Allí, se casó con una mujer, cuya filiación está en disputa. Algunos argumentan que fue Anna de Cabrejas y otros que se trató de Henriette d’Encausse. Con una de ellas tuvo dos hijos. En 1537 murieron los tres a causa de la peste. A pesar de sus conocimientos, no pudo detener la tragedia familiar.
Finalmente tuvo un entredicho con su médico amigo y los curas solicitaron que se lo enfrentara a la Inquisición en Toulouse. Huyó sigilosamente. Reapareció en Marsella. Trabajó de farmacéutico y perfumista. Hasta que apareció la desconocida epidemia del “carbón provenzal”. Las víctimas ennegrecían atravesados por terribles dolores. Entonces, inventó un compuesto de resina de ciprés, ámbar gris y jugo de pétalos de rosa que debían recogerse en canastos cada madrugada. El fármaco funcionó y cortó el contagio. Su fama creció. Fue top.
Al año siguiente, se instaló en Salon-de-Crau, en Aix-en-Provence. Se aquerenció en una casa modesta, abrió su consultorio y atendió a centenares de pacientes que buscaban sus pociones y compuestos. Uno de los brebajes más solicitados era el que “curaba” la esterilidad. Una mezcla de orín de cordero, sangre de liebre, pata izquierda de comadreja sumergida en vinagre fuerte, cuerno de ciervo pulverizado, estiércol de vaca y leche de burra. Muy heavy…
En 1547 se casó con Anne Ponsarde Gemell, viuda con fortuna. Se alejó de la medicina y se acercó al ocultismo. En 1550 publicó un almanaque, un horóscopo con sugerencias bajo el seudónimo de Nostradamus. Nacía la leyenda. El éxito fue tal que inició su publicación anual.
En 1555 decidió compilar sus escritos en un libro que llamó Las profecías, en forma de redondillas (estrofa de cuatro versos de arte menor) que se conocieron como centurias. Llegó al número de 942. Eran enigmas y pronósticos en verso escritos en un lenguaje hermético y ambiguo, sin orden cronológico que abarcaba un período de tiempo con final en el año 3797.
Nostradamus sabía que su publicación le traería problemas con la Iglesia. De hecho fue acusado de hereje y que sus poemas contenían información suministrada por el demonio. Por esa razón, utilizó juegos de palabras y mixtura de idiomas: griego, latín, provenzal, italiano, hebreo, árabe. No zafó de la persecución de la curia pero la neutralizó con el halo de misterio que le imprimió a su obra, que expandió su popularidad y originó diversas interpretaciones.
El contexto histórico también favoreció a la difusión de su obra. Las angustias y temores producidos por las crisis recurrentes ocurridas durante el siglo XVI fueron un piso propicio. Pandemias, hambrunas, sequías, inundaciones, guerras interminables, terremotos, reinados crueles, rupturas de lealtades, numerosos desastres naturales especialmente en Europa.
Es probable que la intención de Nostradamus no fuera la descripción de un clima de tragedia perpetua. Quizás su propósito fuera alertar a los europeos sobre lo mal que vivían. Advertir a los cristianos sobre la gravedad de sus enfrentamientos por diferencias confesionales, a la pulsión sostenida por imponer su búsqueda de la verdad y perseguir o matar por esa razón.
No lo sabemos. Solo percibimos que tuvo un empeño fenomenal en describir escenarios que asustaran por su espesura y oscuridad ante una sociedad europea cuya violencia y práctica fratricida se verificaba en la vida cotidiana. El lenguaje intencionadamente críptico sostenía la pretensión de generar diversas interpretaciones, algunas contradictorias, que influyeran sobre un modus operandi cruel que imperaba en el viejo mundo y estaba naturalizado por los pueblos. El uso de anagramas, apócopes y metáforas abonaba la atracción con el lector/a.
Su trabajo investigativo fue profuso. Creó paráfrasis de antiguas profecías bíblicas, abrevó en el Mirabilis Liber (recopilación en latín de varias predicciones, muy popular en la época), utilizó la bibliomancia (método de adivinación que implicaba abrir al azar una página de un libro e interpretar su contenido adaptándolo al momento de su lectura), se zambulló en escritos de historiadores como Tito Livio o Plutarco, de cronistas medievales como Jean Froissart y unió algunas de sus predicciones a personajes militares o políticos como Sila o Cayo Mario.
Escritura confusa, apocalíptica, intergeneracional, con tintes proféticos, sin base científica. En todo caso, otro posible objetivo fuera que los hechos futuros encajaran en sus profecías y no al revés. Un juego concienzudo y sin tiempo que tuviera posibilidades de concreción futura.
Al final de la primavera de 1566 perdió la batalla contra una insuficiencia cardíaca, la artritis y una gota que degeneró en edema cardiopulmonar.
Polémico, erudito, mezcla de mago y terapeuta medieval; profeta para algunos, encantador de serpientes o manipulador de generalidades con amplias posibilidades de encuadrar en algún acontecimiento posterior para otros. Un personaje singular para dialogar en el asfalto…
Salú Nostradamus!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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