El héroe negro del jazz, olvidado en Argentina
Un día como hoy pero de 1980 se despedía Oscar Marcelo Alemán, guitarrista, cantante, compositor y showman argentino que innovó el jazz con su guitarra voladora y sus interpretaciones inigualables.
Nació en 1909 en la localidad de Machagai, provincia de Chaco. Cuarto de siete hijos de la pareja formada por la pianista de origen kom Marcela Pereira y el guitarrista uruguayo Jorge Alemán Moreira. A los seis años ya integraba el “Sexteto Moreira”, junto a sus padres y a tres de sus hermanos. Era un conjunto de música folklórica y danzas nativas donde Oscar bailaba malambo y cantaba breves canciones.
En esos años probaron suerte en Buenos Aires. Tocaron en el Parque Japonés, en el Teatro Nuevo (hoy, General San Martín) y en el Luna Park, donde Oscar ganó un concurso de malambo. Pero no hubo continuidad y pegaron la vuelta. La estadía duró poco tiempo. La economía familiar era precaria y su padre decidió intentar una mejora económica. Partió con sus hijos mayores hacia Brasil en busca de trabajo. La suerte no los acompañó y la tragedia se instaló en la familia.
La madre de Oscar falleció en Argentina, sus hermanos menores fueron alojados en un orfanato, su padre no soportó la amargura y se suicidó y sus hermanos residentes en Brasil tomaron diferentes rumbos. “Oscarzinho”, así lo llamaban los vecinos, quedó varado y en soledad en la ciudad de Santos, tan solo con diez años.
Durmió en los bancos de una plaza céntrica, lustró zapatos, abrió las puertas de los autos que arribaban al cabaret “Miramar” y recibió ayuda y alimentos de los comerciantes que lo conocían. De la necesidad hizo una virtud. Ahorró pequeñas cantidades de dinero que dejaba en custodia de un amigo con el objetivo de comprarse un instrumento musical. Había descubierto el cavaquinho, pequeña guitarra de cuatro cuerdas cuyo sonido le encantaba. Acordó con un luthier un precio “de amigo” y lo adquirió. Se iniciaba una historia que le salvaría la vida y el jazz agradecería.
Casi por azar, comenzó a dormir en los fondos del cabaret. Conoció artistas, practicó con su cavaquinho y demostró sus dotes de bailarín y su comicidad. Comenzó a actuar en pequeñas tabernas y conoció a un personaje clave: Gastón Bueno Lobo, guitarrista que introdujo el banjo y la guitarra hawaiana en Brasil. Ayudó a Oscar a dominar el instrumento e introducirse en el arte musical. Tocaban choros, baiones, sambas, boleros, algún que otro tango. Se codearon con músicos como Pixinguinha, Joâo Pernambuco, Canhoto y Oscar tuvo su primera aproximación con el jazz. Giraron por Bahía y Pernambuco, donde los contactaron el actor Pablo Palitos que les propuso trabajar en Argentina.
Así fue. En 1925 pisaron suelo porteño. En poco tiempo se hicieron conocidos. Tocaban foxtrot, boleros, tangos, rumbas. Oscar despuntaba con sus primeros solos y su estética de showman. Más adelante formaron un trío con el violinista Elvino Vardaro y grabaron estupendas versiones de “Recóndita”, “Página gris”, “El presumido” y “Guitarra que llora”, con música de Alemán y Gastón Bueno, letra de Enrique Cadícamo e interpretada con guitarras hawaianas.
En 1928 conocieron al bailarín de tap Harry Flemming quien les propuso realizar una gira por Europa. Al año siguiente debutaban en el Viejo Continente. Berlín, Amsterdam, París, Roma, Atenas, Lisboa, Barcelona, Madrid los aplaudían. Oscar mejoró su zapateo, sus dotes histriónicas, el dominio del portugués y el francés, perfeccionó su estilo jazzístico y el manejo de otros instrumentos musicales. En 1931 se terminó el contrato. Oscar se quedó en Madrid. Bueno Lobo partió a París y luego a Brasil. Estaba enfermo desde hacía meses y tomó una decisión dramática. Se suicidó. “Esta vez me quedé huérfano y solo, en forma definitiva”, confesaría tiempo después Oscar Alemán.
En 1932 fue convocado por Josephine Baker para tocar en su orquesta. Sabía que el argentino era un excelente músico de jazz, cantaba en tres idiomas, tocaba la guitarra hawaiana, el contrabajo, la batería, el cavaquinho, el pandeiro, las maracas, bailaba rumba.
Momento cúlmine del jazz y el varieté en París. Oscar estaba en su salsa. En poco tiempo fue director de la banda, incorporó el sonido universal de la guitarra en el swing jazz, compitió con el Quinteto del Hot Club de Francia, liderado por el genial guitarrista gitano Django Reinhardt, grabó con Freddy Taylor & His Swing Men From Harlem las formidables versiones de “Blue Drag” y “Viper’s Dream”, luego con el trompetista Bill Coleman grabó “Joe Louis Stomp”, en homenaje al gran boxeador estadounidense, formó el “Oscar Alemán Trío” con John Mitchell y Wilson Myers, giró por toda Europa y, el mito murmura con una sonrisa cómplice, que fue amante de Josephine.
La fiesta cultural y el trabajo continuo se terminaron en 1940. Los nazis ocuparon París. Unos soldados lo trompearon brutalmente en la calle y mataron a su pero “Pac”. Negro y músico de jazz. No eran las coordenadas acertadas para sobrevivir a la barbarie parda. El consulado argentino lo salvó y lo repatrió. No obstante, al llegar al límite entre Francia y España, los guardias fronterizos le robaron su único capital: dos hermosas guitarras “National”.
El 24 de diciembre llegó al puerto de Buenos Aires con 84 pesos. La escena musical estaba copada por el tango. Rápidamente, armó su “Quinteto de Swing” junto a Darío Quaglia en segunda guitarra, Andrés Álvarez en bajo, Hernán Oliva en violín y Ramón Caravaca en batería. Interpelaron el gusto musical de la ciudad y anotaron su primer éxito, “Rosa madreselva”. Tocaron en “Gong”, “Richmond Suipacha”, la confitería “Adlon”, el Teatro Casino, rompió récords de audiencia en “Noches brillantes de Palmolive” por Radio Belgrano y retornó a las grabaciones con el sello Odeón.
Una perla de la época: la versión de “Sweet Georgia Brown”.
Sus shows competían de igual a igual con los que brindaban las orquestas de Troilo, Pugliese o D’Arienzo. Como parte de su intensa búsqueda musical, la banda incorporó más músicos e incursionó en la milonga, el cha cha cha, el son cubano, la rumba. Otro golazo.
Se había casado con la actriz Carmen Vallejos. Tuvieron una hija, India, y se sumó Selva, una hija del matrimonio anterior de su esposa, que adoptó el apellido artístico de Oscar, su segundo padre. La relación se desgastó y a finales del ’50 se separaron, lo que produjo una profunda depresión al músico. Se aisló en su departamento de Maipú y Corrientes y solo se dedicó a la enseñanza privada.
Retornó en 1971 en un triunfal recital que dio con sus alumnos. Luego grabó Alemán’72 con Walter Malosetti, Johnny Quaglia y Aníbal Fuentes en guitarras, Jorge González en bajo y Norberto Minichillo y Néstor Astarita en baterías. Más tarde, con el clarinetista Jorge Anders y su orquesta y, finalmente, grabó _Si…Otra vez! _, un nuevo despliegue de swing como en sus mejores momentos.
Nunca supo leer ni escribir música. Rasgueaba sin púa. A veces tocaba con la guitarra en la espalda y no pifiaba una sola nota. Era todo talento genético. Armonía innata, improvisación en plenitud, swing al palo, tangos canyengues, negritud rítmica sin escalas.
Salú Oscar! Por tu tenacidad para superar las situaciones límites, por tu ritmo endemoniado y tu destreza imbatible, por tu musicalidad todoterreno.
Ruben Ruiz
Secretario General