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Efemérides 15 de Abril – Abigail Mejía

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Pionera del feminismo dominicano y de la fotografía con mirada de mujer

Un día como hoy pero de 1895 nacía Ana Emilia Abigaíl Mejía Soliere, escritora, fotógrafa, educadora, biógrafa, sufragista y luchadora por el reconocimiento de los derechos de la mujer dominicana, pionera del feminismo y del arte fotográfico en su país.
Nació en Santo Domingo, capital de República Dominicana. Hija de Carlota Solière de Wint y de Juan Tomás Mejía Cotes. El matrimonio se separó en 1904 y su padre falleció dos años después. Cursó sus estudios primarios en el Liceo Dominicano y en el Instituto de Señoritas Salomé Ureña de Henríquez y en 1908 se mudó con su familia a España
Primeramente recalaron en el municipio valenciano de Vinaròs y luego se aquerenciaron en Barcelona. Estudió en el colegio de la Compañía de Santa Teresa de Jesús y luego en la Escuela Normal de la capital catalana en la que tuvo como docente a María Montessori y en donde se graduó como Maestra Normal de Segunda Enseñanza. También estudió en Paris durante un tiempo. Trabajó como profesora en San Feliu de Llobregat y en el Colegio Ibérico de Barcelona y despuntó el vicio por la escritura y la fotografía para describir y congelar en imágenes sus viajes relámpagos por diferentes ciudades europeas.
En 1919 publicó sus crónicas en la revista “La cuna de América” en las que narró su periplo hasta llegar a Barcelona pasando por los puertos de Cádiz y La Coruña. Tiempo después publicó sus crónicas de viaje y sus notas de opinión en la revista “El Hogar y la moda”.
Su vida en Europa era contemporánea a la invasión yanqui a la República Dominicana ejecutada en 1916 (que había comenzado un año antes en Haití) y Abigail Mejía no sería neutral. Comenzaba la “diplomacia del dólar”. Ocupación militar, mucho palo y poca zanahoria que duraría hasta 1924. Sus notas de opinión tenían la intención de generar una red transatlántica de solidaridad y difundir la situación en que se encontraba su patria y su pueblo. Se publicaron en “La Vanguardia”, “El día gráfico” y “Hojas Selectas” donde publicó su cuento “El cuento del tío Samuel”, con un subtítulo poco sugestivo “Historia americana muy verídica”.
Entre 1919 y 1921 regresó a su país. De esa época son sus poemas “Canto a la Raza” y “Canto a Santo Domingo”, ambos considerados símbolos del patriotismo dominicano. El director del semanario “La Conquista”, le solicitó un texto sobre la actitud de que debía tomar la mujer dominicana ante la Intervención. Su respuesta se tituló “Una Opinión” en la que abandonó la denuncia en tono de parodia y la sustituyó por un tono epopéyico acorde a la necesidad del momento y a la posibilidad que se abría a las mujeres para aportar a la lucha contra el invasor.
Después de su nueva partida a Barcelona se publicó un texto en modo manifiesto que tituló “Volverá la Epopeya: Patriotismo y Patriotería” en el que diferencia a quienes defienden su tierra con quienes “graznan en forma estrepitosa” pero defeccionan.
En tierra catalana continua su producción literaria: Por entre frivolidades, Brotes de raza, Historia de la literatura castellana y su novela Sueña Pilarín. En 1925 retornó definitivamente a República Dominicana y fue designada como profesora de Literatura, Castellano, Pedagogía e Historia en la Escuela Normal de Santo Domingo. Educación y feminismo fueron sus coordenadas del momento. Sostenía que el saber liberaba y que la igualdad de derechos era de primer orden para el desarrollo de una vida plena.
Creó un plan de alfabetización para mujeres obreras, cofundó el “Club Nosotras”, organización que propugnaba el mejoramiento del niño y de la mujer e intentaba crear un ambiente favorable a todas las manifestaciones culturales. En 1926 publicó en la revista “Blanco y Negro” su Plan para la fundación de un Museo Nacional en Santo Domingo que dio sus frutos y del cual fue su primera directora.
En 1930 se casó con el asturiano Senén Fernández Valle con quien tuvo su único hijo, Abel.
En 1931 fundó Acción Feminista Dominicana, (AFD), primera organización de ese tipo en su país y meses después redactó escribió el “Primer manifiesto feminista” mediante el cual reclamó el derecho al voto e inscribir la igualdad entre hombres y mujeres como derecho inalienable en la Constitución de la República Dominicana. Al año siguiente publicó regularmente su “Ideario feminista” en la edición dominical de “Listín Diario”: una denuncia minuciosa y detallada sobre la historia del carácter sexista de la sociedad, sus estructuras de dominación y en el que proponía estrategias para enfrentarlo.
La fotografía atravesó su vida. Siempre iba acompañada de su Kodak Vest Pocket, un tercer ojo pertinente. Ciudades, edificios, objetos y gente, en primer lugar mujeres y niñas, fueron retratadas con curiosidad. Con su lente abatió el parámetro dominante de la época: la imagen femenina temerosa, acompañante del esposo y de la niña sonriente o tímida. Irrumpieron fotos de grupos de mujeres, primeros planos disruptivos de féminas lúcidas, enojadas, intrigantes. O planos enteros con un encuadre novedoso del Museo del Louvre, del Prado o de la Pinacoteca del Vaticano o de peregrinaciones en Roma o Lourdes. Surgía la mirada de mujer.
En 1940 participó de la II Reunión Interamericana del Caribe de Arqueología donde expuso su ponencia titulada “Estudio comparativo de los restos arqueológicos de las Antillas” de gran impacto etnográfico. Al año siguiente, en el Primer congreso de Municipios Dominicanos, presentó un estudio titulado “Creación y fomento de bibliotecas y hemerotecas”, donde abordaría los problemas de accesibilidad de las publicaciones, de la comodidad de las instalaciones y de la gratuidad de la lectura para que la letra impresa no fuera letra muerta.
En otro orden, redactó las primeras propuestas de modificación del Código Penal Dominicano sobre homicidio excusable contra la mujer y presionó con diferentes estrategias para imponer el derecho al voto femenino.
Multifacética, perseverante, caminante de caminos inexplorados en un pequeño país atravesado por invasiones, dictaduras y tragedias, retratista innovadora con mirada singular.
Una suave primavera de 1941 su energía antillana se desconectó. Habían sido años de trabajo incesante. Su lente y su pluma fueron testigos de su vida y su adiós.
Salú Abigail Mejía!

Ruben Ruiz
Secretario General 


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