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Efemérides 15 de Febrero – Irena Sendler

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El Ángel del Gueto de Varsovia

Un día como hoy pero de 1910 nacía Irena Stanislawa Krzyzanowska, enfermera y trabajadora social polaca que ayudó a salvar la vida de 2500 niños/as frente a la masacre producida por los nazis durante la ocupación de Polonia en la Segunda Guerra Mundial. El alias con que la reconocieron sus compañeros de lucha y los niños y niñas rescatadas fue siempre “Jolanta”.
Nació en Varsovia. Hija única de Janina Karolina Grzybowska, ama de casa y Stanislaw Krzyzanowski, médico. A los dos años de edad, Irena contrajo tos ferina, por lo que la familia decidió mudarse al balneario de Otwock. En 1917, su padre murió de tifus. Trabajaba atendiendo a integrantes de la comunidad judía que otros colegas no querían tratar y se contagió durante una epidemia. En 1920 se mudó con su familia a la localidad de Piotrków Trybunalski, donde vivía su abuelo y su tío materno.
Cursó sus estudios secundarios en el instituto de Helena Trzcińska y se incorporó al movimiento scout. Al mismo tiempo, comenzó sus estudios de enfermería que fueron costeados por la comunidad judía. En 1929 se graduó y se trasladó a Varsovia donde estudió en la facultad de Derecho y luego literatura polaca en la facultad de Humanidades. Su oposición a cualquier tipo de discriminación era pública. Protestó contra la política de separación de bancos respecto de los estudiantes judíos y fue suspendida por las autoridades universitarias durante tres años.
En 1931 se casó con el filólogo Mieczysław Sendler, con quien formó pareja dos veces. Estuvieron separados por más de diez años pero intentaron la vida en común nuevamente. En esa época se unió al Partido Socialista Polaco y comenzó a trabajar en la Sección de Ayuda Materno Infantil del Comité Cívico de Asistencia Social que tenía a su cargo el funcionamiento de los comedores comunitarios de la capital polaca.
El 1º de septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia y comenzó la Segunda Guerra Mundial. Las condiciones de vida de los polacos empeoraron inmediatamente. En noviembre de 1940 comenzó la construcción del muro de tres metros de altura y 18 kilómetros de longitud (al principio convivió con un alambrado de púas) que acordonó una parte del centro de Varsovia y hacinó a la comunidad judía de la ciudad dentro de esos límites. Nacía el gueto de Varsovia. En los meses siguientes fueron confinados allí los judíos de otras regiones cercanas a la ciudad y los deportados de Alemania y los países ocupados por la bestia parda.
La población dentro del gueto llegó a la cifra de 450.000 personas. La superficie era de 2,5 km2. Fue concebido como una estación de tránsito hacia el campo de exterminio de Treblinka dentro del marco de la tenebrosa “solución final”. Las enfermedades, la falta de alimentos y las deportaciones a los campos de concentración redujeron la población a solo 50.000 personas.
En ese contexto infrahumano, Irena Sendler actuó con sensibilidad, astucia, coraje y pericia.
En primer lugar, junto a una enfermera amiga, convenció a los alemanes que el tifus y otras contagiosas no solo matarían a los habitantes del gueto sino que se propagarían e impactarían en sus custodios, es decir, ellos mismos. Los nazis estaban alertados que la propagación de esas enfermedades los podía “llevar puestos”. Admitieron la hipótesis, les entregaron dos pases a las enfermeras y permitieron su ingreso y egreso al territorio del gueto. Comenzaron a llevar comida, medicamentos, vacunas, ropa y dinero.
En segundo lugar. Llegó a la conclusión que la ayuda asistencial no sería suficiente. Pensó en un plan para sacar a la mayor cantidad de niños/as de ese infierno. Tropezó con la incomprensión de sus colegas que lo consideraban muy riesgoso y el rechazo de los padres que se negaban a separarse de sus párvulos. Combinó firmeza, persuasión, crudeza y sentido de realidad para convencerlos de que mantenerlos allí era un camino seguro a la muerte. No ofrecía garantías, solo una posibilidad de mantener con vida a los pibes/as. Ganó la partida y comenzó su tarea.
Inicialmente, los introducía en las ambulancias, comunicaba a los alemanes que tenían síntomas de tifus, los sacaba del gueto, los trasladaba a los hospitales y, posteriormente, los escondía en casas de polacos católicos, orfanatos, conventos. Ese plan supuso el límite de la sospecha nazi: siempre niños/as y siempre con los mismos síntomas. Duró un suspiro.
Entonces se abocó a sacarlos del gueto mediante variedad de subterfugios. Los medicaba con calmantes para evitar murmullos, llantos o gritos y los introducía en cajas de madera agujereadas entre cargamentos de ladrillos, dentro de bolsas de arpillera que cargaban papas, escondidos en cestos de basura o en cajas de herramientas, dentro de ataúdes, a través de las cloacas o túneles, entremedio de ropa robada a las víctimas, los llevaba de noche hasta algunos límites prestablecidos del gueto y los entregaba a sus enlaces de la resistencia.
El 22 de julio de 1942 los nazis iniciaron la “gran deportación” a los campos de exterminio. El octubre de ese año la resistencia polaca creó la sociedad secreta “Zegota” (Consejo de Ayuda a los judíos), la única organización de ayuda a judíos formada por un movimiento de resistencia no judío durante la Segunda Guerra Mundial.
Irena su unió a ellos y se hizo cargo del Departamento de Infancia. Continuó con su arriesgada tarea: en un año y medio logró rescatar cerca de 2500 niños, reubicarlos en pueblos cercanos a Varsovia, en Anin, Chotomów, Henryków, Płudy y Turkowice y proporcionarles documentos falsos con nuevas identidades, medicinas y alimentos que les permitieron sobrevivir.
El 19 de abril de 1943 se produjo el Levantamiento del gueto de Varsovia. Sus habitantes se enfrentaron con las armas a los nazis y resistieron hasta el 16 de mayo. La respuesta del invasor pardo fue tremenda: quemaron todos los edificios, capturaron 56.000 habitantes (la mayoría enviados a los campos de trabajo forzado de Majdanek, Poniatowa y Trawniki), destruyeron 631 bunkers; 13.000 judíos murieron en los combates y otros 37.000 fueron deportados al campo de exterminio de Treblinka. El último día los alemanes dinamitaron la Gran Sinagoga, situada fuera del gueto, como signo del final de su macabro engendro y dramática destrucción.
El 20 de octubre Irena Sendler fue arrestada por la Gestapo bajo el cargo de ayudar a los judíos a escapar del gueto y llevada a la tétrica prisión de Pawiak. Fue salvajemente torturada durante semanas pero no delató a nadie. Finalmente, fue condenada a la horca. Sus compañeros del “Zegota” lograron rescatarla antes de su ejecución (mitad misión suicida, mitad sobornos a los soldados del pelotón de fusilamiento).
Se recluyó en la clandestinidad durante unas semanas y retornó como enfermera. Entre el 1º de agosto y el 2 de octubre de 1944 se produjo el Alzamiento de Varsovia contra los nazis. Irena trabajó en el hospital de campaña. El motín fracasó y los alemanes volvieron a ejecutar una masacre: 250.000 civiles muertos y el 85% de los edificios destruidos. Irena fue herida en los enfrentamientos pero sobrevivió y llegó con vida al final de la guerra.
Su acción y pensamiento no solo funcionaron para los momentos de conflagración. También para la futura paz. Confiaba en la derrota de los nazis y en la supervivencia de los niños/as que había salvado. Por eso confeccionó un archivo con los nombres y apellidos polacos y los falsos otorgados que escondió en pequeños trozos de papel en botellas y frascos y enterró debajo de un árbol del jardín de una vecina. Terminada la guerra los desenterró y entregó al Comité Nacional Judío para que fueran encontrados y recuperaran sus verdaderos datos de filiación.
Su posición ideológica no le dio respiro. Su socialismo reconocía la preminencia de una sociedad más igualitaria sin la pérdida de los derechos individuales ni imposiciones extranjeras. Se enfrentó a los sucesivos gobiernos comunistas en Polonia y su gesta fue minimizada lentamente hasta rayar en el olvido. El rescate de su figura y el renacimiento tardío se produjo al final del siglo XX e, incluso, fue postulada para el Premio Nobel de la Paz en el año 2007.
El 12 de mayo de 2008 su periplo acabó en su querida ciudad natal.
Salú Irena! Por tu coraje, tu dignidad y resiliencia. Un gran ejemplo para estos momentos en que la gobernanza humana sigue optando por la violencia y utiliza como excusa supuestas supremacías raciales, religiosas o económicas y los odios ancestrales para saldar las diferencias.

Ruben Ruiz
Secretario General 


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