El cantor de las cosas nuestras y el vocero de los cabecitas
Un día como hoy pero de 2003 se despedía Antonio Tormo, cantor, músico, poeta y compositor argentino que se transformó en el más grande cantor folklórico de la región cuyana y en el artista que más discos vendió en la historia de la música argentina. Su raigambre popular fue proporcional a la persecución que sufrió después del golpe del ’55. Fue desterrado de toda forma de difusión durante muchos años y el ostracismo en los medios de comunicación duró treinta años. Siguió cantando en los pueblos y ciudades de la Argentina y en Chile, Perú, Uruguay, Paraguay y Colombia, país en el que tuvo un gran éxito.
Hijo de emigrantes valencianos, nació en General Gutiérrez, departamento de Maipú, provincia de Mendoza. Mas precisamente, en una de las casitas de la Bodega Giol donde su progenitor trabajaba de tonelero. Lamentablemente, su padre murió de tifus tres meses antes del nacimiento de Antonio. Años después su madre se casó con su cuñado, Ramón Tormo y se trasladaron a la provincia de San Juan.
Cursó sus estudios primarios en la Escuela Clara Rosa Cortínez, ubicada en Desamparados y más tarde estudió en la Escuela de Artes y Oficios, donde se graduó de tonelero profesional. La situación económica de la familia era frágil y decidió retornar a Mendoza donde ingresó a la Bodega Giol en el mismo puesto de trabajo que había ocupado su padre.
Se instaló en la casa de un compañero de la bodega, Diego Manuel Benítez, cuyo nombre artístico era Diego Canales. Ensayaron unos temas y formaron el dúo Tormo-Canales con el que cantaban en fiestas familiares y se presentaron en un concurso convocado por LV10 Radio de Cuyo. No ganaron pero su actuación fue tan convincente que el dueño de la radio los contrató.
Cantores y toneleros. La moneda había caído del lado correcto.
En 1934 se trasladaron a San Juan. Ingresaron en la Bodega El Globo y consiguieron un contrato por dos audiciones semanales en LV1 Radio Graffigna. El talento y la suerte seguían unidos. Unos años después decidieron dar un salto y probar suerte en Buenos Aires. Se encontraron con Buenaventura Luna (Eusebio de Jesús Dojorti), músico, poeta y periodista sanjuanino, quien los alertó de las dificultades en la gran ciudad y los invitó a formar un grupo musical.
Tormo y Canales aceptaron y se formó el conjunto “La Tropilla de Huachi Pampa” junto a Remberto Narváez, José Samuel Báez y el Zarco Alejo (José Castorina) bajo dirección de Buenaventura Luna. Tiempo después se incorporaría Eduardo Falú. En septiembre debutaron en Radio El Mundo. El éxito fue inmediato y abrieron un camino de difusión nacional de la música folklórica que hasta ese momento se aquerenciaba solo en las emisoras locales.
“Los últimos gauchos”, “La canción de los remeseros”, “Cantar de arrieros”, “Deschalando”, “Chacarera de la chaya”, “Tuna, tunita”, “La última carreta”, “El beso”, “Puentecito de mi río” y “Camino del indio”, entre otros temas, abrieron el surco y la emisora decidió poner al aire el primer programa radial de música folklórica de alcance nacional: Fogón de los arrieros, conducido por Buenaventura Luna y auspiciado por cigarrillos “Caravana”.
En 1942 el grupo se disolvió y Antonio Tormo retornó frustrado a San Juan decidido a abandonar el canto. Comenzó a trabajar en la bicicletería de sus hermanos pero su novia porteña Elena Casella y algunos amigos lo alentaron a retomar el camino artístico. Lo convencieron y volvió a cantar en LV1 Radio Graffigna junto al pianista Hermes Vieyra. En 1945 se casó con Elena en la Iglesia de la Virgen de los Desamparados, destruida por el terremoto de 1944 y reconstruida como iglesia de emergencia. Ese año obtuvo un contrato en Radio Aconcagua de Mendoza. La repercusión fue impensada. El público rebasaba el auditorio de la emisora y la policía debía parapetarse en la puerta para evitar desbordes.
A finales de 1947 retornó a Buenos Aires junto a los músicos Tito Francia, Santiago Berti, Aurelio y Martín Ochoa. Pisó fuerte, primero en Radio Splendid y luego en Radio Belgrano. Grabó en RCA Víctor varios simples: «El Jarillero», «Ay que se va» y el vals «Cuando no me quieras». Un éxito. Sin embargo se produjo un contrapunto con la grabadora que lo conminó a formar un dúo. Tormo se negó y contratacó: les propuso grabar dos temas y que fuera “pato o gallareta”. Salieron al ruedo “Los ejes de mi carreta”, de Atahualpa Yupanqui y “Amémonos” que vendió más de un millón de discos. El músico tuvo razón y RCA le tuvo que dar la derecha.
Aparecieron en el escenario “Mis harapos” y “Mamá vieja” que arrasaron en Argentina y en Montevideo donde fue convocado por Radio Carve. En 1950 grabó _El Rancho e´ La Cambicha», un rasguido doble de Mario Millán Medina y se transformó en el disco más vendido de la historia de la música argentina hasta la actualidad (entre tres y cinco millones de unidades, según las diferentes estadísticas). Se inició el boom del folklore y por primera vez el tango quedó relegado a un segundo lugar.
Era un fenómeno que venía empujando con autores y músicos como “Polo” Giménez, Atahualpa Yupanqui, Ariel Ramírez, Eduardo Falú, Margarita Palacios, Los Chalchaleros, Armando Tejada Gómez, Hamlet Lima Quintana y que obedeció a un proceso histórico concreto: masiva inmigración interna desde la década del ´30, industrialización y urbanización acelerada, mejoramiento de las condiciones de vida, la masividad de la radio, el cine, los discos y la aparición de la televisión y la expansión del consumo interno.
En ese contexto, Antonio Tormo picó en punta y se convirtió en el cantor de los “cabecitas” a quienes también llamaban “20 y 20” (20 centavos para una porción de pizza y 20 centavos para escuchar un disco de Tormo en las máquinas pasadiscos que había en los boliches). Temas como “La canción del linyera”, “La pastora”, “Flores para mi madre”, “Entre San Juan y Mendoza”, “La limosna”, “Amémonos”, “El pájaro chogüi”, “El huérfano”, “Al pie de tu reja”, “Las quimeras” o “Merceditas” acrecentaron su popularidad y consolidaron su vínculo con ese pueblo trabajador, migrante, luchador y que había logrado derechos y calidad de vida.
Pero llegó la noche. El golpe del ’55 fue demoledor. Muertos, presos, cesanteados, prohibidos. Antonio Tormo fue un blanco predilecto. Fue silenciado de los medios masivos y grabadoras por muchos años. Se ensañaron con su figura y, a pesar de los intentos de los gobiernos democráticos por reinstalar su figura, la dinámica del tiempo hizo su trabajo. Se lo persiguió por peronista y comunista. Pateaba para esos wines pero nunca tuvo filiación partidaria. Su público era peronista y de izquierda. Coincidencia inevitable. Provenía del pobrerío, había sufrido la inexistencia de derechos, había comprobado su instalación práctica en la vida cotidiana de los que mueven la rueda de la historia y sus letras y música los representaba.
Tragó sapos y no se quejó. Siguió cantando en los pueblos y tuvo un éxito resonante en Colombia con “Cuando no me quieras”, “Ocúltame tus ojos”, entre otros temas. En 1997 el inefable León Gieco grabó con Antonio Tormo el álbum “20 y 20” y “Los caballeros de la Quema” y “Karamelo Santo” cantaron algunos de sus temas en honor a su hermosa trayectoria.
A principio de siglo una insuficiencia renal pudo más que su energía inagotable y su voz amiga se apagó mansamente.
Salú Antonio Tormo! Vocero de un pueblo cascoteado que tararea estribillos de dignidades perdidas y que lleva en su memoria momentos mejores y en sus ojos historias por contar…
Ruben Ruiz
Secretario General