Día Internacional contra la esclavitud infantil
Un día como hoy pero de 1997 fue establecido el Día Internacional contra la esclavitud infantil en recuerdo del asesinato de Iqbal Masih, un niño paquistaní de 12 años que había sido esclavizado, se había escapado y se había transformado en un símbolo de la lucha contra la esclavitud infantil por sus denuncias públicas contra los explotadores de niños en su país.
Iqbal Masih nació en Muridke, una ciudad comercial en las afueras de Lahore, provincia de Punjab, Paquistán, en el seno de una familia pobre que profesaba el cristianismo.
A los cuatro años fue vendido por su padre a un fabricante de alfombras a cambio de un préstamo de 600 rupias para pagar los gastos del casamiento de su hermano mayor. Trabajó jornadas que duraban doce horas, en condiciones higiénicas denigrantes, encadenado al telar y golpeado en numerosas circunstancias. Cambió de patrón varias veces (todos integrantes de la “mafia de las alfombras”) y fue desarrollando una gran habilidad y destreza para tejer productos que se vendían con facilidad en el mercado.
La deuda que había contraído su padre, crecía con los intereses y nuevos préstamos e Iqbal no podía zafar de su condición de esclavo. Las condiciones de vida afectaron su crecimiento y alcanzó una estatura mucho menor que la de otros chicos de su edad.
Un domingo de 1992, con diez años escapó de su cepo, se vinculó al sindicato Bhatta Mazdoor Mahaz (Frente de los trabajadores de ladrillos) que lo protegió y lo ayudó a denunciar su situación ante la policía. Con la contención del sindicato pudo avanzar en la denuncia judicial, demostrar la culpabilidad de su patrón (Hussain Khan), lograr que lo condenaran, que clausuraran la fábrica y que liberaran a los otros chicos que eran esclavizados en ese lugar.
A partir de ese momento gozó de la libertad y comenzó una campaña de denuncias contra los fabricantes de alfombras que utilizaban obra de mano esclava. Irrumpió en la radio y televisión e impulsó un boicot a la compra de alfombras de esos establecimientos. Una mañana durante la estación cálida y mientras se transportaba en bicicleta recibió un disparo mortal. El Frente de Liberación del Trabajo en Condiciones de Servidumbre acusó a la “mafia de las alfombras” y denunció que Iqbal había recibido amenazas de esa red delictiva.
Se produjo un escándalo público, disminuyeron las ventas de alfombras pero el gobierno inició una campaña brutal contra los activistas y el sindicato y existió una campaña de prensa en la que se alegaba que los niños recibían altos salarios y condiciones laborales razonables. El recuerdo del pequeño Iqbal y de su lucha desigual no se olvidó y su ejemplo se globalizó.
Lamentablemente la esclavitud infantil sigue manchando la condición humana en todos los continentes. Tiene diferentes caras: trabajo forzoso, trata infantil, matrimonio forzado, esclavitud doméstica, reclutamiento para cumplir el rol de soldados, explotación sexual, utilización para venta y distribución de drogas.
Es un delito que se mantiene invisibilizado dado que la esclavitud moderna se camufla dentro de los circuitos económicos, se escuda en el silencio social y el miedo a las mafias y opera en situaciones de orfandad, abandono y desamparo, miseria extrema, conflictos armados, catástrofes naturales, migraciones masivas.
Las estadísticas son difíciles de consolidar pero varias organizaciones internacionales y locales confluyen en cifras globales alarmantes.
En la actualidad se calcula que 200 millones de niños/as viven bajo diferentes formas de esclavitud infantil.
El trabajo infantil esclavo es el área más difundida en el mundo: 160 millones de niños trabajan en esta situación ilegal y degradante. Uno de cada diez niños que viven en nuestro planeta. En África hay 73 millones de niños/as que sufren este tipo de explotación, en Asia y el Pacífico otros 65 millones, en Sudamérica y América Central son 13 millones, en EE UU y Canadá dos millones, en Europa y Asia Central otros siete millones.
El 70% de la explotación infantil en el mundo se verifica en la agricultura (plantaciones de cacao, café, té, soja, algodón, caña de azúcar, etc) y en la pesca ilegal, el 20% es esclavizado en la extracción de recursos naturales (coltán, cobalto, casiterita, litio, cobre, oro, diamantes, entre otros), el 10% en el trabajo doméstico, actividad manufacturera (textiles, curtiembres y derivados, acero, reciclado de materiales y repuestos en desuso), el turismo, la explotación sexual, la distribución de drogas y el reclutamiento forzado de tropas regulares e irregulares.
Muchas de estas actividades están cruzadas por la trata de menores, los matrimonios forzados y la venta de niños y niñas a causa de deudas contraídas por padres o familiares que consolidan estas formas de esclavitud mediante redes mafiosas, costumbres ancestrales o situaciones de vulnerabilidad económica extrema que utilizan a los/as menores como inhumano botín.
Privación de la libertad, condiciones paupérrimas de vida, alimentación insuficiente, elevada mortalidad infantil, imposibilidad de acceder a la educación y la sanidad, maltrato sistemático son algunas de las características salientes de esta flagrante realidad.
Hay experiencias parcialmente exitosas contra la esclavitud infantil que implican el involucramiento del estado y la sociedad. Generación de mecanismos de trazabilidad sobre la mano de obra y los productos que se comercializan, mejoramiento de los sistemas de inspección laboral y de los controles de ingreso y egreso de personas, documentación obligatoria de las personas al nacer, seguimiento de los pasos durante la escolarización y los planes de vacunación, denuncia de las situaciones de abuso o coerción intrafamiliar o utilización pública de menores.
Sin duda, el secreto del éxito contra este flagelo es la consolidación de una sociedad más justa que elimine los bolsones de pobreza y vulnerabilidad e impida las perversiones que genera la concentración abusiva de la riqueza y la manipulación desde el poder.
Es un camino sinuoso y lleno de obstáculos que también deber ser acompañado por una inyección social de abandono de la neutralidad ante hechos aberrantes, de la hipocresía social, de la sistemática inclinación hacia la discriminación y subestimación del otro/a y del obstinado oscurantismo que todavía hace de las costumbres y creencias ancestrales un paredón de miedos y prejuicios que impactan especialmente en los integrantes más débiles de la sociedad global.
En este caso muchísimos niños y niñas que pierden la infancia o la vida ante nuestros ojos.
Ruben Ruiz
Secretario General