Marcha por la democracia
Un día como hoy pero de 1982 la Multipartidaria, la CGT-Brasil, los movimientos de derechos humanos y los centros de estudiantes convocaron la “marcha por la democracia” a Plaza de Mayo para exigir el fin de la dictadura y el compromiso efectivo de un cronograma electoral.
La marcha reunió a 100.000 personas que no pudieron ser retenidas a pesar de que antes de iniciarse hubo represión en algunos puntos de encuentro en la ciudad de Buenos Aires (Estación Once, Constitución, Belgrano y Nueve de Julio).
Fue una jornada de desahogo, expresión masiva de bronca contra la dictadura y decisión popular que obligaría a los militares a comprometerse con un proceso electoral concreto. También fue el final de los artilugios que esgrimía la dictadura para mantenerse en el poder. Después de esta demostración de voluntad popular, tuvieron que negociar el inicio de su retirada.
Los antecedentes habían sido varios. El 14 de julio de 1981 se conformaba la Multipartidaria Nacional con la participación de la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista, el Partido Intransigente, el Partido Demócrata Cristiano y el Movimiento de Integración y Desarrollo. La Multipartidaria constituyó una Junta Política Convocante, realizó una convocatoria nacional a todos los sectores sociales y dio por iniciada la etapa de transición hacia la democracia. Luego se reunió con el resto de los partidos políticos y la iglesia, y elaboró una Propuesta al País que se conoció el 16 de diciembre de 1981.
El 7 de noviembre de 1981 había tenido lugar la multitudinaria marcha a San Cayetano convocada por la CGT Brasil y los movimientos de derechos humanos, al igual que la gigantesca movilización obrera del 30 de marzo de 1982 que acabó con una represión feroz pero con un evidente triunfo popular. El 14 de junio de 1982 se produjo la rendición de las fuerzas argentinas en las Islas Malvinas que profundizó el malestar del pueblo contra la junta militar y sumó una enorme frustración. El 17 de junio renunció Leopoldo Galtieri y el 1º de julio asumió la presidencia de la Nación, el general de división Reynaldo Bignone. Entre el 18 de junio y el 1º de octubre renunciaron los jefes de las tres armas, Leopoldo Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya y se completó la renovación de la cúpula militar.
La inflación del último trimestre de 1982 alcanzó el 40%, se hicieron públicos nuevos hechos que confirmaban la masacre producida por la represión y se difundieron las Pautas para la Concertación Económica, Política y Social con las que los militares pretendían tutelar la vuelta a la democracia. El movimiento obrero respondió con un contundente paro nacional convocado por la CGT que se llevó adelante el 6 de diciembre y la Multipartidaria, los trabajadores/as, los/as estudiantes y los movimientos de derechos humanos convocaron a la ciudadanía a la marcha del 16 de diciembre.
La Multipartidaria pretendió hacer un pequeño acto con una ofrenda floral en la Pirámide de Mayo pero el pueblo estaba para más. Una vez que los dirigentes políticos se retiraron de la Plaza, ingresó una multitudinaria columna de la CGT-Brasil y la JP al grito de «paredón, paredón a todos los milicos que vendieron la Nación” y otra gigantesca manifestación de los partidos políticos con una numerosa columna de la Juventud Radical y otra gran columna del Partido Comunista, que no integraba la Multipartidaria. El canto más escuchado de esa tarde fue “vení, vení, canta conmigo, que un amigo vas a encontrar, que de la mano de todo el Pueblo, la dictadura ve va a acabar” y “el que no salta es un militar, el que no salta es un militar” y «el pueblo unido, jamás será vencido».
Era la sentencia popular en las calles que decretaba el final anticipado de un gobierno dictatorial, el inicio del restablecimiento del camino hacia la democracia y la exigencia de una fecha de elecciones libres.
Por supuesto, un gobierno acostumbrado a reprimir no pudo soportar una marcha pacífica y opositora. Habían acordonado la Plaza con vallas, patrulleros, carros de asalto y policías montados a caballo. Los manifestantes tiraron las vallas, lo que permitió que se pudiera ocupar toda la Plaza y se acercaran a la Casa Rosada. En la esquina de Hipólito Yrigoyen y Balcarce, la policía empujaba a la gente y la respuesta fue una silbatina e insultos variados. Los uniformados insistieron y la respuesta fue más virulenta: con palos, pilas y monedas. Explotó la primera granada lacrimógena contra la marcha y se desató la represión. En la otra punta de la Plaza la muchedumbre continuaba entrando y también fue reprimida. Hubo confusión pero nadie se quería ir.
De repente, apareció un Falcon verde que se estacionó ante el Cabildo; bajó una persona, desenfundó una 9mm, le descerrajó un tiro por la espalda a un manifestante y huyeron. El manifestante que murió se llamaba Dalmiro Flores. Era un obrero metalúrgico salteño, de 28 años, que lo único que había hecho era gritar Que se vayan. Los que estábamos ingresando a la Plaza y vimos lo ocurrido, somos testigos de que fue un asesinato a mansalva, una provocación para generar hechos más violentos, un acto desesperado de quienes se sintieron dueños de la Argentina y no podían soportar su caída estrepitosa.
Hubo 120 detenidos y 90 heridos. Pero hubo otros 100.000 que vieron con sus propios ojos el derrumbe de una dictadura que solo atinó a reprimir ciegamente y produjo una muerte absurda. La marea ya no se detuvo y el 30 de octubre de 1983 inundó de votos toda la Argentina. Los que estuvimos la tarde-noche de ese jueves caluroso en que caminamos, cantamos, forcejeamos, pegamos y recibimos, lloramos con los gases lacrimógenos, perdimos un hermano de ruta, gritamos y puteamos, sentimos que el camino ya no era cuesta arriba. Salimos de la plaza convencidos de que no había retorno. Chau, dictadura…
Salú, Pueblo argentino!! Por esa costumbre plebeya de llenar las plazas para enfrentar a los poderosos que siempre sueñan con manejar nuestros destinos.
Ruben Ruiz
Secretario General